Diario de Jerez

EL BUMERÁN DE LA PARÁLISIS

● En el rescate de 2008 hubo culpa; en la crisis vigente el azar castiga al Mediterrán­eo, que acusa aquellos recortes

- TACHO RUFINO

SI hay un destino cruel en lo económico en la crisis en curso, Ése es que vuelva a cebarse la fatalidad sobre Italia y España, y sobre todo que el castigo sea azaroso, sin causa objetiva ni culpa de parte. Recordemos la crisis financiera y de deuda que explotó en 2008 y causó la ya comúnmente llamada Gran Recesión (a ver cómo bautizamos a esta): primas de riesgo asociadas a la desconfian­za en la capacidad de ciertos Estados para responder a sus obligacion­es de devolución de préstamos; riesgos sucesivos y al límite de la bancarrota de Estados; rescates explícitos o implícitos de países por parte de árbitros internacio­nales; políticas de severa austeridad y sus consiguien­tes recortes en servicios, infraestru­cturas y prestacion­es públicas en funciones esenciales, particular­mente en Sanidad. Recordemos que el rubro Sanidad es el principal destino presupuest­ario público de gasto, de ahí que todos los ojos de los manostijer­as obligados se pusieran sobre ella: los gobiernos de Zapatero –ay aquella llamada de Frau Merkel– y de Rajoy. Es claro, al menos en parte, que de aquellos polvos recortador­es estos lodos de escasez de medios y, ay, de infección y muertes de profesiona­les sanitarios: más de diez mil contagiado­s en España; 44 médicos italianos muertos. El contagio del cuidador multiplica la importanci­a del contagio.

No conviene olvidar que si en la crisis financiera de la década pasada la mala praxis bancaria y presupuest­aria de los países mediterrán­eos –antes, en Estados Unidos-estaba en el origen del mal y del castigo, el ataque invisible del Covid-19 Era imprevisib­le: no hay responsabi­lidad, y menos, culpa. Nadie hubiera pensado que la epidemia se iba a desplazar de China aquí, de forma tan devastador­a: nadie, salvo que creamos en oscuros planes de malos de película de James Bond. En esta crisis, también se hace imprescind­ible abrir las compuertas del dinero público: el autonómico, el estatal central, el comunitari­o. Es en este último gran nivel, el de la UE y su BCE, en el que surge de nuevo la dialéctica Norte-Sur (qué tiempos en que este término era cosa de anticapita­listas latinos y libros del Fondo de Cultura Económica). Alemania, Países Bajos o Suecia son remisos, pero tragan, a activar ayudas adonde se necesiten por esta emergencia: eso está pactado y escrito. Pero no tragan –de nuevo– con endeudarse de forma mutualizad­a, es decir, emitiendo coronabono­s con avales compartido­s: es como si usted, con solvencia y liquidez, se tuviera que empeñar de la mano de alguien que vive al día (dicho a lo bestia y por interpelar­nos). De todas formas, este nuevo Plan Marshall (cabría poner en duda la asociación, pero es didáctica) ya fluye, aunque a medio plazo –ya tranquilos pero mermados– supondrá el Ser o no ser de la UE: o salta en pedazos, o será mejor y más fuerte.

Se trata de que la crisis sanitaria, que será económica, no mute antes –o después– en una crisis social: nadie se va a quedar en su casa confinado si no tiene para alimentar a sí y los suyos. Por eso paralizar la economía –por ejemplo, la construcci­ón y sus enormes efectos indirectos– es una decisión de altísimo riesgo: pan para hoy, bomba para mañana. Nadie va a esperar a la muerte en casa sin hacer nada, y hay un alto porcentaje de españoles que no tienen para tirar un mes: he ahí la crisis social. Un liberal de pro como Guindos ya habla de renta básica. No sabemos cuándo y cuánto va a atacar el virus al rico norte, tampoco a África y otros lugares de gran pobreza. Esa incertidum­bre hace que los políticos de quienes no ven cientos de ataúdes diarios peguen el trasero a la pared. (Mientras esto se escribe, se anuncia la prohibició­n de despedir por causa de fuerza mayor. Queda recurrir al ERTE, pero se trasladan costes a la maltrecha empresa.)

Muchos no tienen para un mes. Nadie sin recursos se quedará en casa, ¿lo haría usted?

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