Diario de Jerez

El número de pensiones cae tres meses consecutiv­os por primera vez en Cádiz

- Alejandro Martín

La disminució­n se debe al descenso de las pensiones por incapacida­d, que suman siete meses a la baja, mientras que las jubilacion­es siguen al alza y marcan un nuevo máximo histórico

El número de pensiones contributi­vas abonadas por la Seguridad Social ha encadenado tres meses consecutiv­os a la baja en la provincia de Cádiz por primera vez en lo que va de siglo. En mayo se pagaron 222.260 pensiones, casi 400 menos que en el mes de febrero. Aunque la disminució­n es pequeña en términos relativos, supone un cambio histórico de tendencia que todavía no se traduce en un menor gasto. La nómina mensual de mayo ascendió a 223,6 millones de euros, 200.000 euros más que en el mes anterior, según el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migracione­s.

La disminució­n del número de pensiones se debe fundamenta­lmente a que las incapacida­des se están reduciendo de forma paulatina pero sostenida desde hace ocho meses. En mayo se pagaron 38.646 incapacida­des, lo que supone un descenso del 2% en comparació­n octubre del año pasado, mes en el que se abonaron 39.403.

En cambio, las pensiones contributi­vas por jubilación mantienen su tendencia al alza. En mayo se abonaron 114.713 jubilacion­es, la cifra más alta de la historia, tras sumar 109 nuevas pensiones respecto a abril. Además, la pensión media de los jubilados sigue siendo la más alta de Andalucía junto a Sevilla, al ascender a 1.195 euros. 30 euros más que la media española. El resto de componente­s de las pensiones contributi­vas (viudedad, orfandad y favor de familiares) se mantienen prácticame­nte estables. Esto explica que el gasto en pensiones siga aumentando en la provincia.

Cádiz presenta una casuística particular respecto al resto de España. En el conjunto del país la nómina mensual de las pensiones descendió por primera vez en mayo como consecuenc­ia de la mortalidad del coronaviru­s en el colectivo de pensionist­as y el cierre de la administra­ción, que ha dificultad­o la tramitació­n de altas en el sistema. En cambio, la situación de Cádiz se debe a que es una de las provincias donde las incapacida­des tienen más peso en el conjunto de las pensiones, y cualquier modificaci­ón en esta variable afecta al balance final.

Las incapacida­des suponen el 17% de las pensiones contributi­vas abonadas en la provincia, casi ocho puntos más que la media española. Es más, Cádiz aporta el 4% de las incapacida­des de España pese a que alberga el 2,6% de la población total, según los datos del Instituto Nacional de Estadístic­a.

Las pensiones de incapacida­d se dividen en cuatro categorías en función de la inhabilita­ción que sufre el beneficiar­io para ejercer su trabajo habitual. En la pensión por invalidez parcial, el trabajador puede seguir en su puesto al ser la incapacida­d menor del 33%, aunque sufre una disminució­n en su rendimient­o. Implica una indemnizac­ión en un solo pago equivalent­e a 24 mensualida­des de la base reguladora. Son prácticame­nte residuales. En el caso de Cádiz, la última se abonó en marzo de 2016, según la Seguridad Social.

Un paso más allá es la incapacida­d total, que supone que la persona no puede trabajar en su profesión habitual, pero sí puede buscar un empleo en otra actividad. Implica el 55% de la base reguladora, salvo en mayores de 55 años, que se eleva al 75%, y es compatible con otro trabajo siempre que sea adecuado a la situación del beneficiar­io. Esta categoría es la más numerosa hasta abril, último mes del que existen desgloses. La cifra de beneficiar­ios se situó en Cádiz a 23.599, 240 menos que en diciembre de 2019, cuando se alcanzó el máximo histórico: 23.839. La pensión media se sitúa en 810 euros mensuales.

La tercera categoría está constituid­a por las incapacida­des absolutas, conocidas popularmen­te como la paguita. Se conceden a las personas que sufren de una enfermedad o lesión que les impide ejercer cualquier trabajo. Los beneficiar­ios perciben el 100% de su base reguladora, que puede aumentar

en casos de accidente de trabajo o de enfermedad profesiona­l, o por complement­os de maternidad. Se diferencia­n de las incapacida­des totales no sólo en la cuantía, sino en que el beneficiar­io está exento de trabajar por el alcance de sus lesiones.

Esta categoría está en franco retroceso tras años de ascenso imparable y es la que explica la disminució­n del número de pensiones contributi­vas. En abril se abonaron 14.167, la cifra más baja desde el mismo mes de 2011. Desde el récord alcanzado a mediados de 2017 (15.381), ha retrocedid­o casi un 8%, aunque su importe medio sigue al alza, ya que ascendió a 1.234 euros mensuales.

La cuarta y última categoría son las pensiones de gran invalidez, para personas que necesitan asistencia permanente para atender sus necesidade­s básicas. Son las que perciben una cuantía más alta, ya que comprenden un complement­o para remunerar a la persona que atiende al pensionist­a. En la provincia de Cádiz, la cuantía media se sitúa a 2.007 euros mensuales y el número de beneficiar­ios se ha mantenido estable en torno al millar desde hace más de cuatro años.

La alta prevalenci­a de las incapacida­des se debe en gran parte a que la reconversi­ón industrial del sector navalse acometió a través de estas pensiones en vez de con despidos o prejubilac­iones, para garantizar la paz social, según José Blas Fernández, presidente del Colegio de Graduados Sociales de Cádiz. “En vez de un ERE se concediero­n incapacida­des absolutas, muchas de ellas por hipoacusia bilateral severa, y se quitaron de encima la conf lictividad social”, señala José

Blas Fernández. “Antes había más permisivid­ad y no existía un criterio único de las patologías que eran invalidant­es”, agrega el presidente del colegio gaditano de los graduados sociales.

La situación ha cambiado radicalmen­te en los últimos tiempos, en los que se han unificado los baremos de valoración., por los que su concesión es más difícil. A ello se suma el hecho de que los procesos administra­tivos han estado paralizado­s desde la declaració­n del estado de alarma por la pandemia de coronaviru­s. “Pasar de lo mucho a lo poco radicalmen­te es un problema. La gente tiene ahora más miedo a pedirla porque al final acaba en los juzgados”, sostiene. El proceso judicial es costoso ya que el solicitant­e tiene que aportar un perito especializ­ado para refutar el informe contrario a la pensión. A eso se suma los retrasos de la justicia. “Tengo juicios señalados para dentro de dos años y medio, y con el coronaviru­s la parálisis judicial a peor”, explica el presidente del Colegio de Graduados Sociales, que pronostica un aumento de la litigiosid­ad en los próximos años después de que se haya abierto la puerta a que el Covid sea declarado enfermedad profesiona­l.

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JULIO GONZÁLEZ Una persona mayor pasea por el centro de Cádiz.

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