Ilustres cotilleos
amistad con Barris en la que parece subyacer una suerte de relación sentimental. Una relación amistosa e historiográfica en lo que “yo he querido entender, y que luego he demostrado, que los trabajos ya estaban hechos por Sancho y Barris ponía el nombre”, destaca Jiménez.
Se conocen entre Cádiz y El Puerto y empiezan a publicar investigaciones juntos e incluso a participar en congresos. “Aunque las fuentes consultadas no nos dejan ver cómo y cuándo surgió la amistad entre Hipólito Sancho y Rafael Barris, podemos afirmar que, en todo caso, debió de iniciarse no mucho antes de junio de 1921, cuando hay constancia de que Sancho le dedica “afectuosamente” su obra Nuestra Señora del Rosario, patrona de Cádiz y de la Carrera de Indias y la casa de Sopranis. Estudio histórico sobre documentos inéditos .En aquellos momentos, Barris habría de tener unos 17 años y Sancho 28”, según el jerezano. Rafael Barris comienza a publicar con su nombre obras de Hipólito Sancho que este último le había cedido.
En el último trimestre de 1925, Sancho y Barris publican su primera obra en conjunto, Rincones Portuenses, una compilación de diferentes estudios sobre historia y arte en El Puerto de Santa María, encumbrados incluso por Pelayo Quintero Atauri, delegado regio provincial de Bellas Artes y director de la Real Academia Hispano Americana de Cádiz, entidad con la que empieza a entablar amistad Barris. Allí ingresa en 1926 con un discurso que trata de Roque de Sopranis y Centeno, un familiar de Hipólito Sancho, sin ocultar que los documentos en que se ha basado le han sido cedidos por este último.
Y así van apareciendo otros trabajos conjuntos como el destacado El Puerto de Santa María en el Descubrimiento de América. “De hecho, la hermana de Hipólito Sancho, cuando se reedita esta obra en 1992, aporta datos y dice que jamás recordaba por qué había añadido su hermano el nombre de Barris en este libro cuando no recordaba que hubieran participado juntos en ella”, cuenta Jiménez.
En el mes de junio de 1926, Rafael Barris publica El Cortijo de Santo Domingo de Jerez de la Frontera. Notas Históricas, que supone un breve recorrido por los orígenes cristianos de Jerez en el siglo XIII y el establecimiento en ella de la Orden de Predicadores.
Tras un 1926 muy prolífico en publicaciones juntos, en 1927 participan ambos en el Congreso para el Progreso de las Ciencias en Cádiz en el que cada uno presenta sendas conferencias. Ese será el último acto juntos.
Empiezan a suceder cosas extrañas y es que a Rafael Barris lo echan de la Academia (donde fue secretario) “por causa de justa gravedad”. Comienza, eso sí, un tenso período en el que no faltaron los cruces de reproches e, incluso, el robo y apropiación de obras inéditas. Ambos rompen su relación y tanto le debió doler a Hipólito Sancho que no publicó de nuevo hasta 1933.
Tras la ruptura de su amistad con Sancho, Barris decide instalarse de forma permanente en Sevilla, acaso para encontrarse alejado del panorama convulso e incómodo que podía suponer entonces la ciudad de Cádiz. Allí se relaciona con las amistades que había cosechado gracias a Hipólito, y empieza a publicar obras como Una Contribución a la Historia Nobiliaria Española. La Nobleza Jerezana y la Orden de Predicadores durante la Edad Moderna. “En sus más de cien páginas, Barris reúne, amén de numerosas genealogías jerezanas de los siglos XV y XVI, una serie de privilegios reales concedidos por los monarcas castellanos al convento dominicano, que recuerdan sobremanera incluso en su mismo formato a las recogidas el mismo año por Hipólito Sancho en su gran monografía sobre Santo Domingo de Jerez”, desvela el estudio.
El trabajo de Barris trajo grandes disputas con Sancho, ya que cuando surge el desencuentro entre ambos Barris tiene en su poder obras de Hipólito que publica con su nombre.
Pero el periplo sevillano de Rafael dura bastante poco y el Real Centro de Estudios Históricos de Andalucía, que había sido creado por él, y sus actividades culturales son clausurados de forma repentina poco tiempo después, sin que sus propios coetáneos supieran tampoco las causas que llevaron a tal desenlace, abriéndose así un nuevo período de sombras en la vida de nuestro historiador. Se marcha a Argentina junto a su familia y se le pierde la pista.
Pero, ¿qué pasa con Hipólito? El historiador empieza a desenmascarar a Barris en coletillas y notas a pie de página, pero sin decir nunca su nombre sino con el apodo jocoso de “niño”, como queriendo salvaguardar en la medida de lo éticamente profesional el nombre de su antiguo amigo.
Como él mismo expuso en su fundamental artículo Historias e historiadores, publicado en el Boletín Portuense número 18 de 1928, queriendo recrear resumidamente todo lo ocurrido, “con tales individuos no hay más remedio que seguir aquella línea de conducta que para casos tales se trazara el cultísimo y amplísimo monarca que fue Alonso V de Aragón, en su brillante corte de Nápoles. Frecuentemente algún osado niño entraba en polémica con un Lorenzo Valla, con un Panormita, con un Filelfo, en presencia del Rey, y salía descalabrado. Entonces Alfonso con su socarronería aragonesa, evitaba cuidadosamente todo reproche, y mirando sonriente al atrevido se limitaba a decirle estas palabras que yo me permito repetir a Plinio de Syria (en realidad, a Rafael Barris, que usaba dicho seudónimo): “Vayte mio fillo, vayte a estudiar”.
historiadores como las acaecidas entre el portuense Hipólito Sancho y el sevillano Rafael Barris