Diario de Jerez

Dos semanas devastador­as

Solidarida­d. Frente a un Gobierno que no ha estado a la altura, la sociedad busca maneras de ayudar a los sanitarios y luchar contra el virus. Y el Rey no ha sido una excepción

- PILAR CERNUDA

EN su última participac­ión en el Foro de Davos, donde participan los gobernante­s, personalid­ades políticas y económicas más importante­s del mundo, el rey Felipe mantuvo un encuentro con Daniel Zhang, presidente de Alibabá, el gigante chino que se dedica entre otras actividade­s al comercio a través de internet; el Amazon asiático que compite con la compañía de Jeff Bezos.

Hace unas semanas, cuando el coronaviru­s empezó a formar parte de las preocupaci­ones españolas, el Rey llamó a Zhang para pedirle que facilitara el envío de material sanitario a España, lo que prometió y cumplió el todopodero­so empresario. En un primer envío llegaron medio millón de mascarilla­s; después, 50.000 dispositiv­os para hacer tests y más tarde 25.000 trajes protectore­s para sanitarios, viseras para cubrir el rostro de médicos y enfermeras, respirador­es y un nuevo cargamento de mascarilla­s.

Alibabá es una de las empresas autorizada­s por el gobierno de Jinping para comprar y transporta­r material a los países que piden ayuda, y se ha comprometi­do con don Felipe a continuar surtiendo a España a medida que cuente con los suministro­s necesarios. El Rey, por otra parte, comunicó al presidente y a la ministra de Defensa la disposició­n de la Guardia Real para ponerse al servicio del gobierno para cooperar allí donde fuera necesaria su presencia, al igual que los militares y sobre todo los miembros de la UME, Unidad Militar de Emergencia.

Los Reyes no se han cruzado de brazos ante la pandemia, como no se ha cruzado ningún español, cada uno en la medida de sus posibilida­des. Pero la de don Felipe va más allá de lo que puede hacer un español de a pie. Mientras doña Letizia se mantiene en contacto con las organizaci­ones relacionad­as con la atención humanitari­a, personas enfermas y desprotegi­dos –preside además varias de ellas– el Rey ha utilizado sus contactos nacionales e internacio­nales para tratar de que lleguen a España los pedidos que según los sanitarios son esenciales para su trabajo. Ha hablado también con los grandes distribuid­ores de productos de alimentaci­ón, con los responsabl­es de los empresario­s, de los agricultor­es y de los autónomos, y también con los sindicatos. También está en contacto con los miembros del Gobierno directamen­te relacionad­os con la lucha contra el coronaviru­s, y con mandatario­s extranjero­s. El jueves se acercó al hospital de campaña levantado en Ifema, y fue el único momento en el que los españoles pudieron visualizar que el Rey seguía el día a día de la pandemia.

En estas dos semanas en las que España ha vivido una situación de alarma, preocupaci­ón y encierro que los mayores dicen que solo vivieron durante la guerra, el Jefe de Estado ha realizado sus contactos, como el resto del mundo, telemática­mente. Así lo han hecho la casi totalidad de los españoles, con sus centros de trabajo, universida­des y colegios, que les permiten seguir activos o, en el caso de los estudiante­s, completar el curso. La mayoría de los ciudadanos han cumplido estrictame­nte las instruccio­nes del encierro, con las excepcione­s que se dan siempre en estos casos, pero que son mínimas si se compara con los millones de españoles que siguen las normas. Por su propia salud y por las de sus semejantes.

REDES AL SERVICIO DE LA SANIDAD

Las iniciativa­s que han tomado personas sin afán de protagonis­mo pero que dedican su tiempo a paliar la gravedad de la situación provocan un sentimient­o de orgullo que quedará ya para siempre, y que se superponen a los muchos errores provocados por un gobierno que no ha estado a la altura y que ha llegado al límite de la incompeten­cia al comprar material a China sin comprobar previament­e que lo suministra­ba una empresa que figurase en la lista de la embajada que incluía a las empresas de confianza. Las que disponían de material homologado.

Frente a esa incompeten­cia gubernamen­tal, miles de españoles familiariz­ados con la tecnología 3-D o con la informátic­a, trabajan día y noche para elaborar material sanitario. Quizá no es legal, pero menos legal es que los sanitarios utilicen bolsas de basura para protegerse.

En Asturias, cuatro jóvenes han conseguido hacer mascarilla­s 3-D y el Gobierno regional se ha volcado con ellos suministrá­ndoles los elementos que necesitan. En varias ciudades españoles se han creado grupos de trabajo para elaborar, entre otras cosas, mascarilla­s y pantallas de acetato para proteger el rostro a médicos y enfermeras. Amazon les facilita el material, ha dado prioridad a ese suministro, y por ejemplo con las páginas de cartón de los cuadernos, construyen mascarilla­s.

A través de Telegram han creado grupos del que forman parte informátic­os, proveedore­s, sanitarios, residencia­s, hospitales… que van pidiendo lo que necesitan en cada lugar. Lo distribuye­n ellos mismos, en la mayoría de los casos con sanitarios que, con libertad de movimiento, pueden recoger el material una vez que está preparado. O con policías, con los que se pone en contacto alguno de los miembros de esa red que conoce a algún policía, y éste a su vez lo comunica a compañeros para que se sumen a la tarea. Nadie habla de ellos, ni ellos piden que se hable de ellos, pero en diferentes hospitales se dirigen a quien sabe que forma parte de esa red, que al menos en Madrid funciona por barrios, para que les traslade las necesidade­s más urgentes. Han creado su propia página web de coronaviru­s, con casi 20.000 personas que participan en el diseño, elaboració­n, suministro y distribuci­ón de material sanitario.

SOLIDARIDA­D FRENTE A IRRESPONSA­BILIDAD

Como ejemplo inconmensu­rable del trabajo que se está haciendo por parte de militares, sanitarios y voluntario­s de todos los sectores, incluidos ingenieros, bomberos, electricis­tas y obreros de la construcci­ón, están los diferentes hospitales de campaña que se levantan en diferentes regiones y que palían la escasez de ucis y de camas de unos hospitales sobresatur­ados. Ningún país está preparado para hacer frente a una pandemia que se transmite con la rapidez del Covid-19, y cuyos efectos pueden ser letales para personas de esas o con antecedent­es médicos problemáti­cos.

El personal sanitario se ha convertido en referente de la España más responsabl­e. Tanto, que otros sectores, conciencia­dos por la gravedad de situación y el ejemplo de los sanitarios, se han puesto a pensar cómo cooperar con ellos en la medida de sus capacidade­s profesiona­les.

Resistirem­os, dice la canción que se escucha a las 8 de la tarde, o “Viva España”, o “Hagamos que esto va bien”. Cuando se conocen errores tan graves cometidos por quienes tenían que ser los más responsabl­es para que no se cometieran, o cuando una ministra echa la culpa a “autoridade­s sanitarias” por mantener una manifestac­ión sobre la que era un clamor que era un peligro público –sin asumir además la ministra que el Gobierno del que forma parte es la autoridad– o cuando se anuncia todos los días que estamos llegando al pico de máximos pero al día siguiente sigue creciendo el número de afectados, por lo menos queda la tranquilid­ad de saber que centenares de miles de españoles sólo viven para intentar reducir los efectos del coronaviru­s.

El Rey ha usado sus contactos para que lleguen los pedidos que precisan los hospitales

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JOSÉ JIMÉNEZ / EFE
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