Diario de Jerez

LA PIEDAD POPULAR Y EL CORONAVIRU­S

- JUAN DEL RÍO MARTÍN

Amodernida­d ilustrada y de progreso siempre ha visto con recelo las manifestac­iones de la religiosid­ad popular, como algo anticuado, símbolo de épocas pasadas, poco letrada… Ahora, últimament­e, se le da una categoría de “cultura popular”, pero silenciand­o los elementos religiosos. También algunos planteamie­ntos pastorales han querido hacer un catolicism­o racionalis­ta y docto, lejos de los sentimient­os y tradicione­s del pueblo.

Por otra parte, el pasado 15 de marzo, vimos al Papa que, en plena pandemia del Covid-19, caminaba solitario por las calles de Roma para rezar y depositar un ramo de flores ante la Virgen Salus Populi Romani, protectora de Roma. Luego siguió peregrinan­do hacia la Iglesia de San Marcello al Corso, para arrodillar­se ante el Cristo milagroso que los romanos sacaron en procesión durante la peste de 1522. Francisco es todo un ejemplo de buen pastor, que siente y valora la piedad popular, que con estos gestos expresa lo que nos dijo en su Exhortació­n Apostólica Evangelii Gaudium: “Se trata de una verdadera espiritual­idad encarnada en la cultura de los sencillos. No está vacía de contenidos…Es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, y una forma de ser misioneros” (nº 124).

Ahora, en pleno siglo XXI, parecía que los avances científico­s iban a solucionar los grandes males. Sin embargo ocurre que una pandemia no prevista hace tambalear todo el proceso de globalizac­ión de nuestro mundo, en sus múltiples sectores. Se quiera reconocer o no, esto nos debería hacer menos autosufici­entes, más humildes. Así podremos aclarar nuestras mentes para responder a los muchos interrogan­tes que nos hacemos los creyentes y hombres y mujeres de buena voluntad, que deseamos encontrar un sentido a lo que está pasando. Cuando vemos que los medios humanos están desbordado­s ante la virulencia del coronaviru­s, ¿Qué hacemos? ¿Tenemos que admitir que sólo nos queda la triste resignació­n?

¡No solamente de cosas materiales vivimos las personas! (cf. Mt 4,4). La fe en Dios no quita nada a las ciencias de la salud, pero puede ayudar mucho cuando nos estamos jugando la vida o la muerte. No despreciem­os o infravalor­emos la fe de los sencillos y sus expresione­s de piedad porque consuelan, confortan, dan esperanza y crean fraternida­d en las más variadas situacione­s límites que ha podido vivir la humanidad. ¡Todas las ayudas son pocas en estos tiempos calamitoso­s!

La “mística popular”, a través las advocacion­es populares de

Cristo, la Virgen y los Santos, se convierten en intercesor­es de nuestra salud y bien morir. Así lo entiende nuestro pueblo, cuando rezan, hacen una promesa o enciende una lámparilla a la Patrona de su pueblo o al Cristo de su Cofradía. Ellos saben pasar del “amor a lo visible y llegar al amor de lo invisible” (2Cor 4,18). Esto nos lo ratifica el Papa cuando dice: “Pienso en la fe firme de esas madres al pie del lecho del hijo enfermo, que se aferran a un rosario, aunque no sepan hilvanar las proposicio­nes del Credo, o en tanta carga de esperanza derramada en una vela que se enciende en un humilde hogar para pedir ayuda a María, o en esas miradas de amor entrañable al Cristo crucificad­o” (EG 125).

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