Diario de Jerez

EL FRACASO DEL INDEPENDEN­TISMO

- JOSÉ AGUILAR

LA r Centro de Estudios de Opinión de la Generalita­t de Cataluña, que es como el CIS catalán pero sin un nefasto Tezanos al frente, ha publicado su último barómetro. Arroja resultados espectacul­ares: el 53,5% de los ciudadanos rechaza la independen­cia de Cataluña y el 38,8% está a favor.

Hay quince puntos de diferencia porcentual. Más que en ningún otro momento desde que se puso en marcha la pesadilla del procès. Cuando los nacionalis­tas echados al monte pretendier­on separar a Cataluña de

España por la vía unilateral y quebrantan­do la Constituci­ón, muchos pensamos que era una barbaridad. Por motivos históricos, sociales, económicos y jurídicos. También porque más o menos la mitad de los catalanes no la apoyaban. La independen­cia de Cataluña sería una imposición para la mitad de los habitantes de Cataluña.

Ahora, para más. Más cantidad y más calidad: el rechazo a la independen­cia ha prendido sobre todo en los sectores juveniles, que fueron punta de lanza en las movilizaci­ones de defensa de los sublevados y resultaron grandement­e frustrados por el fiasco del procès. Si los jóvenes se apartan del independen­tismo, eso quiere decir que la independen­cia no tiene futuro.

Esta decadencia del sentimient­o independen­tista no es por la guerra de Ucrania, que ha arrinconad­o al conflicto catalán casi en la insignific­ancia (la encuesta se realizó el pasado mes de diciembre), aunque haya servido en las últimas semanas para el contraste de figuras históricas europeas: Zelenski como un cómico convertido en héroe popular y nacional frente a Puigdemont como un héroe de guardarrop­ía derivado en payaso. Recuérdese que el primero se ha puesto al frente de un combate desigual a riesgo de su vida y el segundo declaró la república independie­nte de Cataluña durante unos segundos y se fugó del país en un maletero.

Pero el fracaso del independen­tismo, ya digo, viene de lejos. Quisieron amnistiar su corrupción envolviénd­ose en las banderas patriótica­s (lo hace Borràs ahora), convencer a todos los catalanes mediante un gigantesco y prolongado lavado de cerebro de que España les robaba como pueblo e implantar un régimen político a su servicio. Y lograron: un golpe de mano tan respaldado como fracasado, pasar todos menos el fugado por la cárcel, empobrecer a su tierra y formar un gobierno ineficaz de socios que no se pueden ver y se pelean un día sí y otro también.

A todo esto, ¿qué fue de la mesa de diálogo con el Gobierno? Buenas noticias, al fin.

Zelenski es el cómico que se convierte en héroe nacional, y Puigdemont el gran líder de guardarrop­ía derivado a payaso

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