Diario de Jerez

¿Por qué resiste el empleo?

- JOAQUÍN AURIOLES

La recuperaci­ón se retrasa, pero el mercado de trabajo permanece inmune

menos de 3,5 millones y descendier­on más de un 8% durante ese mismo trimestre, mientras que la tasa de paro también se situó, por primera vez desde la pandemia, por debajo del 15%.

Pero si la economía se estanca, o crece menos de los esperado, y el empleo mantiene todo su vigor y se espera que continúe siendo así durante todo este año, algo más debe estar pasando. Krugman se enfrenta a una pregunta similar en Estados Unidos, aunque en un contexto algo distinto. Allí también aumenta el empleo, pero la economía crece con fuerza, de manera que no existen contradicc­iones aparentes y hacen que sus inquietude­s apunten en otra dirección. En concreto se pregunta si con menos inflación se podría haber reducido tanto el desempleo y su respuesta es que no. Es más, considera que las políticas económicas de apoyo sin miramiento­s a las empresas y a la demanda han sido mucho más adecuadas de lo que muchos escépticos proclaman.

Las dos opciones son, por un lado, reprimir el consumo mediante restriccio­nes monetarias y fiscales y evitar las tensiones en algunos mercados desabastec­idos de manufactur­as y bienes duraderos y sus correspond­ientes subidas de precio. Por otro, permitir lo contrario; es decir, que sean los precios los que resuelvan las tensiones. La primera habría tenido una influencia muy adversa sobre el empleo, mientras que la segunda ha permitido una importante reducción del paro en plena pandemia y mantener activo el proceso de recuperaci­ón. Krugman acude a la relación básica que propone la curva de Phillips (existe una relación inversa entre paro e inflación) para explicar la caída del desempleo en Estados Unidos, aunque deja en el aire la pregunta de si se podrá reducir la inflación con dignidad, es decir, antes de que la aparición de una espiral precios/salarios conduzca la economía a la recesión.

La realidad española es algo diferente porque en tan solo unos meses hemos pasado del pelotón de los escapados hacia la meta del nivel de actividad previo a la pandemia, a estar en el de los descolgado­s. La creación de empleo cuando el crecimient­o es débil es comprensib­le en un contexto de caída de la productivi­dad y del salario real, pero hay que preguntars­e si es posible estar así durante mucho tiempo y, sobre todo, si es convenient­e.

Han ocurrido acontecimi­entos extraordin­arios durante la pandemia y el mercado de trabajo no ha sido una excepción. Lo golpeó de lleno el confinamie­nto, congelando las expectativ­as de encontrar empleo a los que andaban buscando y cebándose con los trabajador­es temporales, pero los ERTE consiguier­on aplacar las tensiones casi por completo. Finalmente apareciero­n las colas del hambre y las esperanzas de retorno a la normalidad se vieron frustradas en tantas ocasiones como olas ha tenido la pandemia, provocando que las euforias desatadas con cada caída de la curva de contagios terminasen siempre de la misma forma. En no estaban saliendo como se esperaba, apareció un nuevo actor en escena: la inflación.

La realidad es que el empleo que se crea sigue siendo precario y concentrad­o en sectores muy concretos porque la pandemia sigue haciendo estragos. Buena parte de ellos en el sector público. Especialme­nte en el sanitario, por razones lógicas, pero también en el educativo por diferentes circunstan­cias también relacionad­as con el coronaviru­s y en algunas actividade­s privadas, como el comercio, el transporte o la logística. Entre los cambios en el panorama laboral aparecen nuevas formas de trabajar y nuevos segmentos de empleo, así como una fuerte caída del salario real provocada por una inflación superior al 6%. La fortaleza del empleo tiene sin duda que ver con todo ello y con las políticas de apoyo a empresas viables, pese a las críticas al gobierno por cicatería, y los ERTE. También con el empeño del BCE con el mantenimie­nto de los estímulos monetarios, aunque en el caso de España se eche en falta un compromiso similar en materia de política fiscal. Sobre este panorama planea una cierta ambigüedad en la orientació­n de las políticas económicas que podría ayudar a entender la frustració­n en las expectativ­as de crecimient­o. Puede resumirse en que la apuesta decidida por el mantenimie­nto y la creación de empleo contrasta con una notable indefinici­ón en los instrument­os de apoyo al tejido empresaria­l. La incógnita es cómo afectaría a este delicado equilibrio la aparición de una espiral precios-salarios, si el BCE se plantease abordar el problema de la inflación con la dignidad a la que se refería Krugman.

La relación inversa entre paro e inflación pone la economía en riesgo de recesión

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