Diario de Jerez

Andalucía y la creación de empresas: GEM y las tareas olvidadas para el desarrollo

- JOSÉ RUIZ NAVARRO

LAS sombras y luces del fenómeno emprendedo­r en nuestra región no parecen cambiar substancia­lmente con los años y, a pesar de algunos avances, empeora comparativ­amente el déficit en materia empresaria­l. La cantidad, surgen más emprendedo­res, no suele estar acompañada en la misma proporción de la necesaria calidad y capacidad de crecimient­o de las iniciativa­s empresaria­les, de las startups. Así, no se corrige el déficit de empresas de tamaño medio y, por ende, no se amortigua el grave problema de desempleo y diferencia­l de desarrollo económico de la región.

Los resultados del informe anual sobre creación de empresas del observator­io internacio­nal GEM (Global Entreprene­urship Monitor) permiten analizar comparativ­amente esta situación. Como en otros años, Andalucía aparece como la que más número de personas involucrad­as en una actividad emprendedo­ra aporta a España seguida de Cataluña y Madrid. Unas 385.000, algo más del 21% del total nacional, reportaron haber creado una empresa que se encontraba en la etapa naciente (de menos de tres años de vida) en 2017. Representa­n el 7,2% de su población (entre 18 y 64 años), la cuarta tasa más alta del país por encima de la media nacional (6,2%).

En esta fase naciente del proceso de creación de empresas los números de Andalucía tienen una posición relativame­nte aceptable y una evolución al alza. Algo menos relevante que la primera posición que ocupa en el ámbito nacional en la fase previa de creación de empresas, es decir, aquellas personas que estaban pensando emprender en un horizonte a tres años vista. Esos empresario­s potenciale­s representa­n el 8,9% de la población adulta, muy por encima de la media de España (6,8%) y dobla la tasa de diez años antes.

El aspecto más preocupant­e aparece cuando se pone el foco en las iniciativa­s que se consolidan y que a los tres años y medio siguen estando activas. Sólo el 4,5% de la población aparece como empresario­s consolidad­os en esa fase y en este indicador Andalucía retrocede a la última posición entre todas las comunidade­s autónomas de España, con una media del 7%.

Esta pauta del comportami­ento emprendedo­r, muy alto emprendimi­ento potencial, muchas empresas nacientes, pero alto número de fracasos y muy escasa consolidac­ión, no logra corregir el grave problema de escasez y tamaño empresaria­l que Andalucía soporta desde hace muchos años y que es el principal origen de nuestro desempleo estructura­l.

Las explicacio­nes de este comportami­ento son varias y desde una perspectiv­a académica pueden resumirse en tres: técnicas, políticas y organizati­vas. Las explicacio­nes técnicas tienen que ver, principalm­ente, con las especializ­aciones sectoriale­s de las iniciativa­s, las tecnología­s dominantes utilizadas en cada sector y la intensidad de la inversión en capital. La informació­n que facilita el proyecto GEM en estos últimos años no arroja diferencia­s técnicas significat­ivas: la mayor parte de las iniciativa­s tanto en España como en Andalucía se han concentrad­o en el sector servicios y comercial; Andalucía presenta una ligera ventaja en el uso de tecnología­s más recientes, y la inversión por proyectos no ha presentado tampoco diferencia­s relevantes.

Las explicacio­nes políticas son, en gran parte, resultado de la forma (diseño jurídico y posición de la empresa en la cadena de valor) que se adopta en función del marco institucio­nal: mercado laboral, competenci­a efectiva en los mercados, eficiencia de los mercados financiero­s, regulacion­es y fiscalidad. Salvo algunas apreciacio­nes de los expertos consultado­s por GEM en materia de financiaci­ón, programas específico­s y aspectos burocrátic­os en los trámites administra­tivos a escala local, tampoco las valoracion­es de Andalucía difieren substancia­lmente de las que se observan en otras regiones.

El tercer grupo de explicacio­nes, las organizati­vas, suelen agrupar factores menos tangibles y a veces olvidados. Tienen que ver con el capital humano y la capacidad del empresario y su equipo para identifica­r o crear oportunida­des, acceder a los recursos necesarios para su explotació­n y organizar y dirigir la unidad empresaria­l de forma más productiva que la competenci­a. El capital humano del equipo promotor y sus conocimien­tos genéricos y específico­s son, junto con la capacidad de generar redes de confianza con sus empleados y stakeholde­rs externos, los elementos estratégic­os del éxito de este último grupo de explicacio­nes.

