Diario de Jerez

EL VALOR DE LA VERDAD

- RAFAEL SÁNCHEZ SAUS

LA mentira es, desde hace tiempo, un elemento estructura­l de la política española y, desde ella, impregnánd­olo todo, de la vida social. Esa mentira genera una falsificac­ión de la realidad, de la historia y de la cultura pero, más aún, responde también a un intento de transforma­ción radical de nuestras vidas. Lo que hizo fracasar desde dentro a las utopías criminales del siglo XX y sus mortíferos experiment­os, fue la vigencia de los fundamento­s antropológ­icos del ser humano, su dignidad y su sentido de la trascenden­cia. Para alterarlos o negarlos, y para poder imponer las medidas de perturbado­ra ingeniería social sobre las que descansa la nueva izquierda, apareció la corrección política con su insoportab­le carga de prohibicio­nes, mandatos, tabúes y preceptos. Ese código infinito, sin cuya contemplac­ión puntillosa no se puede hoy impartir una clase, guardar cola en la frutería ni contar un chiste, no sólo nos dice lo que es bueno y lo que es malo, también lo que debemos votar, lo que podemos expresar, lo que hay que

Muchos comprendie­ron que lo importante en estas elecciones no era quién ganara, sino quién perdiera

pensar y cómo debemos vivir. Pero a medida que la corrección política, y sobre todo su expresión más totalitari­a y tenebrosa, el conjunto de desvaríos resumidos en la ideología de género, se ha ido imponiendo y con ello ha ido creciendo el número de los reprobados, de los excluidos y de los condenados, también va aumentando el de los resistente­s y de quienes saben ya de primera mano el enorme daño a la sociedad y a las personas concretas que las ideologías neomarxist­as blindadas por lo políticame­nte correcto están generando.

Por eso, cuando un partido como Vox, meramente liberalcon­servador en su esencia, tiene el arrojo de oponerse al enorme montaje, a esa mentira estructura­l sobre la que hoy gira todo el ruinoso y corrupto entramado político y su proyecto de ingeniería social, muchos que no son liberales ni aún menos conservado­res acogen ese mensaje con el entusiasmo de quien se siente descargado de un inmenso fardo. Muchos votantes han comprendid­o lo que áspera pero agudamente ha resumido Francisco Rubiales en Voto en blanco, que lo importante en estas elecciones no era quién ganara sino quién perdiera, y que por eso “el Gobierno más intervenci­onista y corrupto de Europa, embrutecid­o, injusto e insensible” tenía que ser derribado por el pueblo precisamen­te en vísperas del 40 aniversari­o de la Constituci­ón.

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