La admiración como forma de vida
30 maneras... vestida, mal follada, machorra”– casi cortan la respiración de los lectores. Joyce Maynard fue acusada de “depredadora” cuando contó su relación con J. D. Salinger, por quien siendo una jovencita dejó la universidad y renunció a todo.
Una y otra vez, las mujeres del libro tuvieron que encajar los agravios y seguir adelante. “Yo querría preguntarle a Munro, por ejemplo, cómo logró seguir escribiendo cuando había tanta gente que la trataba con condescendencia y llegaron a titular un artículo sobre ella con la frase Ama de casa encuentra tiempo para escribir relatos”, declara Lindo, que encuentra resonancias de ese machismo en su historia personal. “A mí me han dicho más de una vez que en una misma casa no puede haber más de dos escritores, que sólo hay hueco para uno, y sugieren que, obviamente, ése debe ser el hombre”, comenta la creadora de Manolito Gafotas y Premio Biblioteca Breve por Una palabra tuya.
En el autorretrato final que firma Lindo, un fragmento “con tono de cuento, pero nada complaciente”, la autora se reconcilia con la niña “patosa, espontánea” que fue, una personalidad que no respondía a los patrones más convencionales sobre lo femenino. “Eso era algo que preocupaba seriamente a mi madre, porque en cuanto tenías una hija un poco peculiar lo normal era inquietarte. Con mi madre me quedaron un montón de conversaciones pendientes, pero en eso consiste la orfandad”, lamenta.
Lindo, cuya comicidad no ha respondido “a lo que se espera de una mujer”, sostiene en este capítulo que el humorista “se reconoce en todos los seres defectuosos y patéticos, y partiendo de esa premisa está autorizado a mirar el mundo y caricaturizarlo sin ánimo cruel”, analiza. La narradora cree oportuna esa actitud “ahora que hay líderes agresivos que construyen su discurso en contra del otro”. El humor, prosigue Lindo, “no es solamente una burla de los demás, porque eso sería una cosa facilísima. Yo no me colocaría nunca por encima de nadie”, dice, antes de concluir que “la libertad de expresión hay que ejercerla constantemente porque si no se achica, pero eso no significa que tengas que atacar a personas vulnerables. Eran algo muy típico de los 60 los chistes que se reían del cojo, del mariquita, pero los tiempos cambian, y el humor también”.