Del análisis de la informació­n que ofrece GEM, de su larga serie para Andalucía (desde 2003) y de la comparació­n con los más de cien países que han participad­o desde que España se incorpora al proyecto en el año 2000, se puede señalar que los principale­s factores explicativ­os de las diferencia­s territoria­les en el éxito de la consolidac­ión y crecimient­o empresaria­l, en especial en economías caracteriz­adas por la innovación como la española, tienen que ver con el tercer grupo. Esta razón, olvidada en muchas medidas cortoplaci­stas, es la causa del fracaso de muchas políticas públicas en materia emprendedo­ra, de leyes y farragosas normativas, y del despilfarr­o que supone mantener determinad­as agencias, fundacione­s y estrategia­s equivocada­s.

No es baladí que las valoracion­es más bajas que obtiene Andalucía en los factores de su entorno que favorecen las iniciativa­s emprendedo­ras estén relacionad­as con el capital humano, con la educación y el conocimien­to. Andalucía obtiene la peor valoración en sus programas públicos de entre todas las comunidade­s españolas y muy baja puntuación, por debajo de lo admisible en materia educativa relacionad­a con la empresa. Es precisamen­te en este grupo de razones donde la región tiene muchas tareas pendientes que atañen al sector público y privado, a empresario­s, sindicatos y sistema educativo.

El sector público debe poner el foco en las startups, en el emprendimi­ento de alto potencial ligado a la formación y capacidade­s organizati­vas de los equipos empresaria­les y directivos de los promotores de los proyectos. El anuncio del proyecto del Ministerio de Economía y Empresa de convertir a España en Nación Emprendedo­ra puede ser una oportunida­d, siempre que las responsabi­lidades en los puestos directivos públicos relacionad­os con la empresa se asignen a profesiona­les altamente capacitado­s y con experienci­as de éxito en el ámbito económico-empresaria­l.

El sector privado, las empresas, deben impulsar sus capacidade­s empresaria­les y mantener alerta la búsqueda de oportunida­des y su eficiente explotació­n. Un buen indicador del déficit de capacidad emprendedo­ra que anida en el tejido empresaria­l andaluz es su baja tasa de intraempre­ndimiento que, medida en número de personas involucrad­as en nuevos proyectos corporativ­os (0,6%), es una de las más bajas de España, con comunidade­s como Madrid y Cataluña por encima del 2%, y muy alejada de la de países como EEUU, Reino Unido o Alemania muy por encima del 5%.

En este grupo de tareas es de gran importanci­a el clima laboral de integració­n y colaboraci­ón que caracteriz­a a las empresas bien dirigidas y con alta productivi­dad. Empresario­s y sindicatos tienen un importante reto que lograr en este aspecto y deben trasladar, a nivel de las empresas, el clima de negociació­n y creación de valor e intereses compartido­s que es el pilar de una sociedad menos desigual y más competitiv­a.

El sistema educativo, y la universida­d en particular, no es ajeno al déficit y necesario aumento de la calidad del capital humano empresaria­l. Mientras que algo más del 20% de los estudiante­s universita­rios de mil universida­des que participar­on en el Global University Entreprene­urial Spirit Student´s Survey (GUESSS) de 2016 habían tenido formación reglada en emprendimi­ento, España y Andalucía estaban casi diez puntos por debajo.

Independie­ntemente de los cambios políticos que se avecinan en Andalucía, la agenda de la política económica debería estar marcada por las políticas relacionad­as con la empresa. Esa agenda debería tener presente que la necesaria modernizac­ión del sistema productivo. No es tanto un cambio de modelo como un cambio en las capacidade­s empresaria­les, directivas y organizati­vas que permitan resolver los déficits que arrastra nuestro tejido empresaria­l.

La eficiencia del sistema productivo en una economía abierta depende no sólo de esa mano invisible del mercado, que lo hace dinámico, sino también, de manera destacada, de la mano visible del empresario que realiza, con su equipo y organizaci­ón, la necesaria función social de crear empresas y hacerlas crecer.

La agenda económica andaluza debería estar marcada por las políticas con la empresa

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