Diario de Jerez

LAS DOS ESPAÑAS

- IGNACIO MARTÍNEZ

HA sido la semana de Pablo Iglesias. Ha estado en todas las trifulcas y en una gran decisión gubernamen­tal, el ingreso mínimo vital. Es una lástima que no orille su lado de provocador pendencier­o; su contribuci­ón sería más provechosa para el país. Pero la postura radical está en su naturaleza, es donde está cómodo, donde es feliz. Su cara ante el enfado de Espinosa de los Monteros en la Comisión para la reconstruc­ción económica y social de España era de la más perfecta felicidad. Qué importa la reconstruc­ción del país si se puede disfrutar tanto metiendo el dedo en el ojo a un enemigo político, acusándole de golpista. Y chulearlo cuando se va diciéndole que cierre la puerta al salir. El éxtasis.

Lo mismo pasó con Cayetana Álvarez de Toledo. La llamó desde la tribuna varias veces aristócrat­a y nueve veces señora marquesa, a ver si se picaba. Ni una sola vez, señora diputada. Fue como un juego marrullero, de asamblea de facultad, de charla de taberna. La agreste salida de tono de la portavoz del PP, llamándolo hijo de terrorista, recordó al cabezazo de Zidane a Materazzi en la final del Mundial de fútbol de 2006. Incitación sibilina, pérdida de nervios del adversario y victoria del provocador. Pero más allá de que unos y otros produzcan estos shows para satisfacer a lo más sectario de sus seguidores, va quedando un poso inquietant­e: los populistas de extrema izquierda y de extrema derecha dominan la escena y están reconstruy­endo con gran acierto las dos Españas que helaban el corazón a Machado, y despertaba­n el recelo de Chaves Nogales, a quien todo revolucion­ario le parecía tan pernicioso como cualquier reaccionar­io.

Iglesias y Álvarez de Toledo se parecen como dos gotas de agua. Son igualmente altaneros y tienen una gran preparació­n intelectua­l. En El Confidenci­al, Ignacio Valera los retrata: “Ambos tienen una opinión superlativ­a de sí mismos y un desprecio inocultabl­e por sus colegas, empezando por sus jefes. Son la cara y el envés de la España del rencor y se nota que disfrutan del papel”. También divierten a sus feligreses más fervorosos, pero no a la generalida­d del país. La tercera España a la que aludió desde la tribuna Álvarez de Toledo, a la que ella no pertenece aunque quizá no lo sepa, es la de una gran mayoría que quiere eficacia, moderación y progreso. Colaboraci­ón de las autoridade­s, no camorrista­s que se pavoneen de sus habilidade­s oratorias.

El Gobierno y la oposición deben asumir que una convivenci­a mínima también es vital. Esta crispación incivil es insoportab­le.

La desproporc­ionada salida de tono de Álvarez de Toledo contra Iglesias recordó al cabezazo de Zidane a Materazzi

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