El macro proyecto flamenco que quiso ser el ‘Guggenheim’ jerezano
● Se calculó en 30 millones de euros el coste de la inversión y su ejecución en uno o dos años
El dos de diciembre de 2005 Jerez vivía uno de esos momentos (uno más en una ciudad ya desengañada) en los que vio dar sus primeros pasos un proyecto de gran importancia e impulso para uno de sus valores endógenos: el f lamenco. Y no con cualquier cosa. Se ponía la primera piedra de la Ciudad del Flamenco, un gran complejo diseñado por los laureados arquitectos Herzog y De Meuron. Este espacio se diseñó con cuatro contenidos: el museo, el Centro Europeo Andalusí, el auditorio con capacidad para 800 personas y la Escuela Superior de Flamenco, que tendría incluso formación profesional reglada. Este espacio solucionaba gran parte de la integración del centro histórico en la ciudad, como foco de atracción de visitantes y expertos. Pasaron
tres años desde que se anunció el macro proyecto, en 2012, hasta que se puso la primera piedra por Pedro Pacheco y Pilar Sánchez. Estuvo Bibiana Aído, delegada de Cultura, que anunció que la Junta de Andalucía participaría al menos en uno de los cuatro pilares que conforman este proyecto, el del museo del f lamenco. De la primera piedra y de algún que otro avance como muestra del exquisito diseño, además de arreglarse la Nave del
Aceite por cuenta municipal y quitarse los yerbajos, lo restante fuer una continua pelea en la que la Ciudad del Flamenco fue ignorada por las administraciones; más bien despreciada. Aquel día feliz de diciembre de 2005 se reunieron José Mercé, Antonio El Pipa, Moraíto, Angelita Gómez, Paco Cepero, El Guapo, Juan de la Plata, El Carbonero o Fernando de la Morena, dando su apoyo, del mismo modo que las administraciones consideraron fundamental para el desarrollo de Jerez, tanto desde del punto de vista artístico como económico. Se dijeron buenas palabras pero se las llevó el viento de la política y lo que quiso ser el Guggenheim de Jerez paso a ser la actual zona de esparcimiento de la plaza de Belén. Al menos los las malas hierbas desaparecieron, también las ratas y el aspecto de zona de guerra que tenía. Siguió esperando unos dineros que nunca llegaron.