Las mujeres toman las armas
Irina aprende a disparar un rifle y Eva es instructora de armas tras competir en tiro
Al igual que muchas ucranianas, la vida de Irina se quedó congelada cuando comenzó la guerra, pero no quiso huir del país. Al cabo de unos días, acudió a una base militar para aprender a utilizar un arma con el fin de defender a su familia y la ciudad de Odesa, uno de los posibles objetivos rusos. Ataviada con sus botas Dr. Martens y un plumón oliva, Irina deja entrever su color rubio del cabello bajo el gorro mientras enfunda un rifle prestado para practicar diferentes movimientos con el arma y saber apretar el gatillo en el momento adecuado durante su entrenamiento en la base militar situada en el pueblo portuario de Burlacha Barlka, a 20 kilómetros de Odesa.
Precisamente Odesa vive sus momentos más tensos por la posibilidad de un ataque de las tropas rusas, aunque hasta ahora el sistema de defensa naval activado ha interceptado las acciones de las fragatas de Moscú posicionadas cerca del importante y estratégico puerto, ahora completamente militarizado.
Son las 10 de la mañana y seis instructores, entre ellos una mujer, empiezan a cantar el himno ucraniano con sus rifles en la mano, mientras que unos 30 civiles se sitúan al frente y les acompañan con la mano en el corazón antes de separarse en grupos.
Entre los que se hallan en una habitación que pone “zona segura” está Irina, de 34 años, que dejó la brocha y su pincel para coger casi a diario en la base un arma para prepararse a proteger su familia y su ciudad. “Siempre he estado interesada en las armas y este entrenamiento es como una terapia antiestrés. Con estas lecciones me siento más segura”, afirma.
Irina aún no tiene un arma porque dice que “ahora” están los precios muy altos, por la demanda, además de que la burocracia para obtener una es muy difícil en el país. “Me compraré una cuando sea posible, seguro que lo haré después de que ganemos, después de la victoria”, dice.
Irina es diseñadora de Interiores y cuando comenzó la invasión rusa perdió su trabajo, por lo que ahora compagina ese entrenamiento militar con la ayuda humanitaria desde Moldavia, el país vecino al que acuden los ucranianos procedentes del sur y sureste de Ucrania, una de las zonas más afectadas por el conflicto, como Mariupol o Jerson.
La joven tiene claro que no va a huir, porque tiene una familia y un país que proteger: “Ganaremos y viviremos mejor, nos concentraremos en nuestras vidas, familias, aficiones. Ahora que miramos hacia atrás entendemos y apreciamos las pequeñas cosas de la vida y lo que haremos”, asevera.
Entre los instructores sólo hay una mujer. Eva, de 41 años, es profesional en las competiciones de tiro en Ucrania y se ha reconvertido en formadora para enseñar con su rifle Zbroyar, su favorito de sus tres armas. Casi cada día acude al centro en Burlacha Balka para enseñar a civiles cómo usar las armas de fuego disponibles, pero también incide en que la responsabilidad y la seguridad es “lo primero”.
“Desde mi casa no atacaré a nadie, nos podemos defender de los ocupantes rusos, pero no disparar desde la distancia porque no puedo estar segura de quiénes son”, señala la instructora.