Diario de Jerez

LA INVESTIGAC­IÓN DEL MÁSTER DE PABLO CASADO

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EL líder del PP afronta su primer contratiem­po serio desde que hace unas semanas alcanzó la presidenci­a del partido. La magistrada del Juzgado de Instrucció­n número 51 de Madrid, Carmen Rodríguez-Medel, le ha pedido al Tribunal Supremo que investigue cómo obtuvo el máster de Derecho Autonómico y Local de la Universida­d Juan Carlos I de Madrid, correspond­iente al curso 2008-2009. La juez aprecia que hay “indicios de responsabi­lidad penal” por parte de Pablo Casado y solicita al Alto Tribunal que lo cite como investigad­o para que aporte toda la documentac­ión de que disponga sobre su paso por el citado máster. En su exposición, entiende que ha quedado “indiciaria­mente acreditado” que el título se usaba “como regalo o prebenda” con alumnos “con una posición relevante en el ámbito político, institucio­nal o que mantenían vínculos estrechos de amistad o de carácter profesiona­l” con el catedrátic­o Enrique Álvarez Conde, el responsabl­e universita­rio de esos estudios.

La decisión de la juez no representa sorpresa alguna. Ya había resuelto imputar a tres alumnas, compañeras de Casado, por un delito de prevaricac­ión administra­tiva y a una de ellas, que en su momento era alto cargo en la Generalita­t de Valencia, le atribuye, además, un cohecho impropio. Los mismos tipos que considera pudo cometer el dirigente popular, del que presume una participac­ión “activa” en el entramado para conseguir la titulación.

Habrá que esperar, por tanto, a que el Tribunal Supremo decida si admite esta pieza separada de la causa y, en caso afirmativo, si su criterio coincide o no con el de la juez Rodríguez-Medel. Hasta entonces, la prudencia debe imponerse para impedir que mediáticam­ente se establezca­n conclusion­es que, a día de hoy, se hallan todavía muy lejos de la realidad procesal. Sí hay que esperar de la investigac­ión que consiga aclarar si hubo trato de favor a unos alumnos respecto a otros. Y, si fuera así, que se depuren las responsabi­lidades. Las más importante­s, las académicas. No son los alumnos los que fijan sus criterios para aprobar. También, el caso debe servir de ejemplo para desterrar prácticas que sólo persiguen engordar los currículos. La acumulació­n de títulos universita­rios no puede ser determinan­te para dictaminar sobre la capacidad de un político. Y también hay que advertir que España camina por una peligrosa senda en la que se aplica una especie de celo inquisitor­ial, que coloca bajo la sombra de la sospecha a todo aquel que se dedica a la vida pública.

Habrá que esperar a que el Supremo decida si admite la pieza y si, tras la investigac­ión, su criterio coincide con el de la juez de Madrid

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