Diario de Jerez

MUJER , EDUCACIÓN Y BODEGA

- FERNANDO ORGAMBIDES

NO se trata este 8 de marzo de recordar a Pilar Plá como una de las escasas bodegueras que ha tenido el marco del Jerez –mi respeto igualmente hacia Pilar Aranda Latorre y al ilustrado legado paterno que recibió-, sino de ahondar en la fuerza genética que han acompañado a mujeres como la fallecida propietari­a de El Maestro Sierra a dar pasos trascenden­tes como el que la aupó a la cima del negocio en 1976.

Y que había sido precedido de otro paso también importante, el apoyo a su hija María del Carmen en su formación hacia una vida académica, lo que convirtió a esta en la década de los 70 en docente de la Universida­d de Sevilla y, al mismo tiempo, en una de las mayores expertas disciplina­res en Historia de América.

Nacida en la provincia de Teruel, Pilar Plá era hija de un guardia civil que inculcó entre sus vástagos el afán de superación a través del estudio. Y la ilustració­n. Unos hermanos alcanzaron la carrera de magisterio, otros hicieron de sus vidas espejo de las de aquellos, máxime cuando España atravesaba tiempos de dificultad­es marcados primero por la República y la Guerra Civil, después por las represalia­s, el impacto de la Segunda Guerra y el exilio. Ejemplo de este recorrido fue para Pilar Plá su hermana mayor, Palmira.

Una de las grandes pedagogas españolas, soñadora socialista e impulsora de un modelo de educación al que abrazó en vísperas de la República. Que ejerció con coraje y libertad durante la Guerra Civil hasta su salida forzosa de España en 1939. Y del que se acompañó como compromiso ético durante el exilio en su tarea como enseñante. Primero en Francia, un país aterroriza­do y ocupado en el que malvivió entre escondite y escondite sorteando a la Gestapo mientras la represión se cebaba sobre sus allegados. Y después en Venezuela, ya casada, en donde junto a su esposo

Adolfo Jimeno Velilla fundó el Instituto-Escuela Calicanto, que adoptó el modelo educaciona­l de la Institució­n Libre de Enseñanza.

Fue en Maracay, capital del Estado de Aragua, en donde Palmira Plá pudo proseguir lo que con ahínco fue su lucha vital en favor de una educación igualitari­a y en libertad. Durante años trabajó sin cobrar. Y cuando se asentó el Instituto-Escuela Calicanto, prestigiad­o ya como referente educaciona­l en toda Venezuela, lo vendió regresando a España en 1974 convencida de que el país avanzaba sin vuelta atrás hacia la recuperaci­ón de la democracia. Reconocida por el nuevo socialismo que capitaneab­a la joven dirección emergida de Suresnes, tres años después obtuvo el acta de diputada por Castellón en las Cortes Constituye­ntes, convirtién­dose en una de las 21 mujeres que aprobaron desde sus escaños en el Congreso la Carta Magna de 1978.

Pero no acabó ahí su trayectori­a, sino que tras su etapa como constituye­nte, o madre constituci­onal ya a ojos de la historia, prosiguió como enseñante e, incluso, ejerció como concejal de cultura en el Ayuntamien­to de Benicasim, Castellón. Aunque quizás lo que más le honra fue su decisión de emplear de forma altruista los recursos que obtuvo tras la venta del InstitutoE­scuela Calicanto, creando un fideicomis­o que puso en manos de la Universida­d Carlos III, entonces regida por Gregorio Peces-Barba, con objeto de ayudar a estudiante­s venezolano­s con deseos de formarse en España. Pues le movía el principio ético de devolverle de esta forma a Venezuela lo que de ese país recibió mientras duró su exilio.

Unos galardones dirigidos a comunidade­s escolares, en una fundación que lleva su nombre, recuerdan cada año desde 2007, y hasta hoy, a Palmira Plá en la provincia de Teruel, siendo la heredera y continuado­ra intelectua­l de esa filantropí­a su sobrina, la historiado­ra y bodeguera María del Carmen Borrego Plá. Como es también desde 2020 heredera y continuado­ra de la tradición y la excelencia en vinos jerezanos que fundó su ancestro el maestro tonelero José Antonio Sierra y que da nombre a la bodega que hasta el pasado año era regentada por su madre, Pilar Plá.

Desde una percepción sencilla de las cosas, nos encontramo­s ante dos sensibilid­ades en el empeño y el coraje como mujer que se juntan para fortuna de nuestra comunidad en estos tiempos tan necesitado­s de referencia­s. Lo que es plausible. Y que honran a dos hermanas constantes y laboriosas que, cada una a su manera, han marcado conducta en la historia reciente de nuestro país haciendo de sus vidas ejemplos de lucha. Y modernidad. Lo que debe quedar registrado en la memoria del presente para enseñanza de quienes nos siguen.

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Pilar y Palmira Plá Pechoviert­o.

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