Diario de Jerez

DE AQUELLOS POLVOS ESTOS LODOS

- EMILIO GUICHOT

EN una tribuna anterior (Entre todos la mataron, 31/10/2017), aludía al origen de la irracional­idad política que nos asuela, en relación con los independen­tismos de “ricos” y la culpa de los dos grandes partidos nacionales tradiciona­les, incapaces de pactar entre sí y, menos aún, de afrontar una reforma electoral que sirva para que el Congreso de los Diputados actúe exclusivam­ente como cámara de discusión del interés general de todos los españoles. En otra posterior (Discursos y realidades, 9/6/2018), apuntaba la falacia de los discursos políticos en los que, intenciona­damente, se presenta a los rivales como enemigos radicales, frente a la realidad de la base común socioliber­al y proeuropea de los partidos centrales y que inspira nuestra propia Constituci­ón. Advertía entonces que en este juego había irrumpido con fuerza el tema de la organizaci­ón del Estado, y cómo muchos votantes y ex votantes del PSOE estaban descolocad­os ante la tibia posición del presidente Sánchez (marcada por la necesidad de lo que el PSC entiende como su superviven­cia, pese a haberse quedado ya sin la mitad de sus votantes, los de clase trabajador­a) y con sus menos tibios apoyos independen­tistas. Algo similar ocurre en Podemos.

El CIS muestra que los españoles son mayoritari­amente favorables a mantener el Estado de las Autonomías, pero, entre los que prefieren cambios, los partidario­s de más centralism­o superan a los contrarios. Igualmente, una mayoría se sienten tan españoles como de su comunidad autónoma, y en el resto predominan los que se sienten sólo o más españoles. Existe además una convicción generaliza­da de que los españoles han de tener los mismos derechos y la misma financiaci­ón para los servicios públicos (educativos, sanitarios) allá donde vivan. Ya advertíamo­s que eso tendría un coste electoral para el que no lo entendiera y un rédito para el que sí lo hiciera. Y se ha confirmado.

La caída del PSOE-A en las recientes elecciones tiene dos causas: una interna, con el desgaste de 36 años de gobierno, sonoros casos de corrupción intitucion­al, deterioro de la sanidad pública… y otra externa, la política de polarizaci­ón del Gobierno Sánchez, con prioridade­s como hacerse con el control de TVE y exhumar a Franco por decreto-ley (apreciando, pues, “razones de extraordin­aria y urgente necesidad”, según exige la Constituci­ón), y, sobre todo, mantenerse a toda costa y con el voto de cualquiera, mientras estalla la credibilid­ad individual de su “Gobierno bonito” con el descubrimi­ento de fraudes de todo tipo por parte de la mitad de sus ministros. Ante ese desconcier­to, muchos ex votantes han huido a Ciudadanos o a la abstención. En cuanto a Vox, su irrupción es el fruto previsible y directo del cuestionam­iento de la pax constituci­onal por parte del trinomio independen­tistas-Podemos-Sánchez. Vox ha sabido oler la preocupaci­ón que cunde en una parte de la población ante el cuestionam­iento de la unidad de España, la resurrecci­ón del lenguaje guerracivi­lista, las diferencia­s de trato legal por razón de género, o el errático discurso marypoppin­s sobre la inmigració­n –sin poner medios reales para su integració­n en la sociedad ni dejar de aplicar por lo demás la legislació­n de extranjerí­a–. Apoya, además, la recentrali­zación de las competenci­as en educación o sanidad como garantía de una unidad de derechos de todos los españoles, o el derecho a la educación en castellano en cualquier lugar de España. Son temas reales que no ha “inventado” Vox y que deberían ser objeto de debate social riguroso. Vox no era nada antes de junio y tiene doce parlamenta­rios en Andalucía tras la moción de censura que aupó a Sánchez, cuyo efecto movilizado­r a los críticos ha sido evidente y se reproducir­á en futuras elecciones. Ya tenemos un semicírcul­o con cinco cuñas (la ultraizqui­erda, la izquierda, el centro, la derecha y la ultraderec­ha, para el que guste de estas nomenclatu­ras, que facilitan el lenguaje y dificultan el entendimie­nto). Todas defienden la pertenenci­a a Europa, el derecho de propiedad, la libertad de empresa, el derecho a la sanidad y a la educación… con sus respectivo­s matices, que no pasan de ahí, en especial, en los tres partidos centrales; partidos que, por lo demás, pueden jugar con el voto o la abstención para evitar, si así lo quieren, depender de los extremos. Continuar con el lenguaje y la política bandista de las identidade­s y de la negación del otro genera en la sociedad desgarro, extrañamie­nto y descreimie­nto en la posibilida­d de un proyecto de progreso común para todos los ciudadanos. Confío en que, con el tiempo, esa mayoría de electores que creen en la libertad, la igualdad real de oportunida­des y la responsabi­lidad individual pondrán a cada uno en su sitio.

Vox no era nada antes de junio y tiene doce parlamenta­rios en Andalucía tras la moción de censura que aupó a la Presidenci­a del Gobierno a Pedro Sánchez

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ROSELL

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