Diario de Cadiz

50 AÑOS NO ES NADA

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ @EGMaiquez

EN 1972, Monseñor Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, vino a Jerez a reunirse con sus hijos y simpatizan­tes en unas tertulias de formación y ambiente de familia; y don José María Pemán lo contó en un artículo antológico. No me había dado cuenta de lo bueno que era el artículo –distraído con su tono ligero– hasta que hoy, que viene a lo mismo el Prelado del Opus Dei, D. Fernando Ocáriz, lo he releído con ansias de emulación.

A san Josemaría don José María lo clava con la imagen de los tres pisos: “En el bajo, la gracia humana: la anécdota o el comentario que mueve a esa oración de los sencillos que es la risa. En seguida, el piso central: que es la gracia poética, que expende emoción, que sugestiona tanto como persuade. Pero lo que exige el padre Escrivá a sus primeras gracias subalterna­s es que anticipen el aire de familia de la última, que espera en la azotea y que es la Gracia de Dios”. Pemán también expone el sorprenden­te mensaje de fondo del fundador: “Se ha creído que un maestro de espíritu tan original en su ascética del trabajo como oración, y la vida seglar y profesiona­l como instrument­o de perfección, debe ser un ‘progresist­a’ rodeado de estilos chocantes y novedosos. Pero parece que Monseñor ha olfateado tan sutilmente el riesgo, que se ha echado de bruces sobre el contrapeso de la tradición popular española: el rosario, la peregrinac­ión a la ermita, el latín no desechado, sino convivente con el español vernáculo. […] En el platillo nivelador de la difícil balanza de esto que llamamos crisis ha colocado, sencillame­nte, la tradición, que es como un comienzo de eternidad”.

De golpe, he sentido por don Fernando, que es el padre, como le llamamos con cariño filial en el Opus Dei, una inmensa ternura fraterna. Él también tiene delante un modelo altísimo. Yo hubiese querido marcarme un Pemán y él quiere ser fidelísimo al espíritu de san Josemaría. En estos tiempos, como aquellos, convulsos y complejos. En la tertulia está algo afónico y eso nos sirve de recordator­io de cuánto se exige a sí y a su voz.

Por suerte, esto no va de imitar a nadie. Es otra vez la tradición: ser fieles a una vocación a la santidad personal que se adapta como un guante a las circunstan­cias de cada uno, y que consiste en amar a Dios, a María y a su santa Iglesia en medio del mundo. Así nos lo dijo don Fernando con una voz muy clara: “Todo es nuevo con la novedad de Dios que no pasa”.

D. Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei, ha hablado en Sevilla de la inesperada novedad de lo que no cambia

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