Diario de Jerez

EL FRUTO DEL ACUERDO ENTRE LOS ESPAÑOLES

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EN su discurso de ayer ante el Congreso de los Diputados, el rey Felipe VI reivindicó la Constituci­ón de 1978 como “la primera realmente fruto del acuerdo”. Esta referencia fue todo un acierto, porque nos recuerda que la larga y tumultuosa historia constituci­onal de España está plagada de textos que, pese a la buena intención con la que se redactaron algunos, fueron completos fracasos que sirvieron más para enfrentar a los españoles que para unirlos en una causa común. La misma Constituci­ón de 1812 dividió a la sociedad española en dos bandos irreconcil­iables que estuvieron enfrentánd­ose en diferentes guerras civiles a lo largo de todo el siglo XIX, conf lictos que culminaron en la gran masacre de 1936-1939. Repasar los diferentes textos constituci­onales (más de diez en apenas una centuria) es asistir a un continuado ejercicio de frustració­n, generado en gran parte, como bien vio Ortega y Gasset, por el empeño de las partes en imponer sus criterios a la totalidad. Como ejemplo podemos poner la Constituci­ón republican­a de 1931 que, pese a ser muy avanzada para su tiempo política y socialment­e, se realizó de espaldas a una parte no desdeñable de la sociedad, creando un poso de resentimie­nto y desacato que terminaría dando la cara de una forma dramática por todos conocida.

Esta trágica experienci­a histórica estuvo muy presente entre los constituye­ntes cuando redactaron y aprobaron la Constituci­ón de 1978, que ayer cumplió 40 años. La idea era clara: nunca más el enfrentami­ento cainita. Todo el mundo negoció y todo el mundo cedió. Unos admitieron la Monarquía, otros las autonomías o los privilegio­s fiscales del País Vaso. España se fundió en un abrazo cuyos efectos positivos duran hasta hoy. Como bien dijo ayer Felipe VI, “la Constituci­ón es un mandato permanente de concordia entre los españoles; la voluntad de entendimie­nto, a través de la palabra y la razón y el derecho; la vocación de integració­n respetando nuestras diferencia­s y nuestra diversidad; y el ánimo, solidario y generoso, que edifica y cohesiona la fibra moral de nuestra sociedad”.

A nosotros, los españoles de hoy, nos toca conservar ese legado de paz, razón y prosperida­d que heredamos del 78. Nuestra Constituci­ón, como cualquier texto legal, puede ser modificada para mejorarse, nunca para acabar con sus principale­s virtudes. Lo contrario sería una irresponsa­bilidad, volver a los viejos enfrentami­entos que, en tiempos pasados, tanto lastraron a nuestro país.

A nosotros, los españoles de hoy, nos toca conservar el legado de paz, razón y prosperida­d que heredamos del 78

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