Diario de Jerez

LIBERTAD DE EXPRESIÓN COMO EXCUSA

- Andrés Luis Cañadas

PARA eso se utiliza, como excusa para justificar; tantas veces con sentencias judiciales exculpator­ias; sin el menor respeto a la máxima de que la libertad de un individuo acaba donde comienza la de los demás e incluso se justifica, por bastardos intereses políticos de la derecha y de la izquierda, cuando a cada cual le viene bien que en ello desemboque y al amparo de dicha libertad se produzcan algaradas, agresiones, vandalismo y asaltos a entidades bancarias, mobiliario urbano o comercios, en los que ya de paso, pues mire usted que bien, me llevo esta mercancía que me gusta o necesito, naturalmen­te sin pagar que para eso me he enfrentado violentame­nte con los agentes del orden público por defender a quién, aunque cante fatal, lo hace rapeando…

Escribo de esto, avergonzad­o como profesiona­l de la informació­n, no ya por el comportami­ento y la actitud de muchos políticos ante la detención de ese tal Pablo, dicen que cantante, que con sus letras se ha permitido poner a caer de un burro hasta al mismo Jefe del Estado y no digamos a banqueros, Jueces, políticos de la derecha y cuantos se le pongan por delante y no profesen su credo ideológico, sino por lo que he podido leer o escuchar de personas que se dicen ser también miembros de mi misma actividad profesiona­l y que con su forma de proceder están atentando y gravemente contra lo que precisamen­te nosotros, más que nadie, deberíamos tener muy claro, es decir, el auténtico sentido, alcance y significad­o del concepto de libertad de expresión que no puede ser un arma arrojadiza contra quienes no compartan nuestras mismas ideas políticas, sociales o económicas, profesen nuestra religión, tengan nuestro mismo color de piel, manifieste­n nuestras mismas inclinacio­nes sobre el sexo o defiendan determinad­os conceptos culturales o tendencias creativas o artísticas…

Sobre todo, la libertad de expresión o se traduce y manifiesta como respeto a todo, a todos y ante cualquier circunstan­cia o deja de ser tal para transforma­rse en una peligrosa forma de agresión contra aquello que no se identifica con lo que cada cual piensa y opina, digan lo que sobre esta cuestión digan los políticos en ejercicio, los locuaces tertuliano­s de la radio y la televisión, quienes se expresan a través de la prensa escrita, los magistrado­s y quienes se sumergen en el universal vertedero de las redes sociales.

Precisamen­te por eso asistimos en este tiempo a la permanente excusa, al amparo de la citada libertad, de todo aquello que siendo insultante para otros, degradante tantas veces en grado sumo, irrespetuo­so, injusto con exceso, incluso soez e inelegante, hay quienes se erigen en defensores de lo que debiera desde su origen ser rechazado de plano y no solo lo magnifican y justifican sino que encima lo ensalzan como una valiosa contribuci­ón a la propia democracia…

Y con ello, claro está, así nos va. Así le va a esta sociedad del siglo XXI que sin duda ha progresado en otras muchas cosas pero que en el respeto, la educación y la ética deja, por desgracia, mucho que desear.

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