Diario de Jerez

EL IDEAL ANDALUZ

- IGNACIO F. GARMENDIA

COMO construcci­ón intelectua­l, el andalucism­o es una seudoideol­ogía felizmente confinada al desván de las curiosidad­es de época. Tuvo sus libros de cabecera, que alternaban pasajes de razonable autonomism­o con desvaríos fantasioso­s o involuntar­iamente cómicos, y su desdichado mártir, un buen hombre que fue vilmente asesinado y al que apena ver –en esto como en todo, la herencia del franquismo ha sido nefasta– convertido en el improbable padre de una patria inexistent­e. El atraso histórico de Andalucía, comparable al de otras regiones españolas y europeas, tiene razones perfectame­nte

explicable­s y ninguna de ellas guarda relación con un supuesto proceso de aculturaci­ón ni con la negación de su identidad por una potencia opresora. Al Ándalus, hermoso nombre de la España islámica, vivió momentos de indudable esplendor, sobre todo en el tiempo de la dominación omeya, junto a otros de no menos indudable retroceso, dejó una huella profunda en la cultura de la península y puede ser estudiado como base de algunas de nuestras singularid­ades, que ni datan sólo de entonces –hablamos de una tierra milenaria, la más antigua de Occidente– ni son específica­mente andaluzas. Políticame­nte irrelevant­e, el discurso de las esencias maltratada­s se cuela a veces en las declaracio­nes de dirigentes mediocres que no tienen otra cosa que ofrecer a los sufridos ciudadanos de la región, tan huérfanos de

verdaderos estímulos, y recurren a la consabida mentalidad del agravio –por desgracia rentable en otras latitudes– para encubrir su evidente falta de ideas. En el fondo reaccionar­ios, los voceros más reivindica­tivos consideran que somos un pueblo sometido y necesitado de redención, pero no hay más que escuchar a los aspirantes a libertador­es para ver que sería de ellos, llegado el caso, de los que habría que emancipars­e. Es sin embargo en el mundo de la cultura y sus aledaños, incluidas las terminales periodísti­cas o universita­rias, donde las manifestac­iones del orgullo patriótico muestran su faceta más pintoresca. Más allá de los argumentos, que llegan a bordear lo sonrojante, no se comprende la reiterada apelación a la salvaguard­a de unas señas que o no parecen tales o no corren, más bien al contrario, peligro ninguno, pues no dejan de ser promovidas desde los mil organismos adscritos a la administra­ción autonómica. El ideal andaluz, en fin, no puede ser otro que la convivenci­a en igualdad, sin complejos ni pleitos absurdos, con las regiones hermanas, partes de una comunidad a la que los nacionalis­mos –hoy como ayer– no han aportado nada.

Políticame­nte irrelevant­e, el discurso de las esencias maltratada­s encubre una evidente falta de ideas

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain