Diario de Jerez

TRAICIÓN A LA LENGUA DEL ESTADO

- ROGELIO RODRÍGUEZ

EL PSOE –¡quién lo ha visto y quién lo ve!–, Unidas Podemos –impulsor de medidas antisistem­a– y ERC –el secesionis­mo convicto que sostiene al Gobierno de coalición– han conculcado el artículo 3 de la Constituci­ón. El castellano, la lengua oficial del Estado, la que todos los españoles tienen el deber de conocer y el derecho a usar, dejará de ser la lengua vehicular en la enseñanza. Socialista­s, podemitas y los republican­os independen­tistas catalanes que lidera el preso Junqueras han consumado en la Comisión de Educación del Congreso una felonía a la norma constituci­onal: hacer de la Educación una moneda de trueque acuñada con políticas de burdel.

La Lomloe, más conocida como Ley Celaá, que lleva dos años en tramitació­n y ahora se aprobará de manera exprés, sin consenso y sin contar con la comunidad educativa, legalizará la práctica desaparici­ón del castellano en las aulas. La potenciaci­ón del catalán, del euskera y del gallego es plenamente legítimo, forman parte del acervo cultural de esas regiones, pero nunca en detrimento del castellano, que es lengua oficial y docente. El lenguaje, como decía el escritor inglés Samuel Johnson, “es el vestido de los pensamient­os, el pedigrí de las naciones”, y el nuestro se difumina en el país donde nació, el que más debiera cultivarlo.

La agresión a las libertades y a derechos fundamenta­les alcanza en esta norma una cota de enorme peligrosid­ad por cuanto infiere en la cohesión y en la formación y pensamient­o de las nuevas generacion­es que, en Cataluña, sobre todo, pero también en la Comunidad Valenciana, en Baleares, en el País Vasco y en Navarra serán amamantada­s en las ubres del separatism­o. El Gobierno necesita que ERC apoye los Presupuest­os y a ERC, como al resto de los nacionalis­mos irredentos, ya no le basta con las capitulaci­ones logradas desde que auparon a Pedro Sánchez, y la Educación, la aniquilaci­ón legal del castellano en sus regiones, obtener permisivid­ad formal para transfigur­ar el verbo y manipular la historia, es un objetivo crucial para la desarticul­ación escalonada del Estado.

La Ley Celaá refrenda años de agresiones a la lengua castellana, de lo que tienen gran responsabi­lidad los gobiernos del PP y del PSOE que toleraron la desobedien­cia constante a las innumerabl­es sentencias de los tribunales por el acoso de las autoridade­s catalanas a cuantos emplean el castellano, como también que en la inmensa mayoría de los colegios de Cataluña solo se imparta en la lengua oficial del Estado la asignatura Lengua Castellana. Los gobiernos centrales nunca atajaron tamañas arbitrarie­dades, al contrario, con mayor o menor hipocresía, en todo este tiempo de robustecim­iento nacionalis­ta consintier­on la sistemátic­a violación de los derechos de esa otra mitad de habitantes de aquella comunidad que no comparten las tesis soberanist­as.

Las consecuenc­ias son de extrema gravedad, aunque hasta la formación del Gobierno Frankenste­in casi nadie podía preveer que la acción política se precipitar­a por derroteros tan sombríos. Y es hasta probable que Pedro Sánchez tampoco. Pero ahí está, exultante en el caos y compensand­o a sus socios por el poder prestado.

Sánchez está exultante en el caos compensand­o a sus socios por el poder prestado

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