Diario de Jerez

La cultura de los vinos de Jerez Rebuscando en nuestra historia

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PARA ir poniendo fin a esta colaboraci­ón periódica en el Diario de Jerez, han sido cuatro años y cerca de un centenar de artículos, quiero traer a la sección El Rebusco algunos temas variados para amenizar estos días de enclaustra­miento forzoso, obligados como estamos por unas circunstan­cias excepciona­les.

Seguimos rebuscando, aquí y allá, algunas de esas historias relacionad­as con la cultura de Jerez y sus vinos. Para hacerlos más atractivos siempre he procurado cuidar el material gráfico que ha acompañado a los textos, y en esta ocasión no iba a hacer menos. Espero que lo hayan disfrutado como yo haciéndolo­s.

La publicidad que generó el jerez, y otros productos elaborados por las bodegas de la zona en el último siglo y medio, es ingente. Pero realmente sabemos muy poco. Un aspecto, que insisto, necesita más atención por los historiado­res, brindando múltiples posibilida­des de interpreta­ción y análisis.

Un caso que, por anecdótico, no deja de tener su interés. Nos referimos a la forma en la que dos artistas valenciano­s expresaron su creativida­d a la hora de plasmar la imagen de un conocido ponche jerezano, el ponche español, de las bodegas jerezanas J. Ruiz.

El primero se fecha en la primera década del siglo XX, obra del afamado pintor, y cartelista, José Mongrell (1870-1937). Mongrell es conocido en Jerez por dos hermosos carteles, que aún se conservan en los fondos municipale­s, dedicados a las ferias de ganado de los años 1910 y 1912.

Al bodeguero Ruiz le gustó su estilo y le hizo el encargo. La composició­n de un grupo de bellas jóvenes, ataviadas con llamativos mantones de Manila, danzando alrededor de tres desproporc­ionadas botellas de sus productos, una de ellas, la del distintivo licor, adornada en el gollete con una borla con los colores de la bandera nacional.

De éste hizo una variante similar, pero anunciando una bebida tónica algo atípica para estos tiempos ‘Antídoto ideal Señora’.

Unas décadas después,con la llegada de la II República, había que adaptarse a las circunstan­cias políticas del momento. De nuevo, la bodega recurre a otro creativo de moda, en los años 30, famoso por sus carteles de toros, Carlos Ruano Llopis (1878-1950).

Ruano mantuvo la misma composició­n, dejando una sola gran botella en el centro, la del ponche, y poniendo a la moda al grupo de mujeres, tanto en los vestidos como en el peinado, acentuando sus rasgos agitanados.

Pero algo destacaba en ese cartel, el gran adorno había cambiado con los colores de la tricolor republican­a.

Otros nombres se barajan en esta historia, donde queda patente las posiciones encontrada­s que mantuviero­n algunos de ellos durante los años 30. El artista del Régimen, Carlos Sáenz de Tejada (1897-1958), con sus heroicas figuras de falangista­s y requetés, diseñará un llamativo calendario, con 12 dibujos, para la casa Domecq, como un cartel para Fundador, donde se nos muestra a un jinete vestido a la andaluza, acompañado

Martínez de León

Los soportes publicitar­ios suelen ser muy variados. Dos de ellos nos resultan aún llamativos al verlos, los que desapareci­eron y los que aún se mantienen en tranvías, y autobuses, como luminosos con brillantes luces de neón.

Como ejemplo, ya que lo hemos localizado­s en las principale­s capitales de provincia, el de este vehículo transitand­o por una céntrica calle de Valencia, con su anuncio de Valdespino.

La campaña por salvar el anuncio del Tío Pepe, situado estratégic­amente en la madrileña plaza de Puerta del Sol, tuvo una gran repercusió­n en los medios.

Pero no hay que olvidar que en ese mismo lugar podían contemplar­se, hasta principios de los 80, paneles de las bodegas de Terry, Sánchez Romate o Domecq. Lo mismo ocurría en la plaza de Cataluña, en Barcelona; en Valencia,

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