Desde el duelo a la esperanza
DESDE el dolor colectivo que simboliza nuestra bandera a media asta, comenzamos a hacer balance de lo acontecido. Mi caso personal puede parecer anecdótico para muchos, aunque les aseguro que para mi familia no es menos doloroso. Al principio del estado de alarma fallecía mi padre de parada cardiaca; de causa natural… o no tanto. Lo cierto es que una vez que el médico del 061 decretó su muerte dispusimos sólo de dos horas, antes de que aquellos dos hombres de negro retiraran su cadáver por orden gubernativa, sin que hasta la fecha hayamos podido honrar sus cenizas.
Cierto, no murió de esta maldita enfermedad. Y al igual que la mayoría de nuestros conciudadanos, hemos tenido la suerte de que aún no nos haya golpeado de forma directa. Pero, igual que a nosotros, las consecuencias mediatas de una tragedia de esta envergadura van a pasar factura: Aquellos que vean cercenado su curso académico, quienes se sientan avergonzados ante la mirada de vecinos que les descubren haciendo cola para recoger un plato de comida, serán igualmente víctimas. La ansiedad es hija del miedo, y éste está directamente asociado con la incertidumbre: uno de los rasgos por el que se recordará el paso de esta pandemia por España. Y entre sus muchas causas estaba, además de en los bandazos constantes en las ordenanzas, en el recelo a acudir a un médico ante el riesgo de contraer la enfermedad si se salía a la calle; o por el contrario, ante la perspectiva de morir agonizando en soledad si se quedaban en casa, ante un teléfono de emergencias que no dejaba de sonar. Esta fue la razón por la que desde DKV, junto a la SEMI y la SEMFYC, lanzamos la iniciativa #medicosfrenteacovid; y a cuyos casi 900 médicos, que han atendido de forma altruista a miles de personas y a los que queremos mostrar nuestra gratitud eterna.
La realidad es que la pandemia de la Covid–19, ha triturado literalmente la Ley de Downes y Mui, a la que me refería en la tribuna mencionada; esa Ley que afirmaba que “los sistemas sociales, económicos y políticos cambian de forma lineal, mientras la tecnología lo hace de forma exponencial”. Y es que, esa falta de reflejos colectivos, ese retraso en apoyar algo tan obvio, como la efectividad real de la salud digital para mantener la sostenibilidad del estado del bienestar, sólo una guerra o una pandemia la pueda superar. Y es que la propia historia demuestra que, entre las secuelas de una gran tragedia, se esconden las semillas de la innovación aún por llegar.
La famosa gripe española, como si de una guerra se tratara, causó además estragos en la capacidad de recuperación emocional también de aquellos que no estuvieron en peligro. Pocos días antes de la declaración del estado de alarma, apelaba desde este mismo medio a la responsabilidad moral de reforzar la telemedicina como una de las formas disponibles de afrontar la situación que estaba por llegar, tal y como se estaba haciendo en muchas otras naciones menos afectadas.
La esencia del acto clínico se puede dividir en dos tareas: la dilución de la incertidumbre y el posterior consuelo o terapia derivada. El miedo es una respuesta biológica ante una amenaza, sea ésta aparente o real. Discernir entre ambas requiere muchas veces de conocimientos -o de técnicassólo al alcance del profesional. Pero dicha sabiduría no tiene porqué residir en el mismo espacio físico que el destinatario final. Esa es la esencia de la salud digital. Obviamente, siempre será necesaria la presencia física cuando se requiera, (sólo el 25 % de los casos) pero ésta se hará en mejores condiciones que hasta la fecha, pues el médico habrá recuperado tiempo de calidad, no limitado a los 7 minutos presenciales por persona de que disfrutaba hasta la fecha. Es una responsabilidad moral para todos poner en marcha cuanto antes programas de telesalud mental. Puede que, a pesar de tanta tristeza, finalmente la pandemia nos deje como una secuela positiva los cambios que necesitábamos hacer a nuestro sistema. Millones de consultas presenciales son innecesarias y resta tiempo medico presencial de calidad a quien realmente lo necesita. Al final, a pesar del camino tan duro que nos queda, la vacuna del equipo de Oxford parece representar finalmente una luz entre tantas sombras.