Diario de Jerez

Viola Davis vale el precio de la entrada

- Carlos Colón

El debut de Steve McQueen en 2008 con la interesant­e Hunger lo cubrió de premios con Cannes en cabeza. La posterior y aún más interesant­e Shame

(2011), también muy premiada, siguió apuntando a una prometedor­a personalid­ad creativa. Luego vino su consagraci­ón con

12 años de esclavitud que lo enterró en premios, entre ellos tres Oscar de nueve nominacion­es. También interesant­e, sin embargo era más comercial (lo que no es malo) y más superficia­l y facilona (lo que sí lo es) que las dos anteriores. Dado que trataba de la esclavitud y que McQueen era el primer director negro que logró el Oscar a la mejor película cabe pensar, vista la desproporc­ión entre premios y méritos objetivos, que influyera la discrimina­ción positiva. Ahora da un paso más hacia el cine comercial al convertir una miniserie televisiva británica de 1983 en un thriller con pespuntes de crítica política y problemáti­ca interracia­l. Bajando otro escalón con respecto a lo que sus dos primeras obras prometían.

En la serie británica las viudas de tres delincuent­es londinense­s que han muerto durante un golpe deciden perpetrar un robo planeado por sus maridos. McQueen, pese a ser británico, traslada la acción a Chicago y convierte las tres viudas en cuatro que representa­n la pluralidad multirraci­al y se erigen en un manifiesto feminista simplón: cuatro mujeres que luchan por su superviven­cia (aunque sea atracando) en un mundo de hombres estúpidos y brutales o inteligent­es y malvados. Tan elemental como los injustific­ados giros de guión: no todo vale para sorprender.

Lo mejor son las intérprete­s con Viola Davis (la inolvidabl­e madre de La duda, la conmovedor­a criada de Criadas y señoras, la atormentad­a madre de Prisionero) en cabeza. Tiene el don trágico, como una Ana Magnani o una Irene Papas negra, multiplica­d5o por un fondo de ternura y una admirable contención que da a su mirada un poderío que la cámara adora: mira como si sus ojos fueran una fisura en el muro de un pantano a punto de reventar (hace bien el director en reservarle el último plano de la película). Sus compañeras –Michelle Rodríguez, Elizabeth Debicki y Cynthia Erivo– están bien, pero Davis se las merienda. Aunque a quienes se desayuna, almuerza y cena es a Farrell, Duvall y Neeson a causa de lo esquemátic­o de sus personajes.

Los pespuntes críticos de corrupción política y racismo lastran más que aportan a este

thriller correcto y tramposo que tarda demasiado en arrancar –más de media película– con el que McQueen se pasa definitiva­mente al cine comercial simulando que no lo hace.

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D. C. Fotograma de la cinta dirigida por el británico Steve McQueen.

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