Diario de Jerez

El difícil regreso

- C.P./J.A./J.M.S.R./T.A.

A lo largo de esta semana casi todo el comercio y la hostelería de la provincia ha vuelto a la cita con su clientela después de dos y medio con la baraja echada y facturando nada. Son muy pocos los que han renunciado a continuar, pero los hay. Prefieren no hablar, no contar que no han podido resistir. Otros han abierto pero sólo para liquidar las existencia­s. Otro grupo, sobre todo en hostelería, quiere sacar rendimient­o al verano para entregar el local en otoño y aclimatars­e a otras fórmulas . El covid puede que cambie muchas cosas. Y, por último, están los que quieren mirar con optimismo el futuro. Observamos cuál es el paisaje después del desastre.

Desde hace casi 25 años la ‘Asociación de Labores Minerva’ estaba funcionand­o en Puerto Real con éxito... hasta la llegada del virus. A mediados de marzo cerraron sus puertas y no han podido volver a abrirlas. Paralizarl­a ha supuesto la baja de muchas socias y, a su vez, esas bajas implican menor recursos para seguir haciendo frente a los casi 1.200 euros de alquiler que pagan por la casa que ocupan desde el 2011 en el centro de la ciudad.

EEn las habitacion­es en las que impartían a diario más de 30 talleres a algo más de 130 mujeres, están ahora llenas de cajas en la que están embalando todo el material del que dispone la asociación. Lo acumulan en el patio sin tener claro qué van a hacer. “Hemos pedido al Ayuntamien­to que, al menos, nos ceda un local para guardarlo todo porque tenemos que dejar la casa en una semana”, dicen.

Y a la espera están. De momento no saben qué hacer con las más de 200 sillas, mesas, armarios y muchas cajas con trabajos que esperan retomar . Con el apoyo de las socias y haciendo un trabajo de ingeniería económica, quizás hubiesen aguantado algo más, pero el problema no es solo el hoy sino el mañana. “Habitualme­nte retomamos la actividad en octubre pero no sabemos si lo podremos hacer. ¿Qué pasa si hay que reducir el aforo? ¿A quién le pedimos que no venga a los talleres? ¿Cómo nos mantenemos con la mitad de los ingresos?”, se preguntan las socias mientras embalan 25 años de recuerdos y trabajos que, de momento, no tienen destino.

Este es un caso, no son muchos, de negocios y actividade­s que se han quedado atrás. No han podido con el golpe pandémico. Otros lo han logrado gracias a la flexibilid­ad de sus arrendador­es.

Otros no han llegado a la normalidad. Cuando aún no había pasado una semana desde la declaració­n del estado de alarma, la familia Horta de Puerto Real decidió perdonar el alquiler de los tres locales comerciale­s que tenía arrendado. Lo hizo como un gesto solidario porque “detrás de cada autónomo hay una familia que mantener”, pero también como una “inversión” . “Si se asfixia a los comerciant­es es probable que después de esto no levanten cabeza y tengan que cerrar sus negocios”, dijeron entonces. Y qué razón tenían.

La asociación de Cádiz Centro Comercial Abierto, que integra a más de 200 comerciant­es, sólo ha detectado tres bajas. Ninguno ha querido hablar para este reportaje. Tampoco el propietari­o de una parafarmac­ia que ha abierto sólo para liquidar las existencia­s. Ocurre igual en El Puerto con la óptica ubicada en la calle Larga, frente a la plaza Isaac Peral, que

“Con motivo de este virus, hay que buscar nuevos caminos”, se despedía un negocio

anuncia estos días con un cartel el cese definitivo de su actividad después de 25 años. Bastante tienen con el golpe. En la asociación Empresario­s Costa de Cádiz todos sus integrante­s vuelven a la actividad (algunos lo pensaron hasta el último momento), pero con la mirada puesta en septiembre. “Ahí ya veremos cuántos quedamos si las administra­ciones no nos echan una mano”.

El Flamenco Café Bar, en el Paseo Marítimo de Cádiz, esperó hasta el pasado viernes para abrir. Su propietari­o, Miguel Rodríguez, “no podía esperar más, tengo un alquiler elevado. Ahora nos viene bien coincidir con la apertura de las playas para el baño”. Lamenta que el Ayuntamien­to no le ha dejado ampliar más la terraza “hacia el carril bici, solo a lo ancho. Es complicado encontrar rendimient­o económico con cuatro mesas en lugar de ocho, pero hay que empezar a funcionar”. En un tono conciliado­r Rodríguez se muestra comprensiv­o porque son muchos factores los que hay que combinar para volver a la normalidad. “Hay que tener paciencia”.

El Flamenco reabre con los mismos empleados con los que echó el cierre a mediados de marzo. “Con todas las medidas sanitarias y con más trabajo por aquello de desinfecta­r cada mesa al acabar un servicio. Habrá que acostumbra­rse”, concluye.

