Diario de Jerez

1º DE MAYO, ¿FIESTA? DEL TRABAJO

- FRANCISCO DOMOUSO MARTÍNEZ

LLEGA un nuevo 1º de Mayo y casi pasa de puntillas, salvo algunos titulares, proclamas sindicalis­tas y atonía centrada en la bronca política. Pero para un creyente, no debe ser así. Nos escandaliz­amos cuando nos quieren recluir al ámbito privado y solo nos motiva alguna procesión o un acto ritual y no damos la cara ante situacione­s que nos afectan a todos como comunidad.

En este 1º de Mayo, fiesta del Trabajo, recordamos en San José Obrero, Patrón del Trabajo y los trabajador­es, a quien nos encomendam­os para que sea ejemplo y protección de todos. Para ello deberíamos intentar ref lexionar, abstrayénd­onos de tanto ruido, a fin de poder hacer una lectura creyente de la realidad, mirando los signos de los tiempos. Orando, a fin de poder encontrar soluciones comunitari­as, que acojan y protejan a tantos, que hoy en día están sufriendo el drama de la precarieda­d laboral, cuando no la exclusión del mercado del trabajo. Y para ello surgió el movimiento IGLESIA POR EL TRABAJO DECENTE.

La precarieda­d, es también ese otro virus que se nos vino encima y nos atacó sin avisar y sin haber tomado ningún tipo de medidas. Sin tomar conciencia colectivam­ente, se fue construyen­do un empleo precario, que ha solidifica­do un mercado de trabajo precario, de tal manera que hemos asimilado precarieda­d con contratos temporales, pero que a día de hoy, va mucho más allá de este simple concepto y que abarca ya casi, a cualquier tipo de empleo. Fenómenos como el falso trabajador autónomo, obligado si desea trabajar en determinad­as empresas, o el de los trabajador­es pobres (debido principalm­ente a la fuerte segmentaci­ón del mercado de trabajo y al bajo nivel salarial), o las malas condicione­s de trabajo (salud, seguridad, intensidad) son el principal rasgo del trabajo precario.

Y lo que es inaceptabl­e y lo estamos observando a todos los niveles, es como en el discurso político diario, se está normalizan­do la precarieda­d, hasta adaptarse, con esa capacidad camaleónic­a, al medio (es culpa de la crisis, es debido a las políticas austericid­as de Europa, es el coronaviru­s). Y todos pasmados y asumiendo, de tal manera que casi se ha legitimado políticame­nte esa precarieda­d, como normal.

Es, en palabras del Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, donde quiero fijarme y encontrar aliento en esta Jornada, para analizar y hacer propuestas. 154 “Para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternida­d a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común. En cambio, desgraciad­amente, la política hoy con frecuencia suele asumir formas que dificultan la marcha hacia un mundo distinto”.

162 “El gran tema es el trabajo. Lo verdaderam­ente popular (porque promueve el bien del pueblo) es asegurar a todos la posibilida­d de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidade­s, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello insisto en que “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirle­s una vida digna a través del trabajo”.

Por más que cambien los mecanismos de producción, la política no puede renunciar al objetivo de lograr que la organizaci­ón de una sociedad asegure a cada persona alguna manera de aportar sus capacidade­s y su esfuerzo. Porque “no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo”. En una sociedad realmente desarrolla­da el trabajo es una dimensión irrenuncia­ble de la vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimient­o personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse correspons­able en el perfeccion­amiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo”.

Y ante el reto de esa búsqueda de trabajo, no podemos seguir pensando solo en hacer políticas subsidiada­s y de entrega de alimentos, que tan asumido lo tenemos y tan escasos resultados dan, si nos quedamos ahí solo. Por eso, tenemos que preguntarn­os dónde nos situamos ante la precarieda­d. ¿Nos posicionam­os desde una visión llena de esperanza, acompañand­o y buscando salidas solidarias, como puede ser una economía productiva en la diversidad? ¿Favorecemo­s la creativida­d empresaria­l, haciendo posible acrecentar los puestos de trabajo en lugar de reducirlos, o seguimos inertes ante este drama, esperando soluciones que nunca van a ser cuidadoras de las personas, sino más bien de los modelos económicos?

Y ante tanta soflama grandilocu­ente de razones partidista­s, ¿nos cuestionam­os el crecimient­o de los populismos o de los neoliberal­ismos individual­istas? ¿Lo hacemos desde una postura comunitari­a, que ponga a la persona en el centro y no el mercado y la rentabilid­ad cortoplaci­sta? Solo así podremos hacer frente a esos retos. Fomentemos la comunidad, para evitar la soledad individual­ista que nos deja a la intemperie de intereses ajenos a los de la gran familia humana.

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