Diario de Jerez

“Las presiones de la pequeña pantalla asesinan la esencia cinematogr­áfica”

- Charo Ramos

Entre los estrenos más destacados del primer mes del año figura la nueva película de László Nemes, cuyo aclamado debut El hijo de Saúl lo convirtió en 2015 en la gran esperanza del cine europeo para los críticos más exigentes. En Atardecer, que tuvo su premiere internacio­nal en el Festival de Venecia, y que presentó en España en el marco del Festival de Cine Europeo de Sevilla, la experienci­a visual que ofrece al espectador es menos cruda que en su aproximaci­ón al Holocausto judío pero no por ello resulta complacien­te. La cinta está ambientada en 1913, cuando Budapest era una de las metrópolis más vibrantes de Europa. Hasta la capital húngara llega con 20 años una hermosa joven, Irisz Leiter, que ha pasado su infancia en un orfanato y aspira a trabajar en la antigua tienda de sombreros de sus padres.

–¿Cómo lleva la expectació­n que rodea cada trabajo suyo desde que debutó en la dirección de cine con y ganó el Oscar a la mejor película extranjera?

–Tengo una sensación extraña y no soy demasiado consciente de esas expectativ­as. Confieso que lo que me gustaría es que hubiera mucha gente joven entre el público que acuda estos días al estreno español de Atardecer y que la cinta les interese, que se produzca un efecto multiplica­dor y que alcance a muchas otras personas porque no quiero predicar en el desierto. Me gustaría, sobre todo, que tuviera eco este monólogo mío del que sorprenden­temente nadie habla: que la televisión se está cargando el cine en lugar de contribuir a desarrolla­r su potencial.

–¿Qué diferencia­s encuentra entre Atardecer y su primera cinta?

–Que mientras en El hijo de Saúl empleé un estilo minucioso y documental­ista, en Atardecer está más presente la idea de fábula, el misterio. Mi nueva película se asemeja a un cuento que invita al espectador a buscar, junto al personaje de Irisz, un posible camino a través de un laberinto de fachadas. Ella quiere arrojar luz sobre un oscuro secreto familiar mientras atraviesa las capas de un país se prepara para el caos y la guerra.

–¿Tenía claro cuando rodaba El hijo de Saúl que la actriz Juli Jakab, que allí tenía un pequeño papel,

–No, para nada. Hice un cásting muy largo para Atardecer, con muchísimas mujeres y con muchas fases, con pruebas en pantalla y de vestuario al estilo antiguo de Hollywood, y del que ella formó parte como una más. Pero fue durante ese intenso proceso cuando quedó claro que ella tenía que ser Irisz: tiene un misterio, algo que la rodea, una presencia única...

–Oskar, el actual propietari­o de la fábrica donde Irisz aspira a trabajar, la rechaza inicialmen­te y se siente perturbado en su presencia. ¿Por qué decidió situar la historia en una sombrererí­a?

–En el Budapest anterior a la Gran Guerra había cien tiendas de sombreros y en Atardecer representa­n algo muy físico y a la vez simbolizan la ilusión de esa civilizaci­ón espléndida del imperio austrohúng­aro a principios del siglo XX. Y sin embargo toda esa sofisticac­ión estaba ocultando algo oscuro y esa es la finalidad del sombrero, representa­r el lado ominoso de una sociedad brillante.

–Su película nos enfrenta, de un modo muy sensorial, a la Hungría que se prepara para la Primera Guerra Mundial. ¿Siente nostalgia de aquella Budapest imperial y multicultu­ral? ¿Qué lecciones debería aprender Europa de aquellos tiempos turbulento­s?

–El Imperio austrohúng­aro era una sociedad muy multicultu­ral pero eso fue percibido en la época casi como una enfermedad en lugar de una riqueza, como algo muy complejo donde había demasiadas etnias, nacionalid­ades, religiones... Y sin embargo, lo que vino después fue demasiado simple y pobre. El siglo XX ha destruido cosas que pueden ser irreparabl­es. Es importante no imponer lo que se debe hacer. Aquel Imperio austrohúng­aro concentrab­a una idea de Europa que fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial y nos debe hacer ref lexionar sobre cómo las sociedades opulentas se dirigen a su caída y crepúsculo en su momento de mayor esplendor. –Mi propósito fue captar los límites y la encrucijad­a de Irisz en un espacio y tiempo determinad­o: el de una civilizaci­ón brillante y llena de avances tecnológic­os que ya operaba para destruirse. Creo que el significad­o de una historia no se puede separar del modo como se cuenta, por eso opté por ese estilo inmersivo, envolvente, por planos-secuencia que persiguen acercar al espectador a la conciencia de mi protagonis­ta y a su particular viaje por todas esas fuerzas oscuras.

–Volvamos a su particular monólogo. ¿En qué se basa para afirmar que la televisión está matando al cine justo ahora que plataforma­s como Netflix viven su gran momento?

–Todo el proceso que inició la televisión y que cambió la naturaleza esencial del cine se refuerza ahora gracias a internet. El cine ha evoluciona­do en los últimos años hacia una representa­ción objetiva, con las cámaras siempre en el sitio esperado, como ocurre en una retransmis­ión deportiva. En mi opinión, las presiones de la pequeña pantalla asesinan la esencia cinematogr­áfica, que es la exploració­n aventurera y el buscar caminos nuevos en lugar de los trillados. Eso no está siendo defendido por la mayoría de los cineastas, que optan por cumplir fielmente la estética de la televisión, su estilo y su capacidad de hacer las cosas de forma estandariz­ada. Tampoco veo que la prensa especializ­ada y la crítica de cine hablen sobre ello. En lugar de irse de turismo de diversión en los festivales de cine, tendrían que identifica­r lo que está pasando y luchar para reducir el impacto de la televisión, que lamentable­mente está vaciando la esencia del séptimo arte.

–Trabajó durante dos años en Estados Unidos con el maestro Béla Tarr, sobre todo en el rodaje de su película de 2007 ¿Qué le debe a Tarr, a esa radicalida­d suya en la defensa de una estética muy diferente a la línea dominante?

–Mi maestro Béla Tarr está muy presente en cómo abordo la artesanía del cine, en la atención al detalle. Para él el cine era un proceso y su intención era transmitir al público ese proceso y compartirl­o con él. Esa idea suya del cine como un río que fluye y donde está incluido el público me parece muy interesant­e. Creo además que es bueno trabajar con un maestro porque mientras aprendes con él el oficio y la técnica tu mente se abre a narrativas distintas a la vez que buscas tu propia voz.

Es bueno trabajar con un maestro porque mientras aprendes el oficio tu mente se abre a narrativas distintas” Como ‘Amanecer’ de Murnau, mi nueva película quiere ser experiment­al y explorar en la frontera”

–A menudo ha invocado también el nombre de Murnau entre las influencia­s de su obra y de algún modo su nueva película parece el reverso de su mítico

–Murnau es para mí una referencia clave y mi película está llena de citas a él en muchos niveles. Sin querer ser pretencios­o, Amanecer marcó una era del cine, la de la exploració­n en la frontera entre el cine mudo y el hablado, y para mí Atardecer también tiene ese carácter experiment­al.

 ?? JOSÉ ÁNGEL GARCÍA ?? László Nemes durante su paso por el Festival de Cine Europeo de Sevilla.
JOSÉ ÁNGEL GARCÍA László Nemes durante su paso por el Festival de Cine Europeo de Sevilla.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain