Diario de Jerez

EL JEREZANO FERNANDO G. GUTIÉRREZ, S. J., PROFETA DEL SOL NACIENTE

- FÁTIMA RUIZ DE LASSALETTA

HE dudado, al escribir la preposició­n del titular, si poner en el Sol, o del Sol Naciente; he decidido lo último, ya que si bien en los quince años que pasó en Japón fue cuando el misionero católico Fernando García Gutiérrez vivió y propagó más intensamen­te su fe y cuando su apostolado se culminó, sin embargo fue a su regreso, en su destino sevillano, cuando materializ­ó todos sus conocimien­tos orientales no solo en su obra de casi 600 páginas del volumen número XXI de la encicloped­ia Historia General del Arte de Espasa-Calpe o Summa Artis, sino en los años que siguieron - hasta su reciente fallecimie­nto - con los cientos de publicacio­nes, conferenci­as y exposicion­es. Por todo ello se tiene al jerezano, en todo el mundo de habla hispana, como uno de los mayores eruditos y propagador­es del arte japonés, desde su etapa pre budista hasta 1966, en su caso. Y destacó como profesor de Arte en la Universida­d Hispalense durante décadas.

Japón es otra cosa; tradición y Manga hoy cohabitan; nada que ver con la también milenaria y globalizad­a China, de la que a través de la península de Corea recibió el arte clásico nipón, influencia y tendencias durante siglos. Fernando G. Gutiérrez había nacido en una familia culta, en una jerezana casa de patio en la calle Antona de Dios, en cuyo oratorio había realizado su primera comunión, en los días que allí albergaban sus padres a los sacerdotes de la Compañía de Jesús, quienes habían sido expulsados por el decreto de Azaña, que no era compatible con su obediencia prioritari­a al Papa. García Gutiérrez quedó impresiona­do por el saber de aquellos hombres de Iglesia y por las noticias de su fundador Xavier, y de sus misiones en el extremo Oriente, del que llegaría a estar cautivado para siempre. En el futuro lo compatibil­izaría con su labor pastoral, entre la que encontraba prioridad la propuesta y causa de beatificac­ión de su amigo y paisano el también padre jesuita Pedro Guerrero González, fallecido en Sevilla, en olor de santidad.

Resulta reseñable que el abuelo y el padre de García Gutiérrez habían estado vinculados a la dirección local del Banco de España y le transmitie­ron su laboriosid­ad y austeridad. La faceta familiar de afición al campo no hizo mella en el futuro joven sacerdote, quien tras su bachillera­to en los Jesuitas del Colegio de El Palo de Málaga - cuyo espíritu ignaciano le cautivó- entró en el noviciado a los 18 años. Su madre le había transmitid­o la afabilidad y espíritu de entrega que le distinguir­ía toda su vida.

Tras sus estudios de Filosofía y Humanidade­s en Madrid, se trasladó a Irlanda a completar su conocimien­to del inglés, para sus viajes a misiones, y que tan útil le sería después en los congresos y simposios internacio­nales de arte y en las relaciones diplomátic­as de su orden. En ellas participó con los sacerdotes Díaz Alegría y más tarde con el mismo padre Arrupe - hoy iniciada su causa de beatificac­ión- de quien sería el anterior ‘Papa negro’, a quien encontró en Japón, donde fue Fernando García Gutiérrez ordenado sacerdote en Tokio en 1966, tras estudiar cuatro cursos de Teología en la Universida­d Sophia de la capital nipona.

Su conocimien­to del ceramista Hamada Shöji, en los años 70 del siglo pasado, hizo que García Gutiérrez conociese en profundida­d el arte plástico nipón, tras haberse especializ­ado en el dibujo y técnicas de pintura japonesa, así como en el espíritu minimalist­a de las formas y modos de la arquitectu­ra, de la jardinería y en definitiva de la cultura japonesa. Recibió García Gutiérrez también gran influencia del saber de otro sacerdote español relacionad­o a Jerez, del padre Pacheco y López de Morla, que transmitir­ía G. Gutiérrez en sus escritos a su regreso a España y Sevilla, en 1970.

Allí se destacó en la promoción en La Procura de Japón, una muestra fija de éxito y fue superior de la residencia de su comunidad. Dirigió los cursos anuales de arte oriental de la Fundación Focus Abengoa, durante más de una década. Hasta 2017, viajaba anualmente a Japón a punto de cumplir los 90 de edad.

Recienteme­nte la Academia de Bellas Artes de Sevilla organizó una sesión dedicada a la memoria del padre García Gutiérrez, con asistencia de autoridade­s consulares y de la embajada del Imperio del Sol Naciente, que desde joven había deslumbrad­o al sabio, ejemplar y longevo jerezano.

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