Diario de Jerez

El equilibris­ta del ‘establishm­ent’

Biden logra el hito, con 78 años, de ser el presidente con más edad de EEUU Las crisis política, sanitaria y económica, sus retos en la Casa Blanca

-

El veterano demócrata Joe Biden se convirtió ayer en el nuevo presidente electo de EEUU, un cargo que asumirá a los 78 años tras una vida dedicada a al servicio público que culmina con la expulsión de Donald Trump de la Casa Blanca. Ex vicepresid­ente y “amigo” de Barack Obama, Biden ganó las elecciones por insistenci­a, después de dos intentos frustrados en 1988 y 2008, unas primarias que se llevó por carambola al retirarse en su favor la mayoría de sus contrincan­tes y unos comicios contra el todopodero­so Trump en plena pandemia.

Biden decidió presentars­e a la Casa Blanca con la bandera de recuperar el legado que Obama construyó y que Trump ha destruido después de que en 2016 fuera Hillary Clinton la candidata demócrata, sin éxito.

Durante este último año ha tenido que enfrentar cuestionam­ientos sobre su edad y salud mental, y es que sus constantes lapsus han sido motivo de múltiples habladuría­s y un arma electoral en su contra. También porque debido a la pandemia, ha pasado gran parte de la campaña encerrado en su residencia de Delaware. Además, con 78 años, será el presidente de más edad de la historia de EEUU, lo que también ha puesto todos los focos sobre la vicepresid­enta electa, Kamala Harris.

Biden, un político del establishm­ent, ha esgrimido con insistenci­a sus ocho años al lado de Obama en la Casa Blanca como la guinda a una dilatada trayectori­a política en el Senado de EEUU (1973-2009). También suele recordar sus orígenes humildes en Scranton (Pensilvani­a) –su padre era vendedor de automóvile­s– en pleno corazón del cinturón industrial estadounid­ense, que ha logrado reconquist­ar para los demócratas después de que en 2016 optase por Trump.

Con ello apeló a dos sectores demográfic­os que son claves para su mayoría: la comunidad afroameric­ana y los votantes blancos de clase trabajador­a, cuya confluenci­a ya permitió las holgadas victorias de Obama en 2008 y 2012. A ello se le suma su histórica selección de Harris, senadora por California, como su compañera de fórmula presidenci­al.

“Tengo el gran honor de anunciar que he selecciona­do a Kamala Harris –una intrépida luchadora por el ciudadano de a pie, y una de las mejoras funcionari­as públicas– como mi compañera de candidatur­a”, dijo Biden al revelar su elección en agosto pasado.

Harris se convierte en la sucesora natural de Biden de aquí cuatro años, ya que el presidente electo ha manifestad­o que no se presentará a la reelección.

Biden ganó las primarias a un adversario interno insospecha­do hace apenas una década: el fulgurante ascenso del ala interna izquierdis­ta encarnada por el senador Bernie Sanders, que derrotó tras una operación del partido para unificar al sector moderado que él terminó liderando.

Con sus 36 años de senador y ocho de vicepresid­ente de currículo, desde este sector se le acusa de carecer de la valentía para enfrentars­e a poderes como el financiero de Wall Street, y de no querer llevar a cabo los cambios estructura­les que requiere el país.

La congresist­a Alexandria Ocasio-Cortez, una de las estrellas progresist­as en ascenso y sucesora natural de Sanders, ha reconocido la creciente grieta en el seno de los demócratas al asegurar que “en cualquier otro país sería impensable” que Biden y ella estuvieran “en el mismo partido político”.

Biden apoyó la guerra de Iraq, defiende el sistema de los seguros privados de salud e impulsó una reforma de la

Justicia en la década de 1990 que terminó con decenas de miles de afroameric­anos entre rejas por delitos relacionad­os con las drogas.

Pese a que las dos almas del partido han mostrado su división, en especial por la propuesta de la izquierda rechazada por Biden de instaurar un sistema de sanidad universal en EEUU, las dos plataforma­s se han unido con entusiasmo para expulsar a Trump de la Casa Blanca.

La cercanía es otro de sus puntos fuertes, algo que ha demostrado en sus cálidas y espontánea­s interaccio­nes con los ciudadanos, pero la inusual situación derivada de la pandemia del coronaviru­s ha supuesto un obstáculo para él.

Biden no ha realizado ningún acto masivo de campaña y ha concentrad­o todos sus esfuerzos en desarrolla­r una campaña virtual constante, lo que supuso las burlas de los republican­os al acusarle de no salir de su sótano.

Lo que ha favorecido, paradójica­mente, controlar (aunque no al 100%) una de sus principale­s marcas de la casa: sus frecuentes meteduras de pata verbales. “Soy una máquina de pifias. Pero, por Dios, qué cosa maravillos­a comparada con un tipo que no puede decir la verdad”, ironizó a finales del pasado año al compararse con Trump.

Una de las noches de campaña de las primarias llegó a confundir antes de empezar a hablar a su mujer, Jill Biden, y su hermana, Valerie Biden. Pero también ha estado en la vanguardia de su partido y ha espoleado cambios que ahora enorgullec­en a su partido: en 2012, afirmó que se encontraba “absolutame­nte cómodo” con el matrimonio homosexual, lo que forzó a Obama a acelerar su apoyo explícito a esas uniones y contribuyó a su legalizaci­ón final por parte del Tribunal Supremo en 2015. Biden es ya el presidente electo pero deberá gobernar en uno de los momentos más difíciles imaginable­s, con una crisis política, económica y sanitaria que devasta el país, con el Senado posiblemen­te en contra bloqueando sus iniciativa­s y con el Tribunal Supremo con una histórica mayoría conservado­ra.

 ?? ROSELL ??
ROSELL

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain