Diario de Jerez

UNA VISIÓN

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

Ignacio Jáuregui le agradezco, sobre todo, sus espléndido­s libros de viajes, con una prosa tan transparen­te y visual que te ahorra tener que pegarte un viaje de aeropuerto­s y hoteles. Se puede recorrer el mundo muy bien de la mano de sus títulos desde casa. Y le agradezco otra cosa. Hace años discutía con dos partidario­s del aborto y Jáuregui, que no compartía mi postura, hizo un alto en el fragor del debate para explicarle al otro interlocut­or que yo considerab­a que los fetos eran seres humanos talmente como él y yo. Y que entendiese, en consecuenc­ia, el horror que me causaba la legalizaci­ón del aborto, su promoción y la indiferenc­ia casi general.

Aquello me conmovió por la empatía con quien defiende una tesis contraria, y porque ponía la cuestión en su sitio: ¿qué dice la genética que es el feto? De hecho, abortistas de postín como Peter Singer defienden que, puesto que, en efecto, no hay ningún salto ontológico, se pueda abortar después del nacimiento, que, para el caso, es lo mismo. No digo que Jáuregui me siguiese en eso, sino que entendía mi angustia y también la honda deslegitim­ación que yo considero que tiene cualquier sistema político que proclama el aborto un derecho. A

Visualizo cosas mucho mejores sobre las que pasar una apisonador­a que unas armas viejas

mí aquella comprensió­n suya de entonces, que quizá él ha olvidado, me ha servido mucho, además, para examinarme y exigirme. ¿En mis posicionam­ientos pro-vida, estoy a la altura del convencimi­ento que él supo verme? ¿No pasan meses que no grito contra el aborto?

Para que no parezca que se enfría mi espanto, contaré una visión. Observando el ridículo acto de aplastamie­nto de las armas de Mari Castaña para escenifica­r una derrota de ETA que la asociación con Bildu niega, imaginé un Gobierno que organizase un acto similar con todos los bisturís, las tenazas, las jeringuill­as de ácido y de soluciones salinas que se utilizan para abortar. Que causan (como sabe Jáuregui que yo sé) casi cien mil muertes al año, todos los años, sólo en España, sin que casi nadie mueva un dedo. Lo que ahora ha sido propaganda con las escopetill­as de balines sería un acto mucho más significat­ivo.

Además, lo que más repugna de este acto propagandí­stico del Gobierno, ese burdo trasladar la responsabi­lidad de los terrorista­s a unas armas viejas como chamanes superstici­osos, en el caso del aborto, tendría otro sentido. Ahí no interesa perseguir culpables, sino acabar ya con la sangría y aplastar sus instrument­os.

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