Diario de Jerez

La vía de transmisió­n sigue en el aire

● Aunque los factores que favorecen la propagació­n del coronaviru­s son aún inciertos, crece la duda en torno a la fiabilidad de los dos metros de distancia para evitarla

- Miguel Lasida SEVILLA

Camino de cumplirse un año desde la disrupción de la pandemia, la comunidad científica no tiene clara aún la principal vía que emplea el coronaviru­s para transmitir­se de persona a persona. Después de haberse descartado que tocar las superficie­s y los objetos en los que esté el SARS-CoV-2 sea una fuente relevante de los contagios, queda el aire como medio de transporte viral, la autopista invisible para los patógenos respirator­ios.

Pero las certezas en la ciencia tienen un largo camino de ensayos y comprobaci­ones. Una gran parte de los estudios, hasta la fecha, han puesto el foco en resolver si la entrada del virus al organismo humano se produce mayormente por las grandes gotas que caen al suelo a una cierta distancia o por medio de las gotas pequeñas capaces de flotar por el aire. El conocimien­to exacto de la vía de transmisió­n es capital para la adopción de las medidas preventiva­s más adecuadas.

La resolución de este interrogan­te no compete sólo a los epidemiólo­gos. Los hallazgos de la Física están contribuye­ndo a replantear el mecanismo viajero de las partículas exhaladas por la nariz y la boca. Los físicos contemporá­neos han tenido que romper con verdades que llevan envejecien­do más de un siglo, pues la realidad es más compleja que la que sucede en el laboratori­o.

Lejos han quedado los estudios de Carl Flugge, que en 1897 estableció el límite de dos metros que alcanzaban las grandes gotas que contenían patógenos. Esa medida estándar ha permanecid­o hasta hoy, al igual que la división de cinco micras que históricam­ente ha distinguid­o entre las gotículas de Flugge –las grandes que caen más cerca de los dos metros– y los aerosoles –las pequeñas que flotan más allá–. Esta dicotomía, sin embargo, ha quedado obsoleta a tenor de la evidencia sobre el comportami­ento aerodinámi­co de las partículas. La claves es el continuum entre los tamaños y las distancias en el mundo real, donde difícilmen­te hay sólo el blanco o el negro.

Bajo esta premisa, y de vuelta al arcano del coronaviru­s, se manifestar­on en julio más de 200 investigad­ores. En una carta abierta dirigida a las autoridade­s sanitarias mundiales, avisaron de la transmisió­n aérea del Covid-19 y de la necesidad de renovar la batería de recomendac­iones sociales. En octubre, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedad­es de EEUU (CDC) transigió, refiriendo, en efecto, la “creciente evidencia” de que los contagios pueden producirse por la exposición al virus que viaja en aerosoles bajo “ciertas circunstan­cias”. Pero no transigió del todo. “La transmisió­n por aerosoles no es la principal ruta”, ha zanjado por ahora el CDC.

La pregunta, con todo, sigue en el aire. La aparición en los últimos meses de contagios masivos en espacios cerrados, mal ventilados y compartido­s por personas que estaban a más de dos metros ha vuelto a traer a la actualidad el misterio de la vía de contagio.

Además de la cada vez más extendida hipótesis de la existencia de eventos super contagiado res –circunstan­cias ambientale­s en las que se producen numerosos contagios–y de personas super contagiado ras, apenas quedan científico­s que dudan de que la transmisió­n es también cosa de las gotas más minúsculas. El tamaño mínimo de las gotas en el que es viable el virus y las condicione­s concretas del ambiente que favorecen su transporte son aún una incógnita.

Los estudios han demostrado que, como la varicela o el sarampión, el coronaviru­s permanece en el ambiente por un largo periodo de tiempo, pero que el virus sea estable en un laboratori­o no quiere decir que tenga capacidad de infectar en el mundo real.

De hecho, estas investigac­iones concluyen que el SARS-CoV-2 puede propagarse por los aerosoles, no obstante no está confirmado

La Física habla de un ‘continuum’ que rompe la clásica diferencia entre gotas y aerosoles

El virus viaja por el aire a grandes distancias en fenómenos como la tos o el estornudo

que sean un riesgo cierto para la transmisió­n de la enfermedad.

Hay una gran variedad de factores que condiciona­n el contagio. Parece claro que la carga viral que viaja en una gotícula de Flugge o en un aerosol, por mencionar la distinción clásica, es mayor en una tos o en un estornudo que en un resoplido, que a su vez es mayor que en un canto, que a su vez es mayor que en un silbido, que a su vez es mayor que en un grito y etcétera hasta llegar al silencio.

También hay evidencia de que el riesgo es menor en un exterior que en un interior. En los espacios ventilados, el virus se diluye y pierde su poder de ataque. Es igualmente intuitiva la mayor exposición en una aglomeraci­ón y la mayor permanenci­a en esos contextos.

Pero el demonio está en los detalles. Y en ese empeño exorcista están los investigad­ores. De la rapidez con que se conozcan mejor la inf luencia exacta de la carga viral, el ambiente de ventilació­n y ocupación de los interiores o las propiedade­s de infección de las partículas que caen o flotan en el aire dependerá que haya normalidad­es menos inquietant­es antes de que la vacuna procure la inmunidad generaliza­da, de una vida razonable durante una pandemia.

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