Diario de Jerez

CAPÍTULO 42

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había dejado una nota. Abrió el sobre y leyó la tarjeta: le rogaba que, si le era posible, pasase por su despacho a las seis.

Justo a la hora señalada estaba Jacobo en el bufete. El secretario del abogado lo hizo pasar.

Don Rafael se levantó. –Gracias por venir –dijo tendiéndol­e la mano–. Tengo que darle noticia de mis gestiones. –Cuénteme.

Don Rafael abrió una carpeta que tenía en su mesa.

–He llegado a un acuerdo con el banco para que le ceda a usted todos los créditos que ostenta contra el marqués. Aunque lo mejor de todo es que el director nos está profundame­nte agradecido, porque llevaba tiempo temiendo que le hicieran responsabl­e de sus impagos. “Usted sabe cómo son los consejeros de los bancos –me decía–. Ellos dieron el visto bueno de los préstamos, pero el que firmó las escrituras fui yo. Al final, si la cosa sale mal, cada uno mirará al otro y todos dirán: la culpa es de quien firmó”.

–¿Y cuánto me va a costar que el director duerma tranquilam­ente por las noches? –preguntó Jacobo con una sonrisa–.

–Mucho menos de lo que yo mismo imaginaba. Le hice una oferta por el cuarenta por ciento del importe de los créditos, diciéndole que ese era el valor real de los bienes; que, además, cambiaban un cliente insolvente por otro muy rico; y, sobre todo, que recibían el pago al contado. El director reconoció la sobrevalor­ación de los bienes, pero se negaba a aceptar una oferta por menos del setenta por ciento de la cantidad que habían prestado al marqués… El caso es que, después de dos horas de regateo, estuvieron de acuerdo en cedernos los créditos por el cincuenta y cinco por ciento de su importe. Una ganga, don Jacobo. En realidad, los bienes valen lo que ellos pedían al principio. –Enhorabuen­a –respondió Jacobo–. Ha hecho un trabajo excelente.

–No he terminado aún. Una vez que el banco nos otorgó la escritura de cesión de los créditos del marqués, presentamo­s una demanda y hemos embargado las marcas. En cuanto usted dé la orden, ejecutarem­os todo y será dueño de la bodega con todos sus activos materiales e inmaterial­es.

Jacobo se quedó pensando. Al fin dijo:

–Antes de eso quiero mantener una reunión con el marqués para llegar a un acuerdo de compra. Me gustaría que usted me acompañara.

–Me parece un plan inteligent­e. Ahora mismo escribiré a su abogado para proponerle la reunión.

Jacobo se levantó:

–Muchas gracias, don Rafael. Como le he dicho antes, ha cumplido usted admirablem­ente con su trabajo.

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Fotografía de un bar a finales del siglo XIX.
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