TELEVISIÓN PÚBLICA Y PRIVADA
gusta echar un vistazo, por cambiar, a la nombrada “caja tonta” con el afán de visionar alguna película, sin demasiadas exigencias; pero al parecer la televisión pública y privada –omito las locales por opinar que sus medios económicos son escasos y no pueden disponer de una parrilla competitiva aunque algunas lo intentan- no están por la labor y, al margen de la información sobre el maldito coronavirus, y las interminables intervenciones de quienes se dicen políticos –posiblemente cuando aprendan alguno logrará serlo, ya sea la uno, la dos, la tres, la cuatro, la cinco, la seis y, en definitiva cuantas puedan pertenecer a la empresa pública –que pagamos todos- y la privada que publicitariamente va a lo suyo, todos son tiros, tiros y más tiros, asesinatos y sus correspondientes asesinos, persecuciones, detectives, inspectores, monstruos, o para darnos envidia imágenes de palacetes e islas privadas que no están al alcance de pensionistas, parados y autónomos. Cuando no concursos, concursos y más concursos, de imitadores, en “pelotas” o mal vestidos, de relojes, de aparatos para fortalecer los glúteos y las ¿mentes?, en la actualidad una cadena emite cada tarde tres concursos uno tras otro, o los dedicados a la cocina y sus correspondientes peleas por “estrellarse” sin que ninguno de ellos se pare en ponderar lo bueno que está un plato de papas fritas con huevo o unas exquisitas croquetas tan bien hechas, como suelen ser las de un bar jerezano que yo me sé.