Días grises...
En estos grises días que nos ha tocado vivir, en los que la reclusión nos ha llevado a tirarnos piedras, por no escribir ‘mierda’ entre ambos bandos (izquierda y derecha), hay una constante que envuelve la práctica de todos/as aquellos/as a los/as que leo: la incapacidad de autocrítica.
Una incapacidad que conlleva la potestad de culpar al de enfrente rápidamente, un hecho que nos distancia e inhibe de nuestra responsabilidad en la acción, una práctica habitual en los corrillos de patios de los colegios; una praxis que hemos adquirido e incorporado a nuestra vida porque ella nos exenta de pensar, y si vamos más allá incluso de reflexionar, sobre las consecuencias de nuestros actos. Un hecho cotidiano y asimilado, por nuestra sociedad individualista, con el que convivimos, porque nos facilita nuestra empobrecida existencia, exenta de responsabilidad.
A través de la práctica diaria de Asthanga Yoga, he aprendido que cada uno/a es responsable de su práctica, es decir, en la sala no puedo culpar a nadie de mis errores, la responsable soy yo, de nada me sirve decir o pensar “fulanito lo hace así…, por eso yo hice lo que hice…”, o “por eso hoy no me esforcé…” de nada me sirve ese pensamiento vacío porque yo soy responsable de mi práctica, y únicamente de mí depende su evolución, estancamiento o involución.
¿Por qué no somos capaces de aceptar, acatar e implementar esta práctica? ¿Por qué no la incorporamos a nuestras vidas? La respuesta es sencilla, es más fácil culpar al otro/a que asumir nuestra responsabilidad, es más fácil no ser responsable de nuestras acciones y siempre encontrar un/a culpable, al que señalar con nuestro dedo índice, al que despojar de su humanidad y al que humillar hasta la saciedad, todo sea por nuestra incapacidad de autocrítica.
Y ahora viene la segunda parte, que acontecerá en unos meses en nuestro contexto político; ¿qué ocurre cuando alguien pide perdón por su comportamiento? ¿cuántos de nosotros/as hemos aprovechamos tal ocasión para instigar, reprochar y ensañarnos aún más si cabe con quién pide perdón…? Porque, cuando se presenta el momento de perdonar, nos han inculcado y hemos preferido aprender que es justo la ocasión para culpar; ocasión que nos hace sentirnos poderosos/as e incluso nos produce placer… así es el ser humano, encuentra placer en el sufrimiento del otro.
He encontrado muy pocas personas, no más de tres, en estos días que hayan sido capaces (sin o habiendo reflexionado sobre el tema que aquí nos ocupa) de evaluar coherentemente el comportamiento de los partidos políticos a los/as que han votado o por los que sienten cercanía. En un momento histórico en el que se nos brinda la oportunidad de crecer como personas, nos vemos reducidos por nuestra incapacidad de mirar hacia el interior, por la incapacidad de ref lexionar, de mirar más allá, y lo fácil se vuelve la primera elección, la de culpar una y otra vez, la de lanzar mierda contra el otro, mierda que hemos recogido de nuestra propia fachada y que han lanzado los/as otros con sus propias manos, ajenos/as también a la responsabilidad de sus actos y a su incapacidad para la introspección.
Ciudadanos/as y gobernantes/as culpables hay muchos/as en nuestro país, responsables/as muy pocos/as. Silvia Mª Vega Saldaña (Jerez)