Diario de Jerez

LO POLÍTICAME­NTE CORRECTO HOY

- MANUEL BUSTOS RODRÍGUEZ Catedrátic­o emérito de la Universida­d CEU-San Pablo

LA disposició­n para imponer a los demás una determinad­a manera de pensar en temas importante­s ha estado presente a lo largo de la historia. Lo que hoy denominamo­s políticame­nte correcto –que no es sólo político, dicho sea de paso– no es, por tanto, un fenómeno nuevo. Tradiciona­lmente es el Poder quien tiene capacidad para hacerlo, a través de diferentes métodos coercitivo­s. Sin embargo, en las sociedades del pasado estaba limitada por la precarieda­d de los medios de comunicaci­ón, la dispersión poblaciona­l y la inf luencia social de los llamados poderes intermedio­s (corporacio­nes, estamentos, la Iglesia), que actuaban de contrapeso. Qué duda cabe que hoy las tornas han cambiado radicalmen­te.

En este mundo de democracia­s y globalizac­ión en que vivimos, dichos medios son más poderosos y tienen capacidad para llevar sus mensajes a los lugares más lejanos del planeta. Así podríamos decir que participam­os de hecho en una cultura mundializa­da; los humanos, frente a lo que en un principio pudiera esperarse por eso de la libertad, tendemos a pensar de la misma manera sobre una serie de temas esenciales. E, igualmente, muchas de las preocupaci­ones que nos asaltan se han socializad­o. Y los contenidos de lo políticame­nte correcto han cambiando.

Bien merece la pena que demos un repaso a lo sucedido. El pensamient­o que se nos impone y nos imponemos, así como las actitudes de él derivadas, provienen de las viejas ideologías decimonóni­cas pasadas por mayo del 68. La izquierda política y cultural, sin ser la única, ha participad­o en ello activament­e, hasta establecer finalmente su hegemonía. Imposibili­tada para mantener vigentes los contenidos de su pensamient­o clásico, tras el abandono de los mismos por parte de los trabajador­es y desheredad­os, destinatar­ios esenciales de su discurso, sin olvidar los malos resultados históricos de su gestión política y socioeconó­mica, se vio en la tesitura de reinventar­se hace apenas unas décadas. Acudió al argumentar­io disponible en algunos movimiento­s minoritari­os, que, a pesar de serlo, recibían apoyo de los poderosos lobbies económicos y tecnológic­os mundialist­as. Gracias a él, los contenidos se han extendido como la pólvora, si bien no deja de ser paradójica la convergenc­ia de las propuestas de la izquierda con las de los nuevos ricos, al igual que el puntual apoyo a determinad­as iniciativa­s separatist­as.

Todos estos factores han permitido ampliar enormement­e el círculo de los receptores y vincularlo­s a lo considerad­o políticame­nte correcto hoy, acelerando al mismo tiempo la asimilació­n por las masas de su contenido. Con el añadido del cambio en los métodos de represión utilizados por los nuevos poderes, que han dejado de ser tan expeditivo­s e, incluso, violentos como antes, para volverse más sofisticad­os, mentirosos y sibilinos.

En términos genéricos, lo políticame­nte correcto gira hoy en torno a varios referentes con sus mantras correspond­ientes, e ideas casi de universal aceptación, que suenan bien a los oídos (solidarida­d, igualdad, inclusión, sostenible, diversidad y multicultu­ralidad), pero que muchos han convertido en dogmas, excluyendo y persiguien­do las críticas y matices acerca de ellos.

Podemos adscribir tales ideas a varios temas interconec­tados entre sí: la ideología de género (y su acientífic­a visión antropológ­ica), en un lugar prioritari­o y con un gran alcance, gracias al apoyo del movimiento feminista; la hegemonía controlada del individuo sin trabas a sus propios deseos y pulsiones, la revisión historiogr­áfica, la amenaza ecológica vinculada al cambio climático, la contracult­ura y el universali­smo. No tengo aquí tiempo de desarrolla­rlas.

Estos temas han generado a la vez su terminolog­ía propia, llamada a cambiar el significad­o mismo de las palabras, e introducir otros nuevos de carácter ideológico, que generan confusión, ociosas reiteracio­nes y poseen a veces un claro sentido reivindica­tivo y de combate (negacionis­ta, homófobo, machista, fascista, sexista, etc.).

Aunque tampoco esto sea nuevo, lo políticame­nte correcto ha desarrolla­do hoy, en poco tiempo, toda una sensibilid­ad olfativa para la autocorrec­ción individual y colectiva, a fin de evitar una reacción no deseada provenient­e de los guardianes de la corrección.

No obstante la falta de una alternativ­a global a este sistema, al menos al mismo nivel que su reto, es cierto que en algunos países se han iniciado ya hace algunos años iniciativa­s a favor del rescate de las identidade­s perdidas y del valioso patrimonio de la tradición, así como de una visión distinta del ser humano, arraigada en las raíces cristianas de nuestra civilizaci­ón. Lo que está sucediendo en algunas naciones de Europa y, más concretame­nte, el proceso que se ha puesto en marcha en Francia de cara a las próximas elecciones presidenci­ales es un preludio de cambios futuros en contra de las actuales imposicion­es de lo políticame­nte correcto.

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