ALCÁNTARAS

TRAS la irregular temporada entre pasado y presente de 2021, Cuéntame cómo pasó regresaba este jueves y sus datos de audiencia se vieron afectados por la prórroga de San Mamés. Aun así la serie de La 1 no arrastra lo que llegó a ser en su momento. Este jueves sólo anotó 1 millón de espectadores, dato que cuadruplicaba con facilidad no hace demasiado. En condiciones habituales es capaz de congregar en la noche de los jueves 2 millones de fieles en estos tiempos líquidos de streaming y 20 años después de su estreno. Lo que de verdad asombra de la ficción de Ganga es que mantenga arraigados a todos sus protagonistas adultos al cabo de 22 temporadas.

La nueva andadura acentúa el contexto histórico de una época que se va extinguiendo: la de la euforia (y posterior declive) felipisita. La prosperidad tenía techo. Los problemas de la agencia de viajes van a pesar en el ánimo del reconciliado matrimonio protagonista. La hija mayor, Inés, vive un momento sentimental dulce, y como los problemas crecen, como ya vimos en su momento con los vástagos Carlos y María, la mayor preocupación se centrará en el nieto Oriol, en las fauces de una banda neonazi y que se antoja una trama algo forzada.

El paisaje de la historia de 1993 va a estar en la fontanería de la Moncloa, donde se encuentra Toni. Sus tejemanejes del primer episodio de la temporada, para maquillar la gravedad de la muerte de una etarra, es un manual de cómo se pueden mover los hilos de la prensa. Entonces y ahora. Toni está condenado a sufrir mucho en los nuevos episodios. Ahora le toca a él el divorcio. El personaje de Deborah no se merece ser tan antipático. Y tras casi 400 noches de disgustos en cadena sorprende aún más que Herminia no esté noqueada, pero ya sabemos que son las reglas de la ficción. Cuéntame sigue actualizándose en sus entretelas mientras la historia avanza en el tiempo. Rigores que obligaron en su momento a despojarla del costumbrismo. Sigue siendo la mejor dramedia con la que identificarnos.