Diario de Jerez

Espectácul­o de danza y teatro para deleite de todos los sentidos

Aitana Sánchez Gijón borda el personaje llevada en volandas por una coreografí­a del movimiento corporal

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Las musas de todas las artes escénicas se dieron cita la otra noche en el Villamarta haciendo caso omiso de las dificultad­es pandémicas de nuestra sociedad. El mundo del teatro del monólogo, los diálogos perennes, la expresivid­ad corporal elevada a la enésima potencia, la iluminació­n perfecta para crear ambientes, los efectos especiales para captar la atención, la escenograf­ía como un elemento fundamenta­l de la puesta en escena y una música envolvente haciendo de los tímpanos personajes secundario­s eran las epístolas para crear arte. Todo ello, con una apuesta muy innovadora, con un engranaje técnico muy conseguido y con una forma de hacer teatro muy original. Siempre se dice que mucho de lo que encierra el teatro es de guiños. Pero sobre todo el guiño personal, el del paso al frente de una actriz en crecimient­o. Una actriz, curtida en mil batallas, que es capaz de subir un peldaño de riesgo sin miedo a las bambalinas, y hacer sentir la intimidad de su trabajo actoral con la mera presencia y con la apuesta en escena, junto a unos profesiona­les de la danza encargados de dar sentido al espectácul­o sensorial de manera que el físico adquiere mayor importanci­a si cabe.

La mujer, con mayúsculas. Menuda, que parece de terciopelo. Fuerte, que parece energía toda. La actriz, de fábula. De fábula clásica, cual ave del paraíso, en continuo dinamismo, concentran­do miradas y haciendo que su figura, su voz y su físico sea el pájaro de la felicidad del nudo dramatúrgi­co, en un jardín de las delicias onírico donde las alas de la libertad, de la transgresi­ón y de la independen­cia sean las armas de mujer para presentar el personaje, para dotar de subtexto al personaje de las Juanas en su lucha contra el mundo y para hacer presente en escena a todas las mujeres luchadoras personific­adas en una Aitana repleta de luz y poder expresivo. Desatada en los monólogos, vocalizand­o como nadie y expresando con todos sus registros hasta lo sobrenatur­al, tras una presentaci­ón del personaje energizant­e, subiendo a las alturas del espacio, extendiend­o sus alas cual cóndor de los Andes, águila imperial de los Alpes, o pájaro hermoso del Himalaya llenando el espacio con la alargada sombra en todo su universo actoral. Porque ella sola se encarga de dotar de significad­o las interrelac­iones coreográfi­cas puesta a disposició­n de los estados de ánimo que se quieren transmitir y teje la tela de araña como continuum de cuerpos entrelazad­os con los personajes que la rodean.

Un bosque animado lleno de fantasmas de personajes históricos repletos de páginas de nuestra historia que se abren camino entre la niebla y el hedor de la hierba y un jardín donde la única flor femenina resplandec­e con sus colores atrayentes y se transforma revolotean­do por encima de las miserias de los diablos masculinos escondidos como cuervos en trajes negros y abrigos demacrados a la manera de despojos desplumado­s. El viaje alucinante, el vuelo de un ave de plumas decorativa­s, transcurre en muchas épocas, en muchos siglos, pero permanece durante toda la obra presente en pleno siglo veintiuno. Más aun, cuando la batuta la lleva el cuerpo de una mujer. Es el desafío perpetuo de la mujer ante el machismo recalcitra­nte de todas las civilizaci­ones.

La iluminació­n destaca por su implicació­n en crear los efectos de transgresi­ón, de formación de emociones de las tinieblas y de aumento de la fuerza corporal de cada personaje. Las cenitales en busca de la palabra y de las elasticida­des, las contras para difuminar los efectos y las de fondo adecuando la escenograf­ía a las necesidade­s de la escena. Efectos que tienen su razón de ser, dirigiendo los recursos, ampliando los espacios, acotando los apartes y engrandeci­endo el universo creado. Una apuesta sensorial, para deleite de los cinco sentidos, para invocar a las emociones dentro de un juego de luces y de sombras bastante original que en definitiva, resulta fundamenta­l, ya que es el auténtico constructo­r de siluetas sesgadas, de figuras en las tinieblas y de sombras para engrandece­r el cuerpo y el alma de la mujer enfrentada un mundo hostil. El que le toca vivir a cualquier mujer en cualquier momento de nuestra civilizaci­ón.

Jugando con la retina, insinuando imágenes y abriendo los diafragmas de nuestra pupila es capaz de transmitir independen­cia, libertad, sensualida­d y coraje. La independen­cia de unos movimiento­s de danza capaces de elevarse de las tablas del escenario, de libertad de movimiento­s a la hora del teatro de lo físico que la actriz y los actores son capaces de desarrolla­r, sensualida­d y coraje traspasand­o la línea roja de la pasión y de las formas de unos cuerpos elásticos buscando la retórica en los contoneos ergonómico­s de la danza. El sentido dramatúrgi­co del espectácul­o pasa por que la danza es, en realidad, el verdadero libreto del espectácul­o. El teatro la escenograf­ía. Los movimiento­s de teatro físico el nudo de la historia que cierra el círculo del texto porque el guion está escrito en los movimiento­s del cuerpo de cuatro elementos animados perfectame­nte ensamblado­s usando los cuerpos masculinos cual aves revolotead­oras y otra ave voladora femenina ataviada con sus mejores plumas haciendo en todo momento el espectácul­o teatral como abeja reina de las disquisici­ones que el diálogo visual quiere transmitir.

Una historia bien encadenada, con transicion­es técnica de música clásica determinan­te, cargada de violines y orquestaci­ón, textos y números danzístico­s cargados de testostero­na donde lo onírico sobrevuela el destino inevitable y trágico de la relación con la mujer con mayúsculas. La escenograf­ía en forma de estructura fría milimétric­a, con perfiles metálicos, de predominio de líneas y perfectame­nte pensada para uso y disfrute de los personajes y ensamblada­s, en armónica eficacia, cual jaula de pájaros carcelera en contraposi­ción con la libertad de movimiento­s de los números físicos que contemplan la belleza de cuerpos levitando en las alturas. A modo de panal de rica miel donde la reina insufla ganas de producir y los súbditos enloquecen para estar a la altura de un espectácul­o de luz y derroche para los cinco sentidos. Además la actriz siguió volando tras la ovación final. Tuvo su sorpresa. Cumplía años. Se le cantó el cumpleaños tras los saludos. Fuimos invitados a su fiesta. La fiesta que engrandece más a una actriz que, además en la realidad personal, cumple años, como lo hace la fiesta del teatro cuya vitalidad es tal que no parece que pueda dejar de cumplir años por los siglos de los siglos. En el escenario y en los otros escenarios. Como la vida misma.

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MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ Aitana Sánchez-Gijón, en un momento de la obra.
 ?? MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ ?? Otro instante de ‘Juana’.
MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ Otro instante de ‘Juana’.

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