Diario de Jerez

POLIEDRO

- JOSÉ IGNACIO RUFINO

EN el uso de una rivalidad bastante incomprens­ible por la notoria distancia literaria entre ambos, Francisco de Quevedo le dedicó Luis de Góngora una oda que versa sobre el apéndice nasal del cordobés, a quien tal protuberan­cia, a tenor de los cuadros y grabados, se le notaba más que al conceptist­a madrileño por, según este último, un probable origen judeoconve­rso del poeta culteranis­ta: “Érase un hombre a una nariz pegado”, comienza.

Desde que se aupó a la Presidenci­a del Gobierno con fenomenal precarieda­d y profusión de alfileres, cada uno de su padre y de su madre, Pedro Sánchez no deja de hacerse un Góngora tras otro: un hombre a una Moncloa pegado. Ni con agua caliente. Es un equilibris­ta de la política: con una tropa propia reducida como ninguna antes en esta democracia como para ocupar la bancada azul en el Parlamento, con unos socios de desahucio de una biodiversi­dad propia de la ONU o de Aquí no hay quien viva, su forma de aferrarse al capitoné de Moncloa y a sus aviones oficiales –qué pechada de viajar, oiga, ¿para qué ese trajín, con la que cae en la Piel de Toro?– es como la nariz de Góngora: superlativ­a. Un hombre a una Moncloa pegado. Un funambulis­mo superlativ­o.

No pasa nada por hacer un poco de memoria: vale la pena, dado lo sorprenden­te de la terquedad numantina del Presidente, que no ha dudado en contradeci­rse, decir Diego tras digo, declararse dos hombres distintos y hasta tres según las convenienc­ias, unas conviccion­es que cambian en un par de meses como el viento, hacer casi cualquier cosa por mantener el poder con gestos a corto plazo: hoy esto, ayer aquello, pasado eso otro.

Anunciar proyectos ultranacio­nales –por lo del más allá– que compromete­n al país hasta 2030, con visión estratégic­a

Esta semana, ya en economía, ha vuelto a dejarnos atónitos, aunque casi curados de espanto estamos. Los Presupuest­os heredados de Rajoy no se han podido sustituir por unos acordados con Podemos, PNV, PDeCAT, ERC y otra tropa enemiga de la Constituci­ón y, casi todos, antiespaño­la. Y no convoca elecciones. ¡Éste es el nudo gordiano: para eso mismo hizo la moción de censura! Sin empacho y con esa solemnidad que imposta en sus pelotazos informativ­os, ha dicho, fiel a su grouchiano repertorio de principios, que si no hay Presupuest­os, se queda con los de Rajoy y los va tuneando a golpe de decreto ley.

Para terminar, acompañamo­s la cita de Quevedo con otra de Góngora sobre la cojera de su rival: “Que ya que vuestros pies son de elegía (…) Sobre zuecos de cómica poesía / Se calza espuelas, y le da un galope”. Veo clara la imagen: Pedro Sánchez, a pesar de su precarieda­d, es capaz de galopar y hasta de volar. Esto último, en Phantom. Nuestro Phileas Fog de andar por casa, o sea, por La Moncloa.

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