Diario de Jerez

MURO DE SONIDO ANTILATINO

- CARLOS COLÓN

L invierno ofrece refugios más seguros y trincheras más sólidas contra la estupidez, la grosería, la barbarie y la basura. Mira que me gusta el verano –por las horas de luz, no por masoquismo: dicho sea estos primeros días de fuego– pero he de reconocer que en invierno no hay bárbaras fiestas populares de la España negra, exhibicion­es de pinreles necesitado­s del Dr. Scholl ni barbacoas o sardinadas de los vecinos de urbanizaci­ón de sierra o playa. Son ventajas. Pero lo peor es la música. Podemos no ir a las fiestas bárbaras de la España profunda, procurar no mirar de cintura para abajo y evitar barbacoas y sardinadas, aunque no sus aromas, pero nada nos protege de la música basura de procedenci­a o influencia la mayor parte de las veces latina fusionada con lo peorcito de cada casa de la aldea global.

Aclaro que la música latina a la que me refiero no es precisamen­te la que representa­ron Gardel, Chabuca Granda, los Chalchaler­os, los Panchos, Mercedes Sosa, el Trío Matamoros, María Dolores

El de Obama y Trump es una barbaridad, pero un muro de sonido antilatino sería una bendición

Pradera, Lola Beltrán, Chavela Vargas, Celia Cruz, Chucho Valdés y tantos otros. No es esta, no. Sino la que me persigue allí donde vaya y allí donde esté, el ruido latino-global que invade las playas a través de los chiringuit­os (¿cómo es posible que mis congéneres prefieran oír esta basura de ritmo machacón y bajos obsesivos en vez del mar, plantando sus sombrillas junto al que más ruido haga?) e invade los pueblos costeros y las urbanizaci­ones a través de los móviles de los niñatos acoplados a altavoces o de sus coches convertido­s en discotecas móviles en los que, orgullosos de su máquina tuneada, se pasean regalando su sones tribales haciendo retumbar hasta los pisos más altos. En invierno puedo huir de ella y oír lo que me dé la gana. En verano –mejor: durante el veraneo– musicalmen­te soy como una tortuga sin concha en la que refugiarse.

El muro de Trump (mal nombre: lo empezaron a construir Clinton, Bush y Obama) será una barbaridad, pero la construcci­ón de un muro de sonido antilatino (e insisto a qué tipo de música latino-global me refiero, con el reggaetón en cabeza) sería una bendición para las playas, urbanizaci­ones, pueblos e incluso para nuestra intimidad de retiro y calma que con tanta frecuencia es invadida por ráfagas de ruidosa basura sonora. Oiga cual lo que quiera o lo que su nivel educativo le permita. Este es un país libre. Pero que no nos contaminen.

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