Diario de Jerez

“El dicho sueco que más me gusta dice que hablar es plata, callar es oro”

- E. Abuín

–Primero de todo, ¿cómo afronta la pandemia?

–Gracias, sí, ¡qué tiempos…! Bueno, supongo que como mucha gente, con el miedo natural, con temor al ver cómo nos transforma la pandemia y qué desigualda­des y debilidade­s pone de relieve... Por suerte, la mayor parte de mi trabajo la realizo desde hace muchos años sin moverme de casa, de modo que en ese sentido no ha supuesto un gran cambio para mí.

–Respecto a las dificultad­es del sector cultural, ¿hay mucha precarieda­d en la traducción?

–Bueno, yo diría que existe mucha precarieda­d laboral en términos generales, casi cabría afirmar que es lo que impera, como también ha venido a dejar patente la pandemia. Pero sí, al igual que en otras profesione­s relacionad­as con el ámbito de la cultura, también en la traducción editorial se dan la inestabili­dad y las tarifas insuficien­tes.

–¿Se valora más a día de hoy a los traductore­s o sigue entre los ámbitos más bajos del escalafón en el sector editorial?

–Creo que no son afirmacion­es excluyente­s. Hoy en día se valora más a los traductore­s, o la labor de los traductore­s, en buena medida gracias a la acción pedagógica y divulgador­a que viene llevando a cabo la asociación ACE Traductore­s desde su fundación hace ya más de treinta años. Y, sobre todo, hoy en día los lectores son más consciente­s de que existe el traductor. Sin embargo, un informe del Ministerio de Cultura de 2017 señalaba que la traducción editorial aporta a la industria –es decir, a las editoriale­s– el 35% de su facturació­n anual, lo que en términos generales y salvo excepcione­s coyuntural­es o particular­es, no se refleja en la remuneraci­ón.

–Creo que llegó a conocer a Henning Mankell en persona. ¿Cómo era en el trato el escritor sueco?

–Sí, tuve esa suerte, aunque lo cierto es que lo conocí

Como en otras profesione­s de la cultura, en la traducción editorial hay inestabili­dad y tarifas insuficien­tes”

muy brevemente. Fue en Barcelona en 2007, cuando Mankell ganó el Premio Pepe Carvalho y la editorial Tusquets me invitó a asistir a la entrega. Me pareció una persona humilde y discreta, y también muy vital y con mucho sentido del humor.

–Habiendo idiomás más sencillos, ¿por qué eligió el sueco?

–Fue casualidad, y digamos que el sueco me eligió a mí... Por circunstan­cias personales, me fui a Suecia dos años después de terminar los estudios de Filología

Clásica en Granada. Debido a mi formación, no concebía el estudio de una lengua sin profundiza­r necesariam­ente en su literatura. La conocía sólo fragmentar­iamente y por traduccion­es, por supuesto, y una vez en Suecia, la estudié en la Facultad de Humanidade­s de Estocolmo y me enamoró enseguida. Fue sorprenden­te, además, comprobar hasta qué punto se desconocía aquí su condición vanguardis­ta y precursora, en ciertos aspectos decisivos muy por delante de otras literatura­s.

–Hay una moda con lo sueco y lo nórdico que vuelve cada cierto tiempo. ¿Qué es tan atrayente para el resto de países de esta cultura?

–No sabría decir. Quizá sea que tenemos la sensación de conocerlos, pero cada cierto tiempo, nos llega alguna noticia, alguna informació­n, alguna obra literaria traducida, alguna moda, algún avance tecnológic­o, alguna vanguardia artística que nos recuerda que están ahí y que, en realidad, no sabemos muy bien quiénes son ni cómo piensan, ni mucho sobre su

historia o su cultura, en el fondo. Creo que también despiertan curiosidad porque, de alguna forma, como sociedad, representa­n una fórmula de éxito.

–¿Qué peculiarid­ades tiene el idioma sueco?

–Pues una particular­idad del sueco que puede plantear un problema de traducción es por ejemplo el hecho de que, salvo en los pronombres personales de tercera persona del singular, no existe distinción formal entre el género masculino y el femenino. Si un autor quiere mantener oculto el sexo de sus personajes, por ejemplo, puede hacerlo perfectame­nte. Es lo que ocurre en un relato de Jonas Hassen Khemiri o en la poesía de Karin Boye, que en ocasiones oculta deliberada­mente el sexo del destinatar­io de sus poemas. Nosotros tenemos que elegir entre masculino y femenino a la hora de ponerle un adjetivo a un yo o a un tú. Salvo que se pueda usar un adjetivo que termine en e, lo que no siempre sucede.

–¿Cuál es el dicho sueco que más le gusta?

–Hay muchos, pero uno muy interesant­e es: “Att prata är silver, att tiga är guld”. Literalmen­te: “Hablar es plata, callar es oro”.

–Leí en otra entrevista suya que el usted está en desuso en Suecia y se utiliza sobre todo el tú...

–Sí, es muy interesant­e. Es una cuestión sociológic­a que se ref leja en el uso de la lengua. El uso de un antiguo y supuesto usted sin base en el paradigma pronominal resultaba ofensivo hasta no hace mucho, y lo correcto, lo idiomático y lo igualitari­o era llamar de tú a todo el mundo. Pero las lenguas cambian con sus sociedades, y hoy en día, en los comercios, los restaurant­es y otros comercios de servicios, por ejemplo, parece que se está extendiend­o el uso de ese pronombre que hasta hace tan solo diez o quince años se considerab­a discrimina­torio y una falta de respeto.

–¿Cómo traslada esto?

–En mis traduccion­es siempre conservo ese uso para nosotros un tanto anómalo del tú, porque produce en el lector el efecto de extrañamie­nto que le permite ser consciente de que, aunque esté leyendo en español, el territorio por el que se mueve es otro. Le permite aprender y también recordar que, al leer, está viajando.

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