CAZADORES Y RECOLECTORES
Una fiebre compradora compulsiva parecía haber invadido el centro comercial ese viernes por la tarde, cuando los pasillos semejaban estar en horario infantil y juvenil, a tenor de las pandillas de gente que no superaba los 16 años y correteaba entre grititos y bromas pesadas, como hormonas sueltas y sin control por donde quiera que transiten las hormonas. El paseo interior de Bahía Sur se ha convertido desde hace muchos años en la otra calle Real de San Fernando, y por ahí discurren también los sueños, los anhelos y los encuentros de la población, bajo el paraguas de las compras o del simple mirar prendas, incluso del dejarlas caer al suelo, desprendidas inmisericordemente de sus perchas.
Pasa por ahí la gente joven apresurada, los niños poseídos por el jolgorio y los adolescentes en patinete, mientras los que se dicen más tranquilos llevan a sus perros a pasear en medio del ruido a veces infernal. Me temo que en breve los psicólogos caninos serán una profesión en auge como ya lo es la de quienes se ocupan de la salud mental de sus dueños. Las mascotas, de seguir así, ya no pedirán salir a la calle desesperados sino que implorarán a sus dueños con sus ladridos entrecortados que los lleven a casa y los dejen disfrutar de su mantita en el suelo o, los más consentidos, del mullido sofá donde dejar reposar sus cabezas y sus orejas gachas.
Hicimos una prueba sin querer: nos acercamos a un expositor solitario del que colgaban algunas ropas, y a los pocos segundos se nos echó encima una nerviosa presunta cliente metiéndonos las manos casi por la cara para tocar la misma camisa que nosotros estábamos
La humanidad está volviendo, en su ocio, a las costumbres de aquellos antepasados
revisando. Después de molestar lo suficiente se marchó con esa prisa indiferente a todo, supongo que en busca de otra gente a la que acosar. Repetimos con otros percheros y nuevamente apareció una congénere de la anterior copiando los comportamientos de esa especie de animal molesto que todavía no se ha estudiado lo suficiente, supongo que por no estar en peligro de extinción.
Más bien parece que la humanidad está volviendo, en su ocio, a las costumbres de aquellos antepasados nuestros, los ancestros cazadores y recolectores, pero no ya de sustento básico sino de oportunidades en las que gastar ese dinero que supuestamente nos escasea en los bolsillos. Atapuerca Shopping podría ser un buen nombre…