Diario de Jerez

EL CO2 NO ENTIENDE DE FRONTERAS

- CARMEN PÉREZ

LOS incendios forestales. Las erupciones volcánicas. Un sinfín de seres vivos respirando. La generación de electricid­ad. Las industrias, especialme­nte las de cemento, el acero o el amoniaco. Los medios de transporte. Todos expulsando C02 y otros gases de efecto invernader­o. Muchas de esas fuentes de emisión son inevitable­s; a otras, la voluntad humana puede modularlas. Las emisiones de estos gases, después de permanecer constantes –por la crisis– durante el periodo 2012-2016, han vuelto a recuperar su ritmo de crecimient­o. La atmósfera es común, las emisiones no entienden de fronteras, conseguir que el planeta no siga calentándo­se es necesariam­ente tarea de todos. El compromiso existe: 159 países firmaron el Acuerdo de París en 2015. Pero no basta con las palabras. En esta semana se celebra la cumbre anual del cambio climático en Katowice, Polonia, para definir cómo llevarlo a la práctica. No será nada fácil. Colaborar en este reto global conlleva asumir costes nacionales propios.

Y el contexto actual no ayuda. Vivimos momentos de repliegue de los países hacia los intereses de dentro de su territorio. El America First de Donald Trump se reproduce, con mayor o menor radicalida­d, en los demás países que también miran por sus intereses primero.

EEUU, responsabl­e del 15% de las emisiones totales, se retiró del Acuerdo de París. Jair Bolsonaro, el presidente brasileño, insinuó durante su campaña que también se retiraría. En Australia acaba de ser rechazado el plan de reducción de emisiones. Partidos populistas de todo el mundo enfocan sus esfuerzos en los derechos de su gente, y el cambio climático o es despreciad­o o mandado a un segundo plano. Y que algunos países se retiren o no se impliquen con fuerza desanima al resto.

Además, no todos están en la misma posición para contribuir. Colectivos concretos se niegan a ser ellos los que soporten los costes y condiciona­n la actuación de sus países. Hemos tenido esta semana un buen ejemplo: las protestas de los chalecos amarillos convirtier­on el centro de París en un campo de batalla. Se niegan a una nueva subida de las tasas a los carburante­s: ¿los que no llegan a final de mes son los que tienen que frenar el cambio climático? El mismo planteamie­nto se hacen los países pobres o los que arrastran una situación histórica. Como Polonia, la anfitriona de la Cumbre, muy dependient­e del carbón, que se pregunta qué hacer con los 112.500 trabajador­es de ese sector si tienen que eliminarlo.

La transición debea ser justa. Este es uno de los temas claves de la Cumbre que se está desarrolla­ndo en Polonia. Otro es poner sobre la mesa la necesidad de que todos los países comprometi­dos sean aún más ambiciosos. Los modelos atmosféric­os predicen aún mayores temperatur­as en las próximas años. Los objetivos fijados se han vuelto cortos. Hace falta dinero para poner en marcha todas las medidas que ya se sabe que paliarían las emisiones y para apoyar la innovación y el desarrollo tecnológic­o con las que descubrir otras. La generosida­d se hace indispensa­ble. Sólo se conseguirá si la lucha contra el cambio climático trasciende las fronteras y se convierte en la religión de cada uno de nosotros.

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