En la otra punta de la ciudad, plaza de Mina, se encuentra el bar Mediterrán­eo. Reabrió el sábado 16. “Empezó la cosa bastante fuerte, había ganas de terraza, de charla, de cerveza, de café en la calle, la gente se sentaba antes de que pudiéramos desinfecta­r. Nos ha costado que lo entendiera­n. Pero ahora la cosa ha af lojado un poco. Claro, han ido abriendo más bares y la oferta es mayor”, explica su propietari­o, Alexis Aído. La plaza de Mina es un lugar muy vigilado por el Ayuntamien­to por las terrazas de sus bares. De las 30 de las que disponía antes del estado de alarma han quedado 12.

“Hace falta el turismo, que nos da en verano la mayoría de los beneficios. Porque, cuando abran todos los bares no vamos a poder vivir todos de las consumicio­nes de los gaditanos”, argumenta.

José Moreno tuvo la valentía de abandonar hace unos años un proyecto comercial de éxito, el Indiegena, para crear otro concepto en La Cápsula, en José del Toro. Música, libros y ropa. Ha sido uno de los protagonis­tas de la campaña del alcalde, José María González, a favor del pequeño comercio. “Se le agaradece, es buena publicidad”. Aunque, como dice, al principio del confinamie­nto se lo tomó como las vacaciones que no había tenido en años, “a primeros de abril me empezaron a temblar un poco las piernas. No se veía el final de esto y empecé a pensar que cómo iba a pagar a los proveedore­s cuando hubo que cerrar de un día a otro. Pero siempre pensé en volver. Este es un negocio en el que la clientela es gente de confianza, amigos. Cuando cerré algunos me dijeron que me pagaban el artículo y que ya lo recogerían cuando se levantara la alarma. Al primero le dije que no, pero cuando me llamaron más pensé en crear unos bonos y eso ha supuesto que mi facturació­n no fuera cero en este tiempo”.

La librería Plastilina, ubicada en la zona comercial de la avenida principal de Cádiz capital, atesora más de 30 años en el negocio de la papelería, el material escolar y los libros, un apartado éste en el que dedica especial atención al público infantil. En todos estos años, sus responsabl­es, Juan García padre y Juan García hijo, jamás se han visto en una tesitura tan complicada: mantener una empresa familiar en plena pandemia.

Inmediatam­ente después del decreto del estado de alarma, la librería Plastilina cerró unos 15 días. “Teníamos miedo al contagio. En nuestra familia hay persona con patologías previas. También hay niños. No queríamos jugárnosla”, a pesar de lo que ello conllevaba para su economía.

Pasadas las primeras semanas de confinamie­nto, decidieron reabrir con restriccio­nes. Ya en la fase dos de la desescalad­a, la librería prosigue su actividad con cierta normalidad. “Pero normal, normal, la cosa no está. La gente compra lo justo y necesario. Poco más”, afirman padre e hijo.

En la céntrica calle De la Plaza de Puerto Real, en la esquina con Cruz Verde, un cartel de “Se alquila” es el único resto que ha quedado de una batalla perdida. Hasta hace unos meses, justo hasta que se declaró el estado de alarma, ese mismo escaparate estaba lleno de color, de prendas que anunciaban la Primavera. Una joven empresaria trabajaba en su tienda de moda que había abierto solo siete meses antes. Se llamaba ‘Serendipia’, una paradoja más del virus que puso ante la joven un hallazgo inesperado y accidental, pero desde luego no con fortuna. Su serendipia fue el cierre de una tienda que¡ levantó con mucho esfuerzo.

Isabel, que es como se llama quien regentaba ese negocio, no quiere hablar. Al teléfono suena desanimada, cansada, “pasando un mal momento”, dice. Ni tan siquiera ha podido volver a abrir para despedirse de sus clientas o liquidar el stock. Cuando la fase 1 permitía la apertura de comercios, el suyo ya buscaba un nuevo inquilino. En las redes sociales del negocio, en el que se anunciaba y promociona­ban los modelos a la venta, intenta ahora deshacerse de las prendas que había selecciona­do para sus clientas.

Solo unas horas antes de que España entera se confinase, en su perfil de Facebook decía: “No te lo pierdas. Abrimos hoy viernes con muchas cositas nuevas. Corre que se agotan. Os recuerdo que hoy entran tallas grandes”. Y desde ese momento, silencio absoluto. Dos meses después el mensaje era muy distinto. “Con motivo de éste virus, como ya sabéis, hay que buscar otros caminos”, arrancaba un texto que sonaba y vaticinaba su despedida.

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CRISTÓBAL PERDIGONES Cartel de ‘Se alquila’ en un establecim­iento que había sido de moda antes de la alarma en Puerto Real.
 ??  ?? Juan García, padre e hijo, en la librería Plastilina, que volvieron a abrir el negocio tras dos semanas de confinamie­nto.
Juan García, padre e hijo, en la librería Plastilina, que volvieron a abrir el negocio tras dos semanas de confinamie­nto.
 ?? JULIO GONZÁLEZ ?? José Moreno, de La Cápsula, uno de los establecim­iento que ha promociona­do el alcalde de Cádiz.
JULIO GONZÁLEZ José Moreno, de La Cápsula, uno de los establecim­iento que ha promociona­do el alcalde de Cádiz.

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