Diario de Jerez

DON JUAN, SIERVO BUENO Y FIEL

- ENRIQUE SOLER Presbítero

CUANDO recibíamos la noticia de su llegada a Jerez, iba en un coche con los curas del arcipresta­zgo de Arcos. Corría el año 2000, y estábamos estrenando verano. Cierre de curso, nos dirigíamos a Sanlúcar de Barrameda, lugar de nacimiento de algunos de los curas del grupo para almorzar juntos como cierre de curso. En la primera parte del trayecto, saltó la noticia, la COPE anunciaba el nombre del nuevo obispo de Jerez, D. Juan del Río.

Lo conocía de la época de la universida­d, y del seminario de Sevilla, valorado por los sectores de seminarist­as procedente­s del mundo cofrade, ciertament­e D. Juan era muy consciente del valor de la religiosid­ad popular. En el servicio religioso de la Universida­d de Sevilla y en la Hermandad de los Estudiante­s había desarrolla­do una encomiable labor. En vísperas de la Merced, ya había tomado posesión de la Catedral.

Como obispo pronto tuvo su bautizo de fuego con la salida de los Cartujos y la llegada de las Hermanas de Belén: ni una sola noche pasó el cenobio sin presencia de vida monástica, salvaguard­ando el patrimonio inmaterial del monacato dentro de los muros para los que habían sido creados.

La diócesis pudo tener al fin una casa de la Iglesia en la que cabían todos, en aquel Bertemati que lejos de ser un palacio para el obispo, fue concebido como un lugar de estudio, encuentro y trabajo.

Fundó el ISCRA (Instituto de Ciencias Religiosas Asidonense) adscrito a la Universida­d Pontificia de Salamanca, trasladó a Jerez el Seminario Diocesano y creó para ello el Instituto de estudios Teológicos, igualmente adscrito a la Pontificia.

Pero siempre tendré un recuerdo para el hombre que sabía de la importanci­a de las cofradías y de que éstas se disgregase­n por las ciudades y pueblos de la diócesis y creciesen, a él debemos la gran explosión de una fuerza que estaba contenida y a la que con su saber hacer supo darle forma mientras fue el Obispo de Jerez.

Don Juan creció como persona y como obispo en su ministerio. Su valía como gran negociador es de difícil reemplazo. Los que por circunstan­cias hemos compartido estos últimos meses ajenos a que estábamos compartien­do los últimos, hemos valorado su profunda personalid­ad, y nos hace dar gracias a Dios, deseando para él que vea cumplidas las palabras del Señor: "Siervo bueno y fiel, como has sido fiel, entra en el gozo de tu Señor".

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