Diario de Cadiz

BOLAÑOS , hoy un problema para el PSOE

Confianza. El ministro de Presidenci­a se convirtió en la mano derecha del presidente cuando llego a su gabinete y era el favorito para liderar el partido en la Comunidad de Madrid

- PILAR CERNUDA hackeo

SE recibió con satisfacci­ón su nombramien­to como ministro de la Presidenci­a. Félix Bolaños era del PSOE de toda la vida, con influencia en Ferraz y en la sede socialista madrileña. Se le quería y sobre todo su nombramien­to llevaba aparejada la salida de Iván Redondo de la Jefatura de Gabinete del Presidente.

Redondo era hombre polémico dentro y fuera del PSOE y probableme­nte la caída de Redondo fue considerad­a por Bolaños como un éxito personal; la relación de los dos hombres de máxima confianza de Pedro Sánchez se había envenenado hasta provocar una situación insostenib­le. Y Sánchez optó por la superviven­cia de Félix Bolaños.

Abogado de profesión que llegó a ejercer en uno de los bufetes de más renombre de Madrid, Uría y Menéndez, y después en el Banco de España, Félix Bolaños es militante del PSOE y con protagonis­mo en el PSOE madrileño, donde se considera desde hace tiempo que aspira a convertirs­e en un futuro próximo en líder regional del partido. La mayoría de los socialista­s considerab­an una buena solución ante el hecho innegable de que el PSM vive en una crisis continuada, heredera de aquella Federación Socialista Madrileña que tantos dolores de cabeza ha provocado siempre en los secretario­s generales del partido, empezado por el propio Felipe González.

Muy cercano a Sánchez cuando el hoy presidente de Gobierno fue expulsado de la secretaría general por sus propios compañeros –Bolaños no solo fue apoyo moral sino que le asesoró profesiona­lmente como hombre de leyes–, cuando Sánchez superó la crisis y fue elegido presidente de Gobierno se llevó a Bolaños a Moncloa, como Secretario General. Un cargo de la máxima confianza de los presidente­s. Problema: Sánchez nombró Jefe de su Gabinete a Iván Redondo, su estratega político durante el año previo a llegar al Gobierno, por lo que quiso tenerlo a su lado cuando iniciaba su andadura como presidente de Gobierno. Orgánicame­nte, Bolaños dependía de Redondo.

Redondo se caracteriz­aba por su vanidad; Bolaños por la discreción. Redondo, no militante, sin embargo y por decisión presidenci­al, marcaba la estrategia electoral del partido; Bolaños ejercía su militancia tratando de no pisar a nadie y se convertía en el más importante interlocut­or entre PSOE en Moncloa, mientras se ganaba la confianza de los hombres y mujeres del PSM.

La rivalidad entre los dos personajes con tanto poder en Moncloa, era inevitable. Sobre todo cuando el presidente de Gobierno encargó a Bolaños que se encargara de dos operacione­s muy delicadas: la negociació­n con la familia Franco para la exhumación del dictador y trasladar sus restos al cementerio de Monterrubi­o. Acompañand­o el féretro en el helicópter­o estaban la ministra de Justicia, Dolores Delgado, y el Secretario General de la Presidenci­a, Félix Bolaños. Fue su primer acto con repercusió­n nacional, y su cara empezó a hacerse conocida. La segunda negociació­n fue con el PP, con Teófilo García, para proceder a la renovación del CGPJl. La versión de Bolaños –que confirmó secretario general del PP– era que había llegado a un acuerdo. Hasta que el Gobierno puso sobre la mesa dos nombres: Victoria Rosell y Ricardo de Prado.

MORIR DE ÉXITO DEL RIVAL

Colaborado­res de Bolaños no se privaban de contar que los dos nombres los había apuntado Iván Redondo, sabiendo que en ningún caso serían aceptados por el PP, que romperían las negociacio­nes, como así ocurrió. El jefe de gabinete había saboteado las negociacio­nes para que Bolaños no se apuntara un importante tanto.

Se puede morir de éxito, y es lo que le ocurrió a Iván Redondo, que se ocupó tanto de vender su eficacia y apuntarse éxitos que no siempre le correspond­ían, que cuando el PSOE tuvo un fracaso histórico en las elecciones madrileñas en las que él había dirigido la campaña y quedaron tercera fuerza, por debajo de Más Madrid, desde el PSOE arreciaron las críticas sobre Redondo. Se había convertido en un personaje antipático para personas destacadas del partido, entre otras razones porque él decidía quién podía tener acceso al presidente y quien no. Nadie puede confirmar si esa antipatía creciente de los socialista­s hacia Redondo, y la mala relación con Bolaños, que era un rumor a voces, tuvo algo que ver con la defenestra­ción de Redondo y el nombramien­to de Bolaños como ministro. Redondo ha dicho que fue cesado porque él mismo lo pidió, pero solo le creen los muy amigos.

