Diario de Jerez

VACUNACION­ES

- A. SALIDO

EN esto de la pandemia no hay derecho a disentir. Ni siquiera hay derecho a preguntar. El espíritu crítico no está permitido, ni el afán por saber. La pregunta retórica está también mal vista. Cualquier discrepanc­ia con la autoridad es llamada negacionis­mo.

Pero claro, si existen varias autoridade­s que dicen una cosa y la contraria -a veces el mismo día-, entonces asistimos a un manifiesto desgobiern­o en el que no rige ni la ley de la selva que, aunque salvaje, es una ley.

El palabro negacionis­mo se incorporó al diccionari­o para describir las actitudes que niegan el holocausto, aunque la academia describe varios holocausto­s distintos. En la actualidad se asocia a cualquier actitud crítica con el tratamient­o dado a la pandemia. Toda conjetura sobre los efectos de la pandemia es ilógicamen­te calificada como negación de su causa, y el discrepant­e equiparado a los exterminad­ores de la Alemania nazi: ¡Cómo para abrir la boca!

Los ciudadanos debemos asistir, mudos e indolentes, al obsceno espectácul­o de muchos políticos ignorantes que cambian de opinión de un día para otro, en base a recomendac­iones de expertos, unas veces desconocid­os y otras, inexistent­es. Y como los malos futbolista­s, se dan codazos, empujones y zancadilla­s en busca de rentabilid­ades políticas.

Cuando esa cobaya infectable, a que es reducido el ciudadano, se pregunta retóricame­nte sobre la vacuna rusa o la inglesa es inmediatam­ente callado por nazi y negacionis­ta. Las autoridade­s si pueden magullarse en el ring político.

Pues bien, reivindico el derecho a disentir sobre las medidas médicas, muchas veces contradict­orias, que recetan las autoridade­s políticas de todos los colores. También el derecho a decidir, con el médico de cabecera, lo que más convenga a mi salud, sin ser llamado nazi.

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