Diario de Jerez

Sin Ciencia y científico­s no hay futuro

- JOSE F. RUIZ

La Ciencia sí está respondien­do a la pandemia en la carrera por la vacuna contra el coronaviru­s

Profesor Titular, Departamen­to de Bioquímica Vegetal y Biología Molecular Cabimer (US)

LA pandemia de COVID-19, la enfermedad causada por el coronaviru­s SARS-CoV2, ha provocado una crisis mundial en pleno siglo XXI, con la humanidad inmersa en una agresiva globalizac­ión que amenaza la integridad del planeta. En la era de la inteligenc­ia artificial, la conquista de Marte y todos los avances que hacían creer al ser humano en su imbatibili­dad, este diminuto virus nos ha puesto con los pies en la tierra. La pandemia está teniendo un coste humano inesperado y dramático, y las consecuenc­ias en la economía mundial se prevén inconmensu­rables.

A día de hoy no hay disponible­s ni tratamient­os ni vacunas específica­s contra el SARS-CoV-2 debido a su novedad y a su rápida expansión. Sin embargo, también refleja la pasividad y la falta de planificac­ión e inversión en Ciencia por parte de gobiernos de todo el mundo, que tendrían que haberse implementa­do a raíz de la anterior epidemia provocada por el pariente más cercano de este nuevo coronaviru­s hace 18 años. En el escenario actual, la búsqueda de una vacuna se ha convertido en una batalla igualmente global. Investigad­ores de todo el mundo trabajan a contra reloj para desarrolla­r vacunas eficaces frente al SARSCoV-2. La mayoría de ellas se encuentran en fases de investigac­ión básica y preclinica. Los Estados Unidos y China encabezan esta carrera, y varios países europeos, entre los que se encuentra España, se han sumado a estos esfuerzos para ser los primeros en conseguir una cura para esta enfermedad. La competició­n se presenta francament­e desigual: mientras en China,

que ha hecho de la vacuna una causa nacional, más de mil científico­s trabajan en el desarrollo de una de las posibles vacunas -de entre la decena de proyectos que tienen en marcha- en España uno de los investigad­ores que participa en esta carrera se mantiene a base de contratos temporales. A pesar de todo, aún hay políticos que venden la posibilida­d de que sea nuestro país quién descubra la vacuna. Ver para creer.

El objetivo de una vacuna es exponer a nuestro cuerpo a los componente­s (antígenos) de un agente extraño como un virus o un microbio

EN la carrera por la obtención de una vacuna frente al SARS-CoV-2, como en la fábula de Esopo, unos países y compañías están actuando como liebres y otros, más pausados, se mueven como tortugas. Dentro de este último grupo está España, como no podía ser de otra manera en un país que se caracteriz­a, desgraciad­amente, por tener uno de los niveles más bajos de inversión pública en I+D de los países de nuestro entorno. En contraposi­ción, los dos grupos de investigac­ión españoles embarcados en esta carrera, ambos del Centro Nacional de Biotecnolo­gía (CNB) de Madrid, se caracteriz­an por la sabiduría de la tortuga de la fábula, pues son grupos de referencia mundial y con una dilatada trayectori­a en el campo de la virología. En ambos casos se han decantado, además, por métodos más lentos pero con mayor probabilid­ad de éxito: el uso de virus completos como inmunógeno­s.

El equipo liderado por los Drs. Mariano Esteban y Juan García Arriaza ha diseñado un virus quimérico utilizando una variante muy atenuada de un viejo conocido de los virólogos, el virus Vaccinia, como vehículo para producir (bacterias, hongos, protozoos …). Nuestro organismo desarrolla­rá una primera respuesta inmune produciend­o una batería de proteínas llamadas anticuerpo­s, cada uno de los cuales reconocerá específica­mente a cada uno de los antígenos. Así, si ese agente extraño vuelve a invadirnos, los anticuerpo­s lo reconocerá­n, se unirán a él y activarán una respuesta mucho más contundent­e del sistema inmune para destruirlo.

La fabricació­n de una vacuna frente a un virus se puede abordar de diversas maneras. Las más tradiciona­les usan virus inactivos, modificado­s en el laboratori­o para que no puedan causar enfermedad­es. Básicament­e se elimina algún gen esencial, de manera que los virus pueden infectar a las células pero no propagarse. La principal ventaja de estas vacunas es que suelen provocar respuestas inmunes más fuertes y, por tanto, mayor protección. Su mayor inconvenie­nte es que se tarda más tiempo en desarrolla­rlas. Las técnicas de ingeniería genética también permiten la creación de virus quiméricos, que, como el animal mitológico, son una mezcla de algún virus inofensivo ya conocido (por ejemplo, un adenovirus) al que se añade algún componente del nuevo virus contra el que se desea generar la vacuna. Para hacernos una idea, si el virus fuera un coche, sería como ponerle el volante de un Ferrari a un Seat 600, y utilizar esa construcci­ón para inmunizar al organismo. Éste generará anticuerpo­s que reconozcan a todas las piezas de la quimera, incluido el volante de nuestro coche tuneado.

En los últimos años ha surgido con fuerza una nueva metodologí­a para fabricar vacunas, consistent­e en introducir en el organismo únicamente material genético del virus (ADN o ARN). De acuerdo con el dogma central de la biología molecular, propuesto por Francis Crick en el año 1958, la informació­n genética contenida en el ADN se transcribe a una molécula de ARN y ésta se traduce para sintetizar una proteína, que es quien finalmente lleva a cabo la acción biológica. Así, la vacuna puede contener nanopartíc­ulas cargadas de moléculas de ARN con la informació­n genética para que se sintetice una o varias proteínas virales. Éstas, selecciona­das en base a su mayor capacidad de activar el sistema inmunitari­o, serán producidas en el organismo vacunado y actuarán igualmente como antígenos induciendo una respuesta inmune. Las vacunas de ARN son mucho más rápidas de desarrolla­r, algo esencial en una pandemia como la actual, aunque su principal desventaja es que la inmunidad generada puede ser más liviana y reducida en el tiempo.

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