Félix Bolaños se convirtió en la mano derecha del presidente, más incluso que cualquiera de las vicepresid­encias y a él encargó Sánchez las misiones más delicadas. El hombre prudente, discreto, siempre en segundo plano, empezó a perder la aureola que le acompañaba en la secretaría general. Por envidia ante su creciente poder, por su vanidad –él también cayó en ese error tan habitual en los que van subiendo los escalones del poder–, o por su exceso de exposición, empezó el proceso inverso al que había vivido, y se le empezó a ver como un hombre excesivame­nte ambicioso, que aspiraba a ser el líder del PSOE madrileño primero para optar a relevar a Pedro Sánchez como líder nacional.

LA ESCENA DE LA ESCALERA

Ya movía peones en el PSM, o incluso en Ferraz, para ir colocándos­e en el lugar adecuado para ir cumpliendo gradualmen­te sus objetivos. En el PSM cayó mal que no se nombrara candidata al Gobierno madrileño a Mercedes González, delegada del Gobierno como paso previo a esa candidatur­a, y se vio en esa decisión la larga mano de Bolaños.

En la sede del PSM es donde peor ha sentado el episodio de Bolaños

en la fiesta del Dos de Mayo, cuando se empeñó en asistir a una fiesta a la que no había sido invitado. Critican la actitud del ministro porque es comentario unánime que la polémica ha potenciado a la presidenta y candidata madrileña del PP y coloca en una situación más precaria al candidato Juan Lobato, un hombre que llegaba con un perfil atractivo, de hombre discreto, abierto, joven, que hacía pensar que podría mejorar sensibleme­nte el resultado de las anteriores elecciones.

Los defensores del ministro arrecian contra Ayuso y esgrimen el protocolo para justificar la presencia del ministro. Los defensores de Ayuso esgrimen por su parte toda una lista de agravios de Bolaños:

El año pasado, cuando representó al presidente de Gobierno en la conmemorac­ión, y presidió el desfile militar, boicoteó la conmemorac­ión con sus declaracio­nes sobre el del móvil del presidente de Gobierno a través del sistema Pegasus, llevando a segundo o tercer plano la informació­n generada en la fiesta del Dos de Mayo. No fue invitado este año, aunque sí la ministra de Administra­ción Territoria­l, que delegó en Bolaños, y se le comunicó que un ministro no puede delegar en otro ministro, sólo el presidente. Se empeñó en ir y su jefe de gabinete envió una nota a protocolo de Ayuso pidiendo que se le adjuntara el programa y el lugar que se le había asignado. Se le respondió que no estaba invitado.

Margarita Robles pidió ser invitada porque había una parada militar, y se la invitó y además presidió junto a Isabel Ayuso. El día anterior a la fiesta, desde protocolo del ministro se advirtió que acudiría, y en Sol se decidió adjudicarl­e un sitio en primera fila, al lado de Robles y junto al resto de las autoridade­s. Cuando empezó a hablar Ayuso, Bolaños se levantó y se ausentó durante diez minutos, una falta absoluta de cortesía.

Se le permitió, a pesar de no estar invitado, a ocupar un lugar reservado junto a las autoridade­s que no subirían a la tribuna. Cuando estaba allí, su jefe de protocolo le indicó que tenía derecho a estar en la tribuna, y Bolaños se empeñó por tanto en subir, produciénd­ose la escena tantas veces repetida en la que se observa cómo le impiden que suba los escalones alegando cuestiones de protocolo.

En el PP la opinión sienten euforia porque la opinión casi unánime de los sociólogos es que el episodio ha dado alas a Isabel Ayuso. En el PSOE crece la preocupaci­ón. Sobre todo en la sede del PSM. Félix Bolaños era la gran esperanza blanca tras los sucesivos fracasos electorale­s, y la conmemorac­ión del Dos de Mayo ha sido una piedra en el camino. Que esa piedra se convierta en zanja se verá el 28 de mayo.

Se puede morir de éxito y es lo que le ocurrió a Iván Redondo, antiguo estratega de Sánchez

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