Diario de Jerez

La ‘app’ para el rastreo de contagios provoca en Francia un debate ético

Los defensores de los derechos civiles ven en esta aplicación un riesgo para las libertades individual­es

- Marta Garde (Efe)

La aplicación digital que el Gobierno francés lanza esta semana para ayudar a controlar la epidemia de coronaviru­s, StopCovid, ha topado con la oposición de los defensores de los derechos civiles, que ven en ella un riesgo para las libertades individual­es.

Ese nuevo dispositiv­o, de uso voluntario, permitirá a quien haya dado positivo alertar automática­mente al resto de usuarios con los que el bluetooth de su teléfono haya estado en contacto a menos de un metro y como mínimo durante 15 minutos para que estos últimos puedan hacerse la prueba y frenar así la cadena de contagios.

Sobre el papel, para el Ejecutivo, todo son ventajas. “Es una herramient­a importante de protección personal y colectiva. Responde a un imperativo sanitario, pero también social: hacer todo para evitar un resurgimie­nto de la epidemia”, indica el secretario de Estado de la Economía Digital, Cédric O.

StopCovid estará operativa desde mañana, día de inicio de una nueva fase de la desescalad­a en Francia, y ha obtenido la aprobación del Parlamento y de la Comisión Nacional de Informátic­a y Libertades

(CNIL), encargada de velar por la protección de datos.

Pero desde que fue anunciada el 8 de abril es foco de inquietude­s, aunque el Gobierno asegura que será imposible conocer la identidad del usuario o geolocaliz­ar y que su utilizació­n se mantendrá voluntaria y limitada a la duración de la pandemia, que en Francia ha provocado unas 28.700 muertes.

“Nunca hay garantías al 100%”, dice Anne-Sophie Simpere, experta de Amnistía Internacio­nal en la defensa de las libertades.

Las críticas sobre los peligros de esa aplicación que también se plantean otros países europeos coinciden. Para que fuera eficaz, debería descargárs­ela el 60% de la población, pero experienci­as similares en Singapur o Corea del Sur ref lejan que no superó el 30%.

La apuesta por el bluetooth también está en el punto de mira: “Su problema es la calibració­n. Su potencia para calcular la distancia dependerá de la marca y del modelo del teléfono”, explica el jefe del Laboratori­o de Informátic­a Fundamenta­l de la Universida­d de Orleans, Benjamin Nguyen.

La principal oposición no es tanto informátic­a como ética: “Cada vez que se implantan medidas que restringen los derechos cuesta volver al mismo nivel de protección que antes”, señala Simpere.

La opinión de la población de momento está dividida. Según un sondeo de los institutos Odoxa y Dentsu Consulting difundido el fin de semana por el diario Le Figaro, un 55% no piensa descargárs­ela y sólo un 19% está plenamente convencido de hacerlo.

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