La eterna promesa
Hasta hace escasos años, concretamente hasta que el 24 de septiembre de 2015 se inaugurara el nuevo puente de la Constitución, tanto la Zona Franca como Cortadura eran los dos únicos accesos a Cádiz por carretera y, por tanto, las únicas cartas de presentación de la ciudad. En definitiva, la primera impresión que iba a tener el visitante nada más llegar a la llamada Tacita de Plata, una definición muy alejada hoy en día de la realidad tanto por la deficiente limpieza de sus calles como por el estado de abandono que presentan numerosos espacios de la ciudad, como sucede por ejemplo en uno de los que hoy nos ocupa, la Zona Franca.
Cierto es que Zona Franca y Cortadura han evolucionado de manera desigual a lo largo de los años tras pasar por la Alcaldía PSOE (Carlos Díaz), Teófila Martínez (PP) y José María González (Por Cádiz sí se puede).
En el caso de Zona Franca, la evolución ha sido a la inversa de Cortadura. Mientras en el polígono industrial la degeneración ha ido in crescendo conforme iban desapareciendo industrias y empresas, el barrio de Cortadura ha ido cobrando vida con el paso de los años y mejorando, aunque de forma muy limitada, sus condiciones de vida.
Pero vayamos por partes. Arranquemos primero con el sabor agridulce que siempre nos deja Zona Franca. Un sabor agridulce que viene motivado por las eternas promesas incumplidas que sobre esta zona se vienen realizando desde tiempos inmemoriales, pero también por la esperanza que nos queda de que algún día se hagan realidad.
Si echamos la vista atrás, recordaremos con anhelo cuando la Zona Franca estaba colmatada de pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas vinculadas al sector naval. Talleres Carpio, Navalips, Talleres Faro, Talleres Pastoriza, Talleres Narváez o Hierros Cervera eran buenos ejemplos de ello. Incluso a nivel comercial, Hiper Cádiz mantenía un alto poder de atracción para el gaditano.
Hoy en día, ninguna de ellas existe y lo único que quedan son naves en estado de absoluta ruina o simplemente solares vacíos sobre los que penden eternas promesas. Par más inri, estas promesas se topan con el hecho de que Zona Franca tan solo posee el 7,6% de su superficie y poner de acuerdo a tantísimos pequeños propietarios parece una quimera que, a buen seguro, se va a dilatar décadas en el tiempo.
Pero, afortunadamente, no todo es negativo en el panorama de presente y futuro de Zona Franca. Muy al contrario, los pasos dados por el actual equipo gestor de Zona Franca, con Fran González (PSOE) a la cabeza, parecen ir por
buen camino y se antojan ya como el principio del fin de la parálisis.
El primer ejemplo, ya en ejecución, es el proyecto Zona Base, donde la economía azul y la industria 4.0 van a tener protagonismo. Los avances son visibles ya y sólo queda que, luego, la ocupación por parte de empresas tecnológicas, respondan a las expectativas.
El segundo gran proyecto con visos de realidad es el anuncio de construcción de 800 viviendas en el espacio que ocupaba Navalips y alrededores. Torre D’Arenas ya dejó claro hace solo unos años que vivir, incluso con lujo, a las puertas de la Zona Franca era posible. Hoy, los pisos están vendidos, habitados y con una reconocida franquicia funcionando en su bajo comercial.
CORTADURA
La otra histórica tarjeta de visita de la ciudad ha sido Cortadura, un barrio que ha evolucionado en sentido opuesto a Zona Franca. Así mientras su vecino veía desaparecer naves y empresas para quedar convertidas en solares, Cortadura iba cobrando vida poco a poco con la construcción de nuevos edificios. Los Delfines o el edificio Alfa fueron algunos de los precursores de este crecimiento, pero el verdadero impulso de esta zona llegó con el derribo de la Fábrica de Cervezas Skol y la antigua cárcel provincial.
Esta circunstancia, unida en cierto modo a la posterior desaparición del puente de la Zona Franca como consecuencia del soterramiento, permitió levantar una enorme promoción de viviendas en lo que hoy es la plaza de Jerez y, poco antes, el principal equipamiento deportivo cerrado de la ciudad, el pabellón Ciudad de Cádiz. El cambio radical de la entrada de la ciudad vino acompañado por una ampliación de la avenida, que pasó a contar en este tramo con cuatro carriles de entrada y tres de salida. A ello hay que unir también un proyecto anterior, el nudo de Cortadura, con un paso a distinto nivel, lo que puso fin a las enormes caravanas que se producían para salir de Cádiz.
Cortadura también vio crecer sus equipamientos en la zona de la antigua Telegrafía sin Hilos. Una zona verde, pistas deportivas, locales para entidades y asociaciones e incluso un amplio parking cubierto, además del Pabellón Ciudad de Cádiz y numerosos pequeños comercios, conviertieron una zona casi aislada del resto de Cádiz en un barrio más de la ciudad con todo tipo de equipamientos, a excepción de un centro de salud.
Sin embargo, en estos últimos años la zona ha ido degradándose a pasos agigantados. Los espacios deportivos de la antigua Telegrafía llevan años abandonados, la antigua Lonja y sus adelaños presentan un aspecto cada vez más deplorable y de Cortadura hasta el Chato parece no existir para ninguno de los equipos de Gobierno que han pasado por el Ayuntamiento, cuando aquella prolongación de Cádiz podía ser un paseo envidiable.
Otra carencia importante de Cortadura es el aislamiento al que se ha visto sometido la zona al no haberse prolongado el soterramiento hasta la entrada de Cádiz. Las nuevas viviendas sociales que se están levantando en el solar del antiguo Matadero, al igual que sucede con las ya construidas y habitadas desde hace unos años, se han quedado entre la plaza de Jerez y la vía férrea, recordando lo que ya sufrieron algunos barrios de Cádiz antes del soterramiento.
Queda la esperanza de que en el futuro desaparezcan las barreras entre Zona Franca y Cortadura y se abran nuevas posibilidades para ambos enclaves.
Zona Franca y Cortadura han evolucionado de forma totalmente inversa