Las pateras echan el ancla
● En enero y febrero se multiplicaron por 14 los cayucos en Canarias, hasta cinco por semana, pero en marzo ha habido un frenazo en seco
Las patrullas que constantemente recorren las calles de Marruecos para asegurarse de que la población respeta el confinamiento contra el coronavirus han ralentizado el flujo de pateras hacia Canarias, pero en las islas nadie se atreve a decir cuánto durará este paréntesis, ni menos aún cómo será ahora la acogida a quien llegue a un país en cuarentena.
Desde que el verano pasado se reactivó la ruta atlántica hacia Canarias, ante el endurecimiento de la vigilancia en el Estrecho de Gibraltar y el mar de Alborán, donde el movimiento de inmigrantes por mar ha caído a la mitad, el tráfico de pateras hacia las islas se ha multiplicado varias veces hasta alcanzar cifras desconocidas desde el final de la crisis de los cayucos de hace una década.
Sólo en enero y febrero llegaron a Canarias 1.181 inmigrantes en 40 pateras, catorce veces más que en el mismo período de 2019, a un ritmo medio de casi 150 personas y cinco embarcaciones por semana.
Sin embargo, el movimiento de pateras se detuvo en seco durante quince días. Desde que el 5 marzo, cuando se rescató a un cayuco con 48 personas al sur de Gran Canaria, hasta el día 20, cuando se socorrió a otro con 45 ocupantes en la misma isla, sólo silencio.
Entre ambas fechas ocurrieron dos episodios a los que se presupone una influencia directa sobre el parón en la salida de pateras: el primero, el temporal de calima y mala mar que se vivió la última semana de febrero en Canarias y también en el Sahara Occidental (el peor en las islas en cuatro décadas) y la irrupción del coronavirus en Europa, primero en Italia y luego en España, que llevaron a Marruecos a restringir los vuelos y a reforzar la vigilancia en sus fronteras, hasta terminar cerrándolas al tránsito de personas.
El impacto del primer fenómeno es evidente: la misma espesa nube de polvo del Sáhara que obligó a cerrar dos días los aeropuertos de Canarias convertía en muy difíciles –cuando no en suicidas– los cuatro o cinco días de navegación que se necesitan para llegar en patera a las islas desde Dajla, el punto de salida más frecuente.
La influencia de la crisis del
coronavirus, que desde el 14 de marzo mantiene a España oficialmente confinada en estado de alarma, está aún por ver. La Agencia Efe ha preguntado por ella a oenegés y cuerpos de seguridad que trabajan directamente en este campo, en los dos lados de esta frontera marítima, en Marruecos y en Canarias.
La activista Helena Maleno, cabeza visible de la ONG Caminando Fronteras, que reside en Tánger, lo tiene claro: con el Ejército y todas las fuerzas de seguridad de Marruecos desplegadas en las calles para vigilar que sus ciudadanos se quedan en casa, es muy difícil que nadie se arriesgue a ir a la costa a coger una patera.
Para salir de casa se necesita un salvoconducto y, en medio de calles vacías a cualquier hora del día, en estos momentos cualquier
grupo de personas llama mucho la atención.
Para ilustrar la situación, Maleno envía a Efe un vídeo que circula en redes sociales con un militar marroquí gritando en francés, megáfono en mano, a los inmigrantes subsaharianos que se adivinan tras las ventanas de un complejo de viviendas: “¡Amigos africanos, quédense en casa!”, “¡Amigos africanos, bienvenidos, estamos aquí para ayudar, permanezcamos ahora todos juntos!”.
Ese es el panorama, aunque a veces resulte mucho menos amistoso. El 11 de marzo, tres días antes de que España se declarase en estado de alarma, Marruecos anunció que había detenido a 45 emigrantes subsaharianos que pretendían salir desde una playa al norte de Dajla y se había incautado de abundante combustible y equipos logísticos.
Así que los miles inmigrantes que se concentran en esa ciudad del sur del Sahara a la espera de que llegue su día para cruzar a Europa están tomando más precauciones, asegura Maleno, tanto para no exponerse a un arresto, como para procurar no contagiarse de un virus que podría ser muy peligroso para ellos. Los inmigrantes africanos son en su mayoría jóvenes, pero muchos han contraído en sus meses o años de periplo hasta Marruecos desde su país tuberculosis u otras enfermedades que les hacen vulnerables.
Un responsable de las fuerzas de seguridad españolas que trabaja en contacto directo con los equipos de enlace desplegados en varios países africanos lo corrobora: las patrullas de soldados y policías de Marruecos desde el confinamiento han tenido un efecto disuasorio, pero advierte de que el flujo se frenó unas semanas antes de que apareciera el coronavirus. Según su criterio, desde unos meses atrás se nota un mayor esfuerzo de Marruecos por frenar las pateras.
También apunta otro dato: la mayor vigilancia policial en el Sáhara está desplazando las salidas más al sur. De hecho, precisa que el primer cayuco que llegó a Canarias desde que se decretó el estado de alarma (el 20 de marzo) había salido desde Nuadibú, en el norte de Mauritania, y llevaba al menos una semana navegando.