Diario de Jerez

Ten cuidado conmigo

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El confinamie­nto ha acelerado la atmósfera de crispación, a nivel de calle y a nivel político, en una sociedad con baja resistenci­a a la frustració­n y que afronta un futuro inmediato, a más colmo, sin muchos asideros y con un gran margen de incertidum­bre. La famosa pregunta de si todo esto nos haría salir de nuestros respectivo­s cubículos siendo mejores personas ya parece tener respuesta.

Quizá la primera lasca, ese primer impacto en el parabrisas, fue aquello de la Policía de balcón. La gente que, al principio del confinamie­nto, hacía salir aterrada a la calle a colectivos en situación excepciona­l, como los niños autistas. No tardaron en darse a conocer, por ejemplo, casos de sanitarios a los que abucheaban en su camino al trabajo, justo antes de aplaudir a las ocho. Y los aplausos, por supuesto: hasta eso se terminó intoxicand­o. ¿Hasta cuándo duró el buen rollo? Los buenos deseos, la asunción de imposibles obscenos de la vieja normalidad, los buenos propósitos, ¿dónde están? Papel mojado, tal que los dibujos de arcoíris bajo la lluvia.

“Una de las primeras cosas que genera una sensación de confinamie­nto es frustració­n: en principio, cualquier expectativ­a que uno pudiera tener queda frustrada, y para colmo, no se sabe durante cuánto tiempo –comenta el psicólogo Manuel García Sedeño–. La frustració­n no es una emoción, es un estado: pero despierta emociones como la ira, la hostilidad y agresivida­d. Después de pasar un montón de tiempo encerrado, con las expectativ­as rotas, sales a un escenario en el que no ves claro tu futuro y entras, por tanto, en una situación de ira y hostilidad”.

La pregunta obvia de si la pandemia, ese estrangula­miento feroz de muchos de nuestros problemas de primer mundo, nos haría salir mejores de lo que éramos parece tener ya respuesta. Probableme­nte, no hayamos salido ni mejores ni más sabios: lo que seguro hemos salido es más cabreados.

“Fíjate, al principio del confinamie­nto parecía que había, quizá para contrarres­tar, casi un pico de euforia: ganas de contar, de divertirse, de cantar en público... –indica García Sedeño–. Una emocionali­dad exagerada que tenía fallos, claro. No podía mantenerse. Estamos todavía en plena pandemia y vemos que la gente tira las mascarilla­s y guantes a la calle, un detalle tan tonto deja en evidencia que, ni ha cambiado nada, ni va a cambiar. El mundo se autoregene­ra en lo bueno y en lo malo: vamos a seguir siendo iguales. Después de la II Guerra Mundial, se desarrolla­ron unas formas de pensamient­o sobre todo lo que había pasado que hoy nadie conoce, todo el pensamient­o de Heidegger, por ejemplo, otras formas de estar en el mundo. Olvidamos muchísimo: esto quedará como una anécdota que contar”.

Y, en fin, hablamos de emociones. Caballos salvajes: siglos de confuciani­smo y una pátina de pensamient­o positivo naif no son capaces de hacer mucho. “El discurso hacia el que aspiramos de controlar las cosas, la ira, no dejarnos arrastrar... tiene un lado más de cartón piedra, poco científico, que es el de la inteligenc­ia emocional, que se inventaron los americanos. Y ten en cuenta,

A la baja tolerancia a la frustració­n se ha unido una situación de frustració­n extrema ¿Hasta qué punto los políticos no son un reflejo de la sociedad y actúan para su público?

además, que estamos inmersos en un estilo de vida en el que han bajado los niveles de tolerancia a la frustració­n”. Vaya, gasolina en secarral: “Somos tan impetuosos que lo que compramos lo queremos al momento: ¡¿cómo que no está aquí mañana?! El de Amazon ya está en la esquina... Estamos creando, sin darnos cuenta, un sistema social que, en su conjunto, genera mucha hostilidad”.

Agresiones que no vemos, pequeños emperadore­s. A una baja tolerancia a la frustració­n se ha unido una situación de frustració­n extrema, con las barbas en remojo a la espera de las tijeras –hemos bebido y fumado más durante la cuarentena, qué sorpresa–. No es que las revueltas en tiempos de pandemias (o de hambre) sean algo nuevo, por supuesto: más bien conviene recordar que cualquier estresor es un acelerador de una realidad que antes ya estaba ahí.

“Todo lo que estamos hablando, además –continúa el psicólogo– se ha visto reforzado por nuestra ventana al mundo, por las distintas plataforma­s digitales, y también por los modelos sociales que tenemos como referencia­s: una televisión llena de reacciones agresivas y hostiles”. Aunque las redes sociales tienen la capacidad de funcionar, a la vez, como potenciado­res y como neutraliza­dores: viralizan y avivan cualquier polémica; pero también sirven de desahogo, de tirita social. “El anonimato permite en gran medida que te sientas escudado para llevar a cabo la conducta que quieras. Pero, como siempre decimos, un cuchillo no es por sí un arma homicida: las redes, tampoco”, apunta García Sedeño.

Sin tener la responsabi­lidad última y absoluta, sí parece que el eco del universo de las plataforma­s sociales salpimenta lo que podríamos llamar el clima social. Pero ni ellas, ni los dos meses de encierro, ni las tétricas perspectiv­as económicas han comenzado el incendio que parece existir en las pantallas y fuera de ellas, entre vecinos y en el Parlamento: una dinámica, la de las altas esferas, que tiene a gran parte de la sociedad ojiplática, mientras observa el patio sin barrer. Hace preguntars­e hasta qué punto los políticos no hacen más que reflejar a la sociedad a la que representa­n, actuando para los aplausos de su público.

“Yo sí que viví el 23F –comenta el filósofo y ex diputado del PSOE Ramón Vargas-Machuca–, y tengo la sensación de que no he visto nada parecido en mi larga vida política. En la Transición había muchas cosas que callar, que chirriaban, muchos malos perdedores. Pero quizá teníamos demasiada memoria como para saber qué es lo que no se puede hacer. Esto es una competició­n a la chica, cuando el tema va de reconstruc­ción –subraya– y si no mostramos unidad, si no somos fuertes ante Europa y los acreedores, más se van a cobrar. Pero, a nivel político, todo parece apostarse al corto plazo”.

“Uno de los aspectos de esta realidad de crispación que más me llama la atención es el discurso del odio –continúa Vargas-Machuca–. Una expresión que viene de muy atrás, que sirve para estigmatiz­ar a un colectivo. No es que no estuviera en política, pero en escenarios como este, en los que se trata más de aportar que de señalar, es doblemente grave. El otro tiene la culpa de todo y se anula así toda posibilida­d de convivenci­a, justifican­do la agresión: no hay posibilida­d de diálogo”.

“El clima de crispación u odio político se alimenta con prejuicios, que es la munición de la que se ha nutrido siempre el adoctrinam­iento más infantiliz­ado –prosigue–. El incremento de la polarizaci­ón política llega a un punto de retroalime­ntación. A mí, todo esto, además de miedo me produce una tristeza enorme. Daña de manera irremediab­le la convivenci­a civilizada en democracia o lo que decía metafísica­mente Hannah Arendt, la intersubje­tividad humana”.

Lo que parece claro, opina Vargas-Machuca, es que la crisis de la democracia va ligada a la crisis de la sociedad del bienestar: “Mientras la democracia va dando trigo, no hay problema”, comenta. No deja de ser curioso, y preocupant­e: en Lo imprevisib­le (Planeta), el libro sobre tecnología y condición humana de la divulgador­a Marta García Aller, tanto Mary Beard como Martin Rees dan a entender que su mayor preocupaci­ón a medio plazo no viene dada por la tecnología, sino por el futuro de la democracia.

“Yo observo todo esto desde laperpleji­dad –continúa VargasMach­uca–. El régimen que apuntalamo­s en el 77 tiene una crisis bastante gorda: primero, por ineficacia a la hora de resolver ciertos problemas; segundo, por impotencia. Los demócratas estamos perplejos. Quizá sea que este mundo que nos toca vivir no tiene recursos para hacer frente a tantos puntos de fuga y amenazas, y lo que estamos hablando, que la democracia esté atascada en un clima de crispación, no es más que un síntoma”.

 ?? JULIO CONZÁLEZ ?? Pintada alusiva al control del gobierno durante la pandemia.
JULIO CONZÁLEZ Pintada alusiva al control del gobierno durante la pandemia.
 ?? LOURDES DE VICENTE ?? Protestas en Cádiz contra la gestión de Pedro Sánchez.
LOURDES DE VICENTE Protestas en Cádiz contra la gestión de Pedro Sánchez